¿Es la Democracia un sistema de Gobierno o la búsqueda de un conjunto de valores?
Se repiten frases como «hay que defender la Democracia» y al mismo tiempo se constata que «Disminuyen las democracias» o que «las democracias están perdiendo terreno ante los populismos».
Es claro que a esa palabra ‘democracia’ se le están dando dos sentidos diferentes.
El uno hace alusión a un concepto abstracto de un conjunto de valores que se idealizan; el otro a una forma de régimen político concreto de los países que tienen determinadas instituciones con las cuales se aspira y se supone que se promoverán esos valores.
No es lo mismo defender un conjunto de valores que defender un modelo de gobierno. La aspiración a la defensa de esos valores no cambia, pero la eficiencia y aceptación de ese modelo gobierno se encuentran en evidente y franca decadencia
Nuestro régimen democrático (lo que han resuelto que es la ‘Democracia’ que hay que defender a toda costa) no es un absoluto abstracto encarnado en ese nombre sino una estructuración jerárquica tanto como sistema de gobierno como escala de valores.
En cuanto a valores lo más alto es el derecho del pueblo a participar en las decisiones que lo afectan, o sea como lo dice su etimología, el ‘gobierno del pueblo’. Esto con el objeto de una mejor distribución no sólo del poder sino de la riqueza y de las oportunidades (básicamente el derecho a la educación, a la salud, al trabajo, a la vivienda digna, etc). Representadas o motivadas en los objetivos de ‘justicia social’, equidad (mal confundida con la igualdad), la dignidad como seres humanos (la vida y la libertad entendida como lo contrario de la esclavitud y eventualmente de la opresión), y la promoción y defensa de los derechos humanos, derivando este último nivel en las libertades públicas, de opinión de expresión, de movimiento etc.
Como modelo de gobierno, también es un sistema de niveles: una última manifestación son las leyes; éstas operan alrededor del sistema de pesos y contrapesos (poderes ejecutivo, legislativo y judicial y órganos de control), en la etapa de la ‘democracia representativa’; de ahí para arriba está la Jurisdicción Constitucional (con la Tutela y la Corte Constitucional) como derivada a su turno de la Constitución misma (lo que el Juez Americano Marshall en el fallo de Marbury vs. Madison definió como ‘Judicial Reiew’ o sea la facultad de control de la superioridad de la Constitución sobre las leyes, y en consecuencia del control constitucional sobre el poder del legislador); más arriba, el texto de la Constitución reconoce cada vez más al poder constituyente, es decir el que la misma institucionalidad contempla (incluida la Consulta Popular y las figuras de la ‘democracia participativa’); y, cuando la institucionalidad misma no responde, no queda sino el caos o sea la revolución.
Lo que es difícil de acuerdo a la información que nos transmiten es entender que lo que nos dicen como verdad no es, como sería deseable que lo fuera, la verdadera y completa relación de los hechos; con las narrativas se busca convertir una selección de hechos en lo que hoy llamamos una post verdad, o sea una interpretación coherente pero falsa, transmitida a través de los medios o de las redes sociales. Los ‘informadores’ crean una realidad, pero no responden por ella. Los políticos se sirven de eso. En Colombia la narrativa de Petro es que él representa la voluntad del pueblo; la de los opositores se basa en atribuir le propósitos y atacar lo por ellos (reelegirse, una Constituyente, volvernos una Venezuela). Petro se pretende representante de la Democracia por sus valores idealizados; sus adversarios buscan que entendamos por Democracia el sistema con las instituciones tal como han funcionado (o en teoría hubieran debido funcionar).
El dilema que se presenta es que antes de proclamar que se debe respaldar la institucionalidad habría que legitimarla (en su ideario y en su funcionamiento). Y que quienes dicen que toca salvarla son quienes justamente hasta hoy la han representado y manejado, construido aquello de lo que hoy protestamos.
Juan Manuel López Caballero