LA CRUEL IRONÍA DEL GNV EN LA GUAJIRA

¡Basta de sometimiento! Es indignante y vergonzoso que el departamento de La Guajira siga siendo víctima del sometimiento y la negligencia de la empresa Terpel. ¿Cómo es posible que la región de donde se extrae el gas natural esté a merced de una sola estación de servicio localizada en Riohacha? Esta situación no solo es absurda, sino una cruel ironía y se convierte en una clara muestra de la falta de respeto y consideración de una empresa hacia los guajiros.

Desde el lunes 26 hasta el sábado 31 de agosto, estuvo fuera de servicio la única estación de Gas Natural Vehicular (GNV) en Riohacha debido a un daño en la máquina compresora, lo que dejó a más de 500 vehículos varados, sin una alternativa para abastecerse. Este incidente no es un hecho aislado; en lo que va del año, la única estación de servicio de Terpel en Riohacha no ha operado durante varios días en diferentes eventos, y el más prolongado ocurrió el pasado mes de abril, dejando a los usuarios sin servicio por más de diez días. ¿Hasta cuándo habrá que soportar esta situación? Es inaceptable la falta de un plan de mantenimiento y reparación oportuno y eficiente.

La empresa Terpel ha demostrado una y otra vez su incapacidad para garantizar un suministro de GNV continuo y confiable. Esta negligencia no solo afecta la movilidad de los guajiros, sino que también genera desconfianza en la prestación del servicio y altera el orden público.

En este contexto, las amenazas de paro y bloqueos de vías son la respuesta legítima de una población cansada de ser ignorada y maltratada, que tampoco ha contado con el apoyo del gobernador ni de los alcaldes, ni de los congresistas de origen guajiro, a quienes quizás no les importa porque prácticamente todos viven en Bogotá. Es decir, La Guajira ha sido abandonada a su suerte, sometida a los caprichos e ineficiencia de Terpel. ¿No les importa?

No hay duda de que el GNV es una alternativa más económica y amigable con el medio ambiente, especialmente ahora que los precios de los combustibles líquidos han aumentado y las dificultades en Venezuela han reducido o eliminado el envío de combustible a Colombia.

Es una cruel ironía que el departamento de donde se extrae el gas natural sea el mismo que sufre por la falta de suministro de GNV. Es hora de que las autoridades locales y nacionales tomen cartas en el asunto y exijan a Terpel una solución definitiva para no permitir que tenga el poder de paralizar una región entera.

Las familias guajiras son las más afectadas. Padres y madres que dependen del GNV para realizar sus actividades diarias, como llevar a sus hijos a la escuela o ir a trabajar, se ven obligados a buscar alternativas costosas y menos eficientes. Los costos adicionales de transporte afectan directamente el presupuesto familiar, generando estrés y preocupación en los hogares. ¿Cómo es posible que una empresa tenga tanto poder sobre la vida diaria de los guajiros?

Los negocios locales también sufren las consecuencias de esta negligencia. Pequeños y medianos empresarios que dependen del GNV para el transporte de mercancías y servicios ven paralizadas sus operaciones. La falta de suministro de GNV no solo afecta la movilidad, sino que también impacta la economía local, generando pérdidas económicas significativas. ¿Cuántos negocios más tendrán que cerrar sus puertas antes de que se tomen medidas concretas?

Hay que exigir un cambio para no permitir que Terpel juegue con el bienestar de los guajiros. Es hora de que la comunidad se una y exija un trato justo y digno.

Por eso, a través de esta columna de opinión, invito a todos los usuarios de GNV, a las familias afectadas, a los empresarios y a toda la comunidad a organizarse para manifestarse pacíficamente y no seguir siendo rehenes de la incompetencia y la indiferencia. No más excusas, no más promesas vacías, sino soluciones concretas y reales. Terpel debe rendir cuentas y garantizar un servicio de calidad, porque los guajiros no merecen menos ni pueden seguir siendo sus rehenes.

Y como dijo el filósofo de La Junta: «Se las dejo ahí…”  

 

Luís Alonso Colmenares Rodríguez 

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