LA CULTURA NO DEBE SER EL BURLADERO DE LA INEFICACIA Y DE LA INOPERANCIA

La precisión del lenguaje siempre ha sido determinante para el buen entendimiento y para un exacto conocimiento o aprendizaje.

Aprecio que acojan este enunciado de Cultura porque dentro de sus varias definiciones está ésta que relaciona pueblos, costumbres y tradiciones: “conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época”,

Este conjunto de sustantivos y adjetivos dan identidad, idiosincrasia y distinguen a un pueblo por el constructor de cada proceso de su acervo cultural.

Para entrar en materia sobre el título que identifica esta columna, tomo lo siguiente como referente cultural: respetar a la mujer es un principio natural de la cultura wayuú. Irrespetarla es contra este principio.

La práctica de este principio y su inherente costumbre de respetar, deben ser coincidente, y lo que se haga distinto de él debe definirse como violación de la costumbre o falta de costumbre.

Esa falta de costumbre, como dice la ley, “no exime de responsabilidades”. Y si la costumbre es un aprendizaje, no debe eximirse de responsabilidad a los garantes o tutores de ese aprendizaje sino se construyen buenos hábitos o costumbres que resalten positivamente los valores y tradiciones de una cultura. Y los comportamientos y conductas censurables de un pueblo, o la falta de buenas costumbres no debe signar o estigmatizar a la cultura de un pueblo y su conjunto de conocimientos e ideas, como la responsable de que no tengamos una convivencia asertiva, un comportamiento bueno o acorde a esa convivencia. Esto no autoriza para convertir a la cultura en el fardo disponible para esconder la ineficacia e inoperancia, principalmente, de funcionarios que brindan servicios o dirigen la prestación de servicios donde la comunidad, como agente receptor, sea actor importante para un buen proceder si conoce o se le han enseñado buenas costumbres.

Todo esto que explico es para plantear mi desacuerdo con la famosa frase o sentencia que usan muchos y usamos, “para lavarnos las manos”, constriñendo a que todo mal comportamiento o comportamiento inapropiado “es causa de la falta de cultura, o que esa es la cultura de por aquí”.

Es fácil referirse de esa manera o inculpar cuando, por ejemplo, si se sube a un bus una dama y no queda puesto para que se siente y los caballeros no le brindamos la silla, entonces es culpa de la cultura. No. Eso es culpa de la mala costumbre, o de la falta de educación en casa. No es culpa del principio cultural cuyo espíritu es atender a la mujer. Eso pasa porque somos desatentos, no tenemos la buena costumbre que la urbanidad de Carreño nos enseñó. No podemos asimilar la equidad de género para dejar de ser caballeros y hombres de buenas costumbres, sobre todo, cuando hay mujeres que ceden a un adulto mayor que ellas, hombre o mujer, su puesto. Esto es buen hábito, educación o sumisión al principio cultural. ¡Así debe ser!

La otra parte de mi desacuerdo es que los funcionarios públicos, cuando su gestión no ha sido cumplidora de su deber, no han alcanzado índices favorables en la sagrada misión de su cargo, o sí en el objetivo de sus funciones son pésimos sus resultados, enseguida recurren a la manida costumbre de echarle culpa a la cultura de la gente.

Yo no quiero exculpar comportamientos de mucha gente que son difíciles, casi indomables y con un inmenso grado de dejadez y “qumeimportismo” por, incluso, acciones que son para su propio beneficio, pero si fuera cultural desde el punto de vista ancestral y de tradiciones, el mal comportamiento debería ser uniforme: nadie atiende, nadie aprende, nadie cumple. Pero si una parte importante de la comunidad cumple con su deber, acepta y practica las instrucciones e inducciones que se le infunden usando buenas estrategias de enseñanzas para el aprendizaje, significa que la gestión de ese funcionario o de ese director de la función bajo su responsabilidad, lo está haciendo bien, está sacando adelante la tarea, está implementando buenas costumbres y por lo tanto, al final, por la fuerza de la costumbre se convertirá eso en un buen hábito que se enraizará en la población.

Indiscutiblemente, a la gente si se le enseña bien y se le inculcan apropiadamente buenas costumbres, con el pasar del tiempo al adoptarlas, esas buenas costumbres se convierten en parte imperante de su portafolio de costumbres buenas que van asumiendo como línea de vida, por tanto, no habrá lugar para echar mano al facilismo inculpando a los demás y a la cultura cuando los que fallan son los responsables en lo que es su compromiso misional. Esa falla es, sin discusión, ineficacia e inoperancia.

Señores funcionarios públicos y privados que tienen responsabilidad de manejar situaciones y circunstancias con las comunidades: planeen, adapten y estudien las características idiosincrásicas de las comunidades donde les toca cumplir a ustedes con su deber o trabajar para que no sea la cultura tradicional o ancestral el burladero de la dejadez, o la responsable de todo incumplimiento. Construyan cultura intelectual, comportamental y de conocimientos en las comunidades. Propicien el fomento de buenas costumbres para que mejoren el indicador que su obligación laboral y misional les impone. Así se acaba el echarles la culpa a otros.

Rodrigo Daza Cárdenas

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