En alguna de las menciones donde enaltezco la amistad entre Hernando Marín Lacouture y mi padre Orlando Cuello Ariza, mencionaba el detalle no menor de que el amor reciproco que ellos cultivaron en vida era tan profundo, que hasta se escribían cartas liricas donde resaltaban ese cariño. A raíz de esa mención, mi amigo Juan Carlos Pérez Giovannetti me pregunto si yo conservaba esas cartas. Con mucha tristeza le dije que no. Que no tenía noticia de esas cartas. Y el asunto quedo momentáneamente silenciado.
El pasado mes de noviembre visitamos el “Museo de Curiosidades Provincianas” de Jorge Luis Cuello Maestre. Se trata de un museo que mi hermano ha organizado en su casa de Pueblo Bello, Cesar, un poblado acogedor que se levanta en el zaguán de la Sierra Nevada de Santa Marta. Y mientras Jorge personalmente nos conducía por todos los recovecos del museo, ¡¡¡ Oh sorpresa…!!! Allí estaban las cartas que se cruzaron Hernando Marín y mi Papá. Ivonne inmediatamente le pidió a Jorge que nos prestara el documento, lo escaneamos y lo guardamos.
Pero considerando que ese cruce epistolar tiene algún interés para los escudriñadores de la vida de Hernando Marín, como baluarte de la música vallenata, es razonable que su contenido se comparta. Y sin más preámbulos, aquí está el texto de las cartas:
Valledupar, 28 de junio de 1996
Señor
ORLANDO CUELLO
San Juan del Cesar
Guajira
Amigo, íntimo amigo mío:
Ojeando el álbum de mi pasado en una mañana romántica de nubes pasajeras encontré una página que me obligo a detener mi recorrido por el pasado, las nubes también se detuvieron en la cresta de los árboles y entro por mis ojos como las nubes por los árboles hasta abrazarse a mi corazón el más grande recuerdo. No tuve más que hacer sino embarcarme en el recuerdo cual barco de papel que comenzó a navegar en el caudal de mi pensamiento con vaivenes de frases que al llenar sus espacios se derraman las letras de esta carta cariñosa.
Pienso que estas letras son otra manifestación de mi inmenso cariño que une nuestros sentimientos, querido «Patrón». No se ha secado todavía, a pesar de tanto tiempo, ninguna de aquellas semillas que usted sembró en mi alma con sus sabios consejos, cuando yo era su trabajador, aunque no lo parecía.
En cada una de estas letras va una gota de mi sentimiento. En cada coma, un latido de mi corazón. En cada punto hago un juramento; y en cada frase plasmo con sangre el sello de un hombre humilde hasta el último minuto de mi existir. Porque el tiempo se ensancha en el futuro y el pasado embriagado se olvida, pero el presente pintó sutilmente la verdad porque al pensar en el mañana olvidaremos el ayer.
Amigo, los años cabalgan sin parar en el potro del tiempo; por eso te pido no pienses en el mañana y recuerda siempre el ayer para simbolizar el presente. Y si algún día quieres viajar al futuro, toma mi mano para que al cerrar los ojos sellemos el juramento de una amistad eterna.
Don Orlando, en este momento las nubes que se detuvieron en la cresta de los árboles están allí meciéndose y se asoman a mirar lo que escribo. Usted, como yo, de pronto lo adivina, es que me falta escribirle a lo más lindo para usted y se trata de doña Ángela, a ella también le diré que es mucho lo que la quiero, porque eternizó con un si la felicidad del amigo que más quiero.
Ella, doña Ángela, matrona ejemplar y honorable y a la vez encantadora mujer delante de la cual declina mi pecho y frente para rendirle el más sagrado respeto.
Doña Ángela, quedara en cada rincón de su casa sembrado el juramento de ese amor que usted le ha sabido dar a ese hombre chiquitico del tamaño del mar; yo también, como sus hijos, se lo agradezco.
Esos hijos, don Orlando y doña Ángela, ellos estoy seguro que siguiendo el ejemplo de ustedes serán también honorables personas. Ya lo son, solo falta que ustedes desocupen el liderazgo.
Mi familia une sus manos como las ramas de los árboles donde se detuvieron las nubes el día que retorne al pasado para tener que escribir estas líneas, se abrazan a mí para también saludarlos con mucho amor y cariño; ellos saben lo que usted significa para mí.
