GLOSAS SOBRE LA CANDIDATURA DE ALEJANDRO GAVIRIA

Después de ires y venires, especulaciones y expectativas, finalmente Alejandro Gaviria exministro de Salud del gobierno Santos, rector de una de las más prestigiosas y excelsas universidades del país cediendo a los Cantos de Sirena renunció a la dirección de dicho claustro académico y anunció su candidatura presidencial. Ese acontecimiento merece esbozar algunas escuetas acotaciones, tal como lo restringe una columna de opinión.

Las opiniones planteadas están basadas en reacciones y comentarios escuchadas en el círculo de allegados al suscrito sobre la decisión de Gaviria.  En tales reacciones y comentarios prima un fuerte apego al caudillismo y al mesianismo característica inserta en la genética político-electoral colombiana. La respuesta inmediata ante la profetizada candidatura está cargada de esperanzas y utopías y se comienza a percibir en algunos sectores- erróneamente en mi modesta opinión- como la nueva salvación del país. Nada más lejano de la realidad. La profunda crisis económica agravada por una circunstancia inesperada como la Pandemia, las graves y estructurales carencias sociales, las equivocaciones y honduras institucionales a las que hemos arribado, la exacerbada corrupción, las enormes brechas económicas y sociales y en general las debilidades de distinta índole que atraviesa la nación no las resuelve un líder por “iluminado” que sea. No obstante, los gajes del caudillismo y el populismo constituyen herencia insoslayable.

Poco hemos aprendido del reciente fallido y deslucido fenómeno uribista, sobresalen protuberantes secuelas en los distintos intersticios de la vida nacional, que se traducen en enorme frustración contemporánea. Mientras las estructuras económicas, institucionales, sigan intactas no hay individuo sobre la faz de la tierra que pueda por si solo modificar la catastrófica realidad colombiana.

Las estructurales crisis y desatinos aludidos, se mantendrán mientras persista el modelo económico, institucional y político; es una quimera la solución por un personaje. Pretender que un súper hombre-que no existe-, sea el que las va solventar, es mantenernos en la ilusión. Con Gaviria probablemente nos enfrentamos a la disyuntiva de más de lo mismo, con algunos matices personales que lo diferenciarían de sus antecesores, el trasfondo se mantendrá. Es un eximio representante del staquo quo, si bien, tanto el cómo su señora esposa poseen una hoja de vida y una trayectoria brillantes, imposible poner eso en duda. Pero sus orígenes y el epicentro de la formación académica de ambos indiscutiblemente están ligadas a la ortodoxia, al más rancio liberalismo en materia económica. Ambos son iconos, voceros y ejecutores connotados de la Teoría Económica que ha pergeñado durante las últimas décadas el derrotero de las políticas macroeconómicas dominantes en Colombia y que por supuesto han determinado la vigente realidad. Asimismo, la pareja Gaviria-Soto han sido prominentes funcionarios y asesores de los gobiernos Santos y Uribe respectivamente

Los Ministerios de Hacienda y la ejecución de la política económica nacional ha sido dirigidos, orientados, diseñados por economistas andinos: cuna criolla de las tesis de los célebres chicagos-boys, promotores contemporáneos de la economía de mercado a ultranza y que hicieron de Chile un bastión neoliberal.

El país amerita profundas trasformaciones que obviamente involucran la reorientación de su modelo económico institucional y político lo cual no implica como anticipan y auguran muchos; algunos por proteger sus intereses, otros por desinformación y los de mas allá por fanatismos ideológicos, un modelo comunista, socialista o el embeleco del CastroCavismo. Tales inferencias facilistas revelan comodidad y egoísmo. Lo cierto es que las trasformaciones trascienden la obra de un” ser superior”; será resultado de la labor titánica, prolongada y articulada en el tiempo de un conjunto de fuerzas sociales, gremiales, étnicas, culturales y por supuesto políticas.

El establecimiento y la burguesía colombiana destacan en el ámbito latinoamericano por su habilidad y recursividad para reproducirse y mimetizarse en el poder. Ojalá que no se reitere la metáfora del “gatopardismo”: que todo cambie para que todo siga igual.

José Luis Arredondo Mejía

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