¿HAY UNA CONSPIRACIÓN EN CURSO?

Desde hace un tiempo hemos venido advirtiendo sobre lo que puede estar tramando el Gobierno Nacional, sólo con tomar en cuenta de las señales que vienen de la Casa de Nariño. Dijimos que era muy sospechosa la llegada de Benedetti al Gabinete, sobre todo si se tomaban en cuenta los antecedentes no muy santos que le preceden, uno en materia de limpieza patrimonial y otros en reiterados casos de violencia de género, unidos éstos a ese papel oscuro que se supone que cumplió en la búsqueda de recursos para la campaña Presidencial del Pacto Histórico.  Y sucede que lo vemos de pronto a la izquierda del Presidente en el primer consejo televisado de ministros ejerciendo autoridad con la sola mirada sobre los demás presentes, lo cual es una señal inequívoca del papel que el propio Presidente le encargó. Y se produce casi de inmediato el salto al Ministerio del Interior, es decir el Ministerio de la política interior, es decir el trono del consejero principal en materia de asuntos internos para la relación con los partidos y el Congreso de la República, lo cual vuelve a ser una señal que confirma nuestro predicho. Y aunque no podíamos anticiparnos a lo que podía llegar a suceder, no solo acertamos en lo que quizás pensaba el Presidente con respecto al papel que podía cumplir Benedetti en el Gobierno, sino que acertamos también en que el famoso político llegaría a recomponer la gestión del Gobierno frente a los esquivos estamentos políticos, viendo que el Presidente no pudo con esa tarea. Y como por arte de magia, apenas después de un par de semanas de “trabajo”, comienzan a darse resultados, comenzando por la reforma a la Salud, empantanada en el Congreso desde la legislatura anterior, que sale aprobada en la Cámara con lujo de detalles. ¿Qué sucedió allí?  Se ve de lejos la forma como actuó la mano componedora del Ministro Benedetti.  

La secuencia de hechos que han comenzado a verse en nuestro precioso país, muchos de los que penas nos damos cuenta, son un anuncio inocultable de la conspiración que se está fraguando en contra del propio país. Si los apreciados lectores nos aceptan la metáfora, diremos que es como si un “virus maligno” hubiese sido implantado en el cuerpo y ese virus estuviese destruyendo todo desde adentro.  A eso le llamamos “una conspiración al revés”, en tanto parece que fuera el propio Presidente quién conspira contra la institucionalidad y estructura del país. De allí que venga a propósito la expresión angustiada de una colombiana que tuve ocasión de escuchar hace poco, quien dijo:

“Da susto que amanezca porque una no sabe con qué barbaridad del Gobierno se va a encontrar ese día; ¿cuándo habíamos visto eso de que una sintiera tanto miedo al escuchar  las noticias del gobierno?”[i]

Vamos a explicarnos. No pretendemos discutir, no faltaba más, que el país no necesite reformas y que éstas no sean de necesidad urgente, porque la realidad es que sí necesitamos reformas en muchas de las dimensiones del Estado para procurar ser más eficientes y desempeñar un mejor papel frente a las críticas realidades que agobian al país, pero sobre todo estar cada vez mejor preparados para afrontar los tiempos difíciles que nos corresponde vivir como país y como sociedad. Así es que no puede verse de mala manera el que uno, o todos los candidatos presidenciales, en el curso de un debate electoral como el que vivió el país en 2022, centraran su oferta y su discurso en la necesidad de generar cambios. El problema está en saber qué tipo de cambios proponían, porque lo que ha quedado en evidencia después del ascenso del Presidente Petro es que los cambios ofrecidos en su campaña no son necesariamente los que necesita el país, aunque sí son de lejos los que él quiere imponer desde su visión personal, animada ésta en una Doctrina de izquierda – que ellos llaman progresista- que puede tener más de medio siglo de obsolescencia.  Como quiera que el Presidente salió malherido de su tropezón en el Congreso, con el riesgo inminente de que ninguna de sus reformas fuese aprobada, significando ello el desastre total de su Gobierno, sintió la necesidad de encontrar una estrategia que le permitiese avanzar en sus procesos de reforma, así fuese por la vía más sucia.  Quizás Benedetti le ofreció ese servicio y por eso le vemos allí, porque una cosa es que el Gobierno Nacional consiga las aprobaciones que busca por la vía digna del debate y los acuerdos sobre el interés nacional, todo abiertamente colocado sobre la mesa, y otra muy distinta es que las consiga entrando por las cañerías para hacer componendas y conseguir los votos de respaldo. Aquí es donde comienza a fraguarse la conspiración que abre nuestro debate, porque puede tratarse de resultados – digamos que “cambios”-  necesarios desde el enfoque del equipo de Gobierno, pero queda aún por resolver la cuestión de si son movimientos que no le convienen al país y que sólo se ven bien desde el pensamiento arrogante del Presidente. ¿Se dirá en las esferas de Gobierno que si las cosas no se consiguen a las buenas se deben conseguir como sea, al costo que sea? El Gobierno del Presidente Petro actúa firme y seguro, convencido como está que con ello consigue desmontar las “hegemonías capitalistas” y monopolios que, según él, han dominado y mantienen hundido este país en la miseria, la desigualdad y la inequidad. No es que le falte razón, claro está, pero no parece sensato decir que “las necesidades y dolores del pueblo oprimido” se van a resolver desmontando todo lo que ha tomado décadas para construir y ajustar.  

