JOSÉ ANTONIO PÁEZ: BOLÍVAR, UN IDEALISTA IMPRÁCTICO

La duda me surgió al visitar la Quinta de San Pedro Alejandrino en Santa Marta, Colombia, donde Simón Bolívar murió el 17 de diciembre de 1830, ese día caluroso, el guía narró, como tantas veces se ha hecho, la escena final de su vida, solo, enfermo, sin poder político, sin ejército, sin bienes, sin familia y sin el afecto de los pueblos que había querido liberar, murió en una casa prestada, lejos de Caracas, lejos de Bogotá, lejos de Lima; lejos de todo lo que alguna vez soñó.

Esa imagen me llevó a preguntarme si Bolívar fue realmente el gran arquitecto de la libertad americana o más bien un caudillo que fracasó en su intento de construir una nación duradera, dos figuras históricas que lo criticaron abiertamente, Karl Marx y José Antonio Páez, ofrecen claves para entender ese fracaso desde perspectivas muy distintas, una ideológica y otra pragmática.

Mientras Marx lo calificó como “el canalla más cobarde, brutal y miserable” en su artículo Bolívar y Ponte (1858), José Antonio Páez, líder militar y político venezolano, lo juzgó desde la experiencia directa; Páez fue su aliado en los primeros años de la independencia, pero con el tiempo se convirtió en su principal opositor, a diferencia de Marx, Páez no recurrió al insulto, pero sí lo consideró un idealista impráctico, incapaz de gobernar con eficacia y de comprender las realidades locales.

Las diferencias entre ambos se hicieron evidentes en varios momentos. Bolívar soñaba con una Gran Colombia que uniera a Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá bajo un solo gobierno; Páez, en cambio, defendía la autonomía de Venezuela y consideraba que esa visión continental era utópica y ajena a las identidades regionales, en eso, el tiempo le dio la razón, la Gran Colombia se desintegró y las naciones siguieron caminos separados.

Bolívar promovía un modelo de gobierno fuerte, centralizado, con un presidente vitalicio y poderes amplios, Páez creía en la descentralización y en el respeto a las autonomías regionales, esta diferencia llevó al conflicto político que culminó en La Cosiata (1826), un movimiento separatista liderado por Páez que marcó el inicio del fin de la Gran Colombia; en su autobiografía, Páez describe con claridad cómo Bolívar se fue aislando, aferrado a un poder que ya no representaba a los pueblos que decía liberar.

Muchos contemporáneos de Bolívar, entre ellos Páez y sus seguidores, estaban convencidos de su incapacidad para construir instituciones duraderas, lo veían como un hombre de discursos grandilocuentes, pero sin estructura administrativa ni visión institucional; su gobierno estuvo marcado por la improvisación, la concentración de poder y la dependencia de su figura personal, al retirarse, Bolívar no dejó una república sólida, sino una región fragmentada y en crisis.

Para Páez, Bolívar se convirtió en un obstáculo más que en un guía, su insistencia en mantenerse en el poder, su desconfianza hacia los líderes locales y su incapacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias lo alejaron de sus antiguos aliados; al final, Bolívar fue abandonado por los mismos pueblos que había querido liberar, nunca aceptó el desgaste de su liderazgo, ni comprendió que su sueño de unidad requería más que voluntad, requería instituciones, consensos y realismo político.

No sigamos tapando el sol con un dedo, Bolívar fue un caudillo con ambiciones descomunales, pero sin la estructura ni el respaldo para sostenerlas, su obsesión por el poder centralizado, su desprecio por las dinámicas locales y su incapacidad para construir instituciones lo llevaron a perder aliados, territorios y credibilidad; murió sin ejército, sin poder político, sin bienes, y sin el afecto de los pueblos que había querido liberar, su legado fue más simbólico que institucional, no dejó una república sólida, sino una región fragmentada y en conflicto.

La historia oficial lo presenta como el Libertador, pero los hechos muestran a un hombre derrotado por sus propias contradicciones.

Fuente verificable: Autobiografía del General José Antonio Páez, escrita por él mismo, ofrece una visión directa y detallada de sus diferencias con Bolívar.

 

Adaulfo Manjarrés Mejía

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