LA EXPULSIÓN DE LO DISTINTO

Del libro de ensayos del escritor Byung-Chul Han (Die Austreibung des Anderen, 2016), filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, quiero compartirle algunas notas y reflexiones de una de sus piensas de pensamiento moderno: El Terror a lo igual. Expresa el autor que, en el presente, la proliferación de lo igual constituye una de las alteraciones patológicas que aqueja el cuerpo social, enferma en demasía no por el exceso de comunicación y de consumo, sino por la permisividad y la afirmación. Además, defiende la tesis de que el signo de los padecimientos en los tiempos actuales no es la represión, es la depresión. Si, la presión destructiva del hombre no viene del otro, del exterior, proviene del interior, del infierno de Dante que abrigamos en el infinito cosmos del Yo.

El ensayo inicial del libro nos vende la idea de que, a causa de su positividad, el violento poder de lo igual resulta invisible, como todas las fuerzas poderosas que mueven a la humanidad. Por otra parte, la negatividad de lo distinto da forma y medida a una mismidad. Sin ella se produce una proliferación de lo igual. Afirma con sustento, que lo mismo no es idéntico a lo igual, porque siempre aparece emparejado con lo distinto. La mismidad tiene una forma, un recogimiento interior, una intimidad fruto de la diferencia con lo distinto.

Basado en el texto, podemos decir que el terror de lo igual alcanza hoy todos los ámbitos vitales. Viajamos por todas partes sin tener ninguna experiencia. Uno se entera de todo sin adquirir ningún conocimiento. Se ansían vivencias y estímulos con los que, sin embargo, uno queda siempre igual a sí mismo. Se acumulan amigos y seguidores sin experimentar jamás el encuentro con alguien distinto. En fin, los medios sociales representan el grado nulo de lo social. La interconexión digital y la comunicación total no facilitan el encuentro con otros. Más bien sirven para encontrar personas iguales, que piensan como nosotros, haciéndonos pasar de largo ante los desconocidos y quienes sean distintos. Nos enredan en un inacabable bucle del yo y, en último término, nos llevan a la «autopropaganda que nos adoctrina con nuestras propias nociones».

Al principio, la interconexión digital se vendió como la experiencia peculiar de la acogida y la repercusión. Hoy, la red de la telemática es una caja de resonancia especial, en una cámara de eco de la que se ha eliminado toda alteridad, todo lo extraño. La verdadera resonancia presupone la cercanía de lo distinto. Empero, en la actualidad, la cercanía de lo distinto deja paso a esa falta de distancia propia de lo igual. La comunicación global solo consiente a más iguales o a otros con tal de que sean iguales. Y por ello, podemos decir que la cercanía lleva inscrita la lejanía como su contrincante dialéctico. La eliminación de la lejanía no genera más cercanía, sino que la destruye. En lugar de cercanía, lo que surge en nuestros tiempos es una falta total de distancia. Según Byung-Chul Han se desconoce que la cercanía y la lejanía están entretejidas. Una tensión dialéctica las mantiene en cohesión. Se medían igual que lo mismo y lo distante. Y nos recuerda que «ni la falta de distancia ni lo igual contienen vida». Esa falta de distancia que es propia de lo digital elimina todas las modalidades de la cercanía y la lejanía, y todo queda igual de cerca e igual de lejos.

Luego en un párrafo inspirador no sumerge en la distinción y la redefinición de rastro y aura de W. Benjamin: «El rastro es la manifestación de una cercanía, por muy lejos que pueda estar aquello que lo deja. El aura es la manifestación de una lejanía, por muy cerca que pueda estar aquello que la irradia»

Al final, el ensayo nos deja una enseñanza brutal: «Somos muñecos cuyos alambres mueven unos poderes desconocidos. ¡No somos nosotros mismos! ¡No somos nada!».

Arcesio Romero Pérez

Escritor afrocaribeño

Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI

DESCARGAR COLUMNA