La violencia “se volvió paisaje” en Colombia. Ayer fue el Catatumbo y hoy es Cauca y el Valle, donde, según comunicado de la Policía Nacional el 10 de junio, en 24 horas se cometieron 24 atentados terroristas con saldo de 7 personas muertas y 28 heridas.
Pero hay más comunicados del mismo día circulando en redes sin certeza de veracidad: uno del ELN (Frente Urbano Camilo Torres) adjudicándose los atentados en Cali, y otro de las disidencias de las Farc con recomendaciones a la población para… ¡protegerse de sus atentados! Entre tanto el Gobierno, a través del ministro Benedetti, ya sea con indicios ciertos o pensando en más negociaciones con el ELN, se inclina hacia la autoría de las disidencias de “Mordisco”, no solo de la oleada terrorista, sino de una posible relación con el atentado contra Miguel Uribe.
Sean quienes fueren los autores de ambas acciones terroristas, lo cierto es que “les salió el tiro por la culata”, pues el atentado contra Miguel desató un efecto contrario al de sembrar zozobra paralizante y, por el contrario, parece haber roto ese clima de “impotencia resignada” frente a una violencia creciente y una reacción gubernamental inversamente proporcional, quizás para darle espacio a su fallida Paz Total.
En efecto, la esperanza de su recuperación ha despertado una ola de espiritualidad -todos oramos por el milagro- y de inmensa solidaridad hacia él y su familia, además del rechazo a la violencia indiscriminada y, en particular, a la violencia política sembrada en la mentira y la instigación al odio, estrategia del populismo socialista que Petro practica a discreción.
Son muchas las iniciativas que le piden al presidente “bajarle al tono”, una de ellas liderada por la Iglesia Católica, que incluyó una reunión con el cardenal Rueda, arzobispo de Bogotá, en la que se habló de desescalar tensiones y de una reunión que podría ser un paso hacia el Acuerdo Nacional que tanto promueve y, a la vez, tanto bombardea Petro en sus alocuciones.
Pero más se demoró en despedirse del cardenal que en llegar a Cali a retar al Congreso con la firma del decreto que convoca la Consulta Popular, y a incendiar los ánimos de otro auditorio construido a punta de transporte, refrigerios y generosos convenios con organizaciones populares que lo aplauden por encargo.
La manifestación en Cali y el concierto en Bogotá denotan total desconexión con el sentir del país y la falta de mínima consideración con la familia de Miguel. “Nuestros pensamientos están con Miguel Uribe Turbay, su familia y Colombia”, fue el ejemplar mensaje con el que el embajador británico suspendió la fiesta con motivo del cumpleaños de Carlos III. ¿Dónde están los pensamientos del Gobierno, que no quiso suspender el concierto, dizque “de la esperanza”, en un momento en que un país “desesperanzado” no estaba para fiestas?
Mi pensamiento está con Colombia repitiendo sin cesar… ¡Fuerza Miguel!
José Félix Lafaurie Rivera