Ojalá se detuviera el tiempo y su potro no cabalgara para no tener que enlazar nuestras manos ni cerrar los ojos, aunque así tenga que perder la fortuna de ser su amigo eterno, mientras tanto don Orlando, déjeme seguir siendo su amigo y si alguna vez encontramos el camino para volver al pasado, déjeme ser de nuevo su trabajador, querido Patrón.
HERNANDO MARIN LACOUTURE
San Juan del Cesar, Julio 8 de 1996
Señor
HERNANDO MARIN LACOUTURE
Valledupar
Mi querido Hernando: Todos los grandes filósofos, escritores, los grandes poetas, como todos los célebres artistas del mundo, han agudizado su inspiración escribiendo poemas, obras y disertaciones para adivinar lo más predilecto de la creación. Miles de pintores y escultores han grabado en mármol y estampado sobre el lienzo, siluetas, retratos y bustos que los han hecho inmortales. Y aquí está usted, ínclito varón, ocupando un puesto. Ese que le dio la divina providencia, porque usted irradiaba cultura e inteligencia desde su niñez. Usted ha sido buen hijo, buen hermano, gran padre, buen amigo. Y esa huella indeleble nunca el tiempo podrá ocultar en su vida meritoria. Usted ha sido un apóstol de la honestidad y de la responsabilidad a toda prueba. Usted siempre estuvo repartiendo por todas partes el destello de su simpatía. Sencillo y festivo, con la sonrisa cándida y con un gracejo oportuno en sus labios francos. Su tranquilidad de conciencia le permite a toda hora aparecer jovial y expresivo. Y así de esa manera, comenzó a forjar una impecable carrera de compositor eximio.
Mi querido Hernando, yo quiero cabalgar con usted está dicha por muchísimos años y que esa semilla que usted dice, sembré en su alma con sabios consejos, ojalá siga floreciendo en lo mas allá del alba de su pasado y sus recuerdos que están tan íntimamente ligados a su vida.
Quiero en nombre de Ángela y de mis hijos darle los más sinceros agradecimientos por las frases elogiosas con que usted nos ha distinguido y tenga la absoluta seguridad de contar siempre con nuestra admiración inquebrantable y de nuestra amistad sincera. Siga cosechando triunfos hoy, mañana y siempre. Abrazos,
Obsecuente amigo y SS
ORLANDO CUELLO ARIZA
Orlando Cuello Gámez
Cuanta humildad y respeto por echada cual de su cada quien, inmortales e imborrables esas muestra de una amistad sincera .un abrazo y gracias por compartir tan hermoso recuerdo de tus amigos y ancestros.
Cuanta humildad y respeto en eso de cada cual a su cada quien, inmortales e imborrables esas muestra de una amistad sincera .un abrazo y gracias por compartir tan hermoso recuerdo de tus amigos y ancestros.
Indudablemente, al leer estas cartas, estamos confirmando lo grande que fueron Don Orlando y el gran Nando Marín; cuando se leen, queda uno impregnado de esa sabiduría y genialidad de sus autores.
Por fortuna, esos dos grandes seres humanos, dejaron muchos valores en sus hijos y hoy en día nos deleitan con sus actuaciones y profesiones; particularmente he tratado a Juan Pablo Marín y a Orlando Cuello G., y se nota, de lejos, que tuvieron dos extrairdinarios padres. Un fuerte abrazo.
Sencillamente espectacular y poetico de los dos intervinientes. Ejemplo a seguir por parte de sus hijos, familiares y seguidores. Pedazos de papel escritos con el lápiz del alma y del verdadero cariño de amigos.
Excelente registro que adorna la historia cultural de nuestro país, Además del respeto y amistad de dos seres humanos que infortunadamente hemos ido perdiendo.
“De tal palo tal astilla “
Que arte y poesía nos has regalado Orlando. Gracias por ser tan especial siempre.
Un amigo, Andres
Permíteme sugerir mi estimado Landy, que el testimonio de amistad que acabas de revelarnos, me hace pensar que “Muy seguramente en ese misterioso mundo donde habitan los espíritus de tu querido padre, Don Orlando Cuello y el Gran Mando Marín, perdurará el vínculo afectivo de su entrañable amistad”
Que calidad.
Solo tengo que decir que calidad.
Hola Landi. No se me ocurre otra cosa sino decirte GRACIAS. Así en mayúsculas.
Que vaina linda: el respeto, el agradecimiento, el cariño, la humildad, la sabiduría y todos los más caros epitetos que puedan definir la amistad entre dos hombres, reunidos en dos cartas literarias cargadas de un alto contenido poetico