La geología y el cerebro. Año 1977, Uniandes, el profesor Ghul, un erudito, era ingeniero civil, pero nos daba lecciones de geografía, biología y ecosistemas. Me hizo pensar en otra profesión diferente a la geología. Todavía no se hablaba de las múltiples inteligencias, pero me rompí los sesos tratando de entender lo que la diosa Gea nos tenía preparados, quien, por cierto, nació del caos.
Luego de la entrevista de María Isabel Rueda al Dr. Amylkar Acosta, entiende uno por qué unir un tubo con otro tubo es fácil cuando se roba gasolina o gas de un oleoducto; la compleja geografía, geología, océanos y topografía de Colombia solo permite admirar a los profesionales que hacen posible el entramado para que el país tenga seguridad energética, gente preparada, estudiosa y con un cerebro privilegiado.
El cerebro no solo se necesita para la geología, por supuesto, en cada ciencia, disciplina, profesión y cualquier oficio, por muy humilde o encumbrado que sea, se necesitan las neuronas bien conectadas. Es el momento de recordar a Werner Jaeger, quien nos refrescó la psicagogia cuando los griegos le dieron paso a la unión de la ética y estética como manifestación espiritual del arte del hombre por el hombre. Una fuerza emocional indestructible. Ya para esos tiempos, sin hablar de la ley general de sistemas, se dieron los pininos para la misma. Hoy el cerebro se aplica en todo. Artes, ciencias mayores y menores.
No hay actividad humana que no necesite de una sinapsis neuronal que establezca las posibilidades de explorar la conducta humana y por cierto, la exploración de los recursos para la subsistencia y convivencia entre todos. A los geólogos les debemos lo que bien explica Amylkar Acosta del origen y distribución de la energía en Colombia. Sigo con Jaeger en Paideia: “… Homero y sus epopeyas: como educador sembró en la cultura helénica la acción espiritual de la vida real con la reflexión filosófica… como consecuencia de esta, todas las disciplinas que destaca la oratoria jurídica, encomiástica y el tratado científico”.
Por lo tanto, cada una de las disciplinas, hasta el más humilde de los oficios, necesita cerebro. Y como dice el profesor y abogado Gabriel Cifuentes: “La Colombia de los próximos años bien podría ser para la filosofía política un estudio sobre la teoría del caos”. Pues entonces, sí se necesita cerebro para explorar las fuentes de vida y energía, para gobernar y para liderar el regreso a la normalidad institucional que no afecte la convivencia de todos.
Eso riñe con ideologías, se necesita el pragmatismo de administrar con ciencia y un cambio real que no genere un trauma colectivo y ansiedad en los cerebros colombianos. Una desobediencia civil pacífica es una posibilidad, pero si nos serenamos todos, el famoso acuerdo nacional podría enrutar nuevamente a la nación.
El debate de las ideas debe seguir, pero que la producción nacional no se detenga. Sin generación de riquezas, no podemos combatir inequidades y pobrezas. El Estado debe asumir su obligación de defender a cada ciudadano y cada región. Colombia somos todos.
Orlando Bustillo Pareja