¿El caso sui generis de la salud se puede repetir en lo laboral? ¿En la educación? ¿En lo Pensional?  ¿En la política energética?  ¿Acudirá el Gobierno a las vías subterráneas para conseguir resultados, dado que se sabe que por la vía legítima se puede fracasar? El adelantado político del “Gobierno del Cambio”, que es el Ministro Benedetti, ¿se pondrá en la tarea de arreglar, componer, recomponer, tramar, tramoyar, pactar lo que sea necesario para cumplirle al Presidente en su propósito de “cambio”? Buena parte de esa acción habrá de cumplirse por debajo de la mesa, y acaso fuera del alcance de la ley, lo cual da una clara señal de lo que puede estar sucediendo en los pasillos y rincones de Palacio.

En la calle, mientras se está sentado en un banco de la plaza o cerca de los edificios institucionales, se percibe el mismo aire de complot y conspiración que estamos discutiendo. Se habla en las esquinas de algo como el Proyecto Petro, que es una expresión que se escucha en boca de aquellos burócratas y parlamentarios que hacen parte de los equipos de Gobierno y que hablan de ello en cualquier parte. ¿De qué se trata? Es dado suponer que las reformas que se tramitan en el Congreso hacen parte del citado proyecto, lo cual no sorprende, pero también debemos imaginar que puede haber algo de mucho mayor alcance en esa potente expresión.  Ya no es creíble que el equipo de Gobierno esté allí para cumplir simplemente con su tarea – ojalá con las reformas o sin ellas- y marcharse luego para la casa como si no hubiese pasado nada. No suena suficiente después de tanto esfuerzo y componenda para llegar a la más alta instancia del poder en el país, como es la Presidencia de la República. Se puede pensar, en cambio, que se trata de acomodar lo necesario para prevalecer, en cuyo caso se abre la posibilidad de entender que el Proyecto Petro consiste en “quedarse”, en hacer permanencia, puesto que cualquiera sabe que en sólo cuatro años de Gobierno no se logran mayores cambios o transformaciones. En otras palabras, se puede tratar de un proyecto para hacer “hegemonía progresista”, en palabras de ellos, lo cual significa que tienen toda la intención de prolongar su permanencia como grupo político en las altas esferas del poder. Ya llegaron hasta allí bajo el liderazgo de Gustavo Petro, ahora tienen que asegurarse. ¿Estará pensada la conspiración en tales términos?

De ser así, se explicaría muy fácil por qué razón se encuentra uno encopetados burócratas que, sin mayores precauciones, hablan de apoyar el Proyecto Petro desde afuera, es decir, y en palabras de ellos, haciendo trámites y arreglos que obviamente no puede hacer ningún funcionario de Gobierno, y mucho menos después de los escándalos de la UNGR, la DIAN y los que faltan.  ¿Quiere decir que hay una red de asesores que realizan el trabajo sucio que no puede hacer el Gobierno? ¿Y en ello también tiene injerencia el Ministro de marras? ¿Será esa la explicación para la aprobación express de la reforma a la Salud en la Cámara de Representantes? ¿Se llegará a saber cómo se hizo esa trama?  

