Hace unos 20 años, mi papá me regaló un libro que para ese entonces me pareció genial. Esta semana, con el escándalo de turno del gobierno, lo recordé, ‘La Culpa es de la Vaca’. Una de sus historias, contaba como el cuero colombiano era costoso y de muy mala calidad. Para resumirles el cuento, después de preguntarle la razón de esto a los fabricantes, a los propietarios de las curtiembres, a los mataderos y a los ganaderos, la razón fue concluyente, la culpa fue de las estúpidas vacas.
Y siento decirlo, pero somos un país de gente sin temor a la vergüenza. En donde preferimos quedar como irresponsables o mediocres, antes que aceptar la culpa de habernos equivocado. Una cuestión de ego.
Como si equivocarse fuera un delito indigno. Yo por el contrario, pienso que de algunos errores, salen las mejores historias y casualidades. Lo que está mal es vivir equivocándose, y creerse el cuento de que el que se equivoca está allá, al otro lado, ni siquiera junto o cerca a uno.
Con el reciente bochinche de la posible pérdida de los Juegos Panamericanos en Barranquilla, aquel libro podría sacar una nueva edición. No hay excusa que valga, lo mejor es aceptar la responsabilidad, sin mucho más preámbulo.
Sin mayor vergüenza, el debate se centró en quién tiene la culpa y no en lo que debe ser, cómo lo arreglamos. El gobierno como es acostumbrado ya salió con sus mejores soldados a decir que “fue culpa de Pumarejo, que fue Duque el que no pagó, que esa semana no había plata pero que la otra sí, entre otras”.
Por el otro lado, el alcalde de Barranquilla, demostró que si giró los recursos y el expresidente que sí fue un tema del empalme. Sin embargo, hubo incumplimiento en las fechas de pago iniciales y ante eso, no hay nada que hacer. Pero como en el libro, la culpa es de la vaca.
Esta postura, no es ajena a gobierno y a su oposición, somos todos. Meses atrás, me dio mucha gracia ver al hermano de un gran amigo, echándole la culpa a la rigidez de los palos de golf de su mal swing, y yo por supuesto, le he echado la culpa al encordado de la raqueta de mis malas devoluciones.
Lo que me resulta curioso es la necesidad innecesaria de defender lo indefendible. Porque está bien compartir ciertas políticas y dinámicas, pero por qué defender lo que por todos lados está mal, aun cuando muy en el interior debe existir alguna voz que lo señale. Otra cuestión de ego.
La Representante Mafe Carrascal, sin un mínimo de principio de verificación salió a echarle la culpa al que no le gusta, pero tuvo silencio absoluto para exigirle a la que sí le gusta solo por ser la ministra del cambio (no por más), lo que a todos nos corresponde; diligencia y competencia a la encargada del asunto Astrid Rodríguez, que tuvo tiempo suficiente para hacer su trabajo.
A otros tantos, se les lee en ‘X’ diciendo que para qué unos juegos tan costosos, como si en un mundo paralelo, no hubieran salido a echarlo en cara, si fuese otro diferente a Petro. Definitivamente, aunque los estudios digan que la ceguera es un mal físico, no lo es, es mental.
Si en un inicio, los esfuerzos y los equipos hubieran estado centrados en buscar la solución y no los archivos para librarse de la culpa, seguro el tema no hubiera pasado más que por un susto, no hubiera habido tanto show mediático, ni tanto payaso pago.
Juan Camilo Rocha