La idea de quedarse no le disgusta al Presidente Petro, eso lo sabe el país entero. Al escuchar con cuidado la alocución pronunciada unos días atrás en el emblemático municipio de Chicoral, cualquiera puede darse cuenta que el propio Presidente invitó a los campesinos presentes, y por extensión lógica a los de todo el país, a movilizarse en defensa de la Democracia.  Entonces puede uno preguntarse ¿a qué se refiere el Presidente con la defensa de la Democracia?  ¿No se supone que es el propio Jefe del Estado el primer defensor de la Democracia y que para ello dispone de la Constitución y la Ley?  Entonces, ¿con que objeto el Mandatario cita al pueblo para que cumpla con esa tarea que no corresponde a los ciudadanos sino al Estado? Para cualquiera queda claro que el Presidente está haciendo uso de la retórica para hacerse reconocer como un demócrata que está siendo asediado por la “oposición capitalista” – según sus palabras- desconociéndose el hecho de que ha sido elegido por la mayoría del pueblo.  Cuando alguien se expresa en esos términos sobre sí mismo y aprovecha momentos de euforia colectiva para “victimizarse”, lo que está buscando es fidelidad, y ojalá fidelidad incondicional, para que llegado el momento sea el pueblo quien se levante en defensa de su elegido. En mejores palabras, lo que el Presidente está haciendo es calentar las masas para que se movilicen en caso que a él le parezca necesario. A esa conducta hemos de llamarle caudillismo puro y “conspiración en favor de sí mismo”.  Como quiera que este mensaje caudillista se ha hecho explícito ante comunidades campesinas, lo mismo que ante comunidades indígenas de todo el país, la tarea que va quedando hecha es la fidelización de aquellas poblaciones vulnerables que se habrán de movilizar en los momentos en los que el Presidente se sienta agredido o asediado en su posición.  ¡Está usted jugando con fuego!, le pueden decir al Presidente, pero él no tiene oídos para eso.

Así es que estamos de nuevo ante la ruta de Chávez. El pupilo guerrillero sigue al pie de la letra la orientación de su mentor y amigo, el fallecido Comandante. Ya lo intentó cuando comenzó a hablar de convocar el poder constituyente para modificar la Constitución. Primer paso que no logró. Más tarde empezó a madurar la idea de la Asamblea Nacional Popular, algo de lo cual no se sabe mayor cosa pero que se puede entender como una instancia de acción colectiva que, una vez ensamblada e instalada a todo lujo en el Capitolio, avalará las acciones del Presidente por fuera de la Constitución y sin la intervención del Congreso elegido democráticamente.  Es decir, una especie de dictadura respaldada en la voluntad del pueblo.

De aquí que no sea una sorpresa que salte el Presidente a la figura de la Consulta Popular, que además tiene respaldo constitucional, para insistir en su intento de introducir sus reformas “como sea”.  Debe ser que no le importa embarcar el país en una aventura desgastante porque quiere darse el gusto de imponerse por encima de lo que él mismo generaliza como “el uribismo” y “la oposición capitalista”. Y se auto avala diciendo que convocará al pueblo para que vote sus reformas en tanto representa la mayoría de la sociedad, cuando en realidad olvida que una gran fracción casi igual de la población no votó por él sino por su contrincante, más una fracción que votó en Blanco, más otra muy grande que se abstuvo de votar, más otra indeterminada que, avergonzada de haberle dado su voto “por el cambio”, ya no está con él, lo cual quiere decir que la mayoría real de la sociedad se encuentra en la banda contraria.  

 ¿Tenemos, pues, un Presidente conspirando para armarse de condiciones para gobernar sin límite? ¿Va por la vía de Chávez y Maduro? La intención de convocar “al pueblo” para que lo respalde en sus iniciativas es una demostración flagrante de su deseo de saltarse el Congreso. Neglige el Presidente que los Senadores y Representantes, independientemente de sus calidades como personas y sus filiaciones políticas, también fueron elegidos por el pueblo y también defienden sus intereses, no sólo él.

Tiene que preocupar, entonces, el que haya por ahí un aparato burocrático clandestino haciendo tramoyas para resolver a conveniencia las dificultades que el Presidente encuentra en el camino, mientras él se asegura de calentar el pueblo para que le marche fiel en el momento dado. En todo caso, en Chicoral tuvo la precaución de advertir a “las masas” que las movilizaciones han de ser pacíficas, pero no podemos perder de vista que cuando los pueblos se alzan y la sangre se calienta, lo pacífico se hace cosa menor.  Quizás el Presidente pueda darse cuenta a tiempo que la ruta que sigue puede llevarle a incendiar el país y que las generaciones que vienen, incluyendo en ellas sus hijos, podrían heredar sólo cenizas.  

In memoriam de los míos que sufrieron la guerra… y de todos aquellos que han caído a causa de la locura que persiste.

 

Arturo Moncaleano Archila

[i] Testimonio personal de MPL, expresado en Bogotá D.C, en una madrugada de febrero de 2025.

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