LA GENERACIÓN DE LOS POLÍTICOS DE CRISTAL

La historia política mundial siempre ha estado plagada de protagonistas que tienden a dejar legados, sea de progreso o destrucción, esos resultados trascienden conforme a la capacidad de manejar las masas a su antojo por lo que ejecutan estrategias burocráticas, crean simbología  y transfieren la responsabilidad de la continuidad a su respaldo, en la contemporaneidad le suman el manejo de las cuentas personales de redes sociales para la promoción de sus complejos, porque no se puede catalogar de otra manera.

Para muchos de los lectores estas características se acercarán a situaciones locales del lugar donde residen, debe ser así, porque esta clase de figuras no son únicas a pesar de su creencia de ser especiales e irrepetibles, están esparcidos en todo el mundo plagando de falsas creencias a una sociedad que se caracteriza por rechazar la educación para concentrarse en el crecimiento del ocio y el entretenimiento como factor vital, creando sofismas sobre la imposibilidad de movilidad social de manera personal con esfuerzo, sino que debe ser patrocinada desde la institucionalidad; ejemplos muchos conocemos que en una misma familia algunos decidieron estudiar y otros no, generalmente las condiciones de vida de quienes decidieron instruirse son mejores que las que escogieron otra cosa, pero eso lo siembran los politiqueros precisamente para poder controlarlos.

Estos caudillos aprendieron a entender que el arte de conocer la imaginación de las masas es conocer el arte de gobernar como lo diría Gustave Le Bon: «Son siempre los lados maravillosos y legendarios de los sucesos los que más las impresionan. Así, los grandes hombres de estado de todas las edades y países, comprendidos los más absolutos déspotas han considerado la imaginación popular como el sostén de su poder». Napoleón dijo al Consejo de Estado: «Comulgando en público terminé con la guerra de la Vendée; haciéndome pasar por musulmán me establecí en Egipto; con dos o tres declaraciones papistas me ganaré a todos los curas de Italia».

Definitivamente es el control de las masas a lo que le apuntan los politiqueros, pues no se pueden confundir con un personaje político, sus fines no apuntan a la capacidad para influir en las decisiones políticas y democráticas de la Nación con el fin de garantizar los derechos de los ciudadanos; no definitivamente no, son las ganas de poder y autoridad para contar con reconocimiento y acrecentar su patrimonio personal y satisfacer egos; sin embargo, son frágiles como una tacita de té, no aceptan que son seres terrenales como los otros que desprecia pero que tácticamente necesita para sustentar su poder, mostrando características similares con las personas pertenecientes a la generación de Cristal desarrollada por la filósofa Montserrat Nebrera.

En la República Bananera afloran muchos que consideraré en adelante políticos de cristal, quienes han desarrollado particularidades en su forma de reaccionar frente a quienes difieren de su régimen, eso si todo el tiempo están pegados en el celular, la tecnología es fundamental para su día a día, tienen poca tolerancia a la crítica y  frustración, necesitan reconocimiento constante, desobediencia a autoridades superiores, capacidad ´para victimizarse y trasladar ese seguimiento a sus seguidores; no se les puede cuestionar porque lo catalogan como persecución; justifican su ineficiencia haciéndose víctimas cuando son ellos los victimarios; rompen relaciones con otros sectores de la sociedad y no gobiernan para quiénes no aprueban su gestión y ponen a sus legiones de súbditos a censurar a sus críticos con la política del odio. Además de eso, tienen una capacidad excepcional para embrujar y envolver con promesas, renders, discursos populistas y la ‘planeación de obras faraónicas que terminan paseándose como los elefantes de Samper, su especialidad es romantizar las necesidades y postularse como la tabla de salvación.

Hay algo cierto en el dicho popular que masificó el cacique de la junta   En las calles se dice:  Se acerca el fin de una historia, se cierra un ciclo de un ideal que se perdió en la adulación, reverencia y adoración al personaje que se desvió, se enamoró del poder y de sí mismo; se hicieron cosas, pero no las mejores ni las que se necesitaban.

Aun así, en el ocaso los esbirros y cortesanos tratan de cambiar la realidad de su ineficiencia buscando hechos, noticias o comportamientos ajenos para criticarlos, hay que ser muy caradura para seguir fracturando la sociedad con discursos retrógrados, mientras lo que tienen entre manos se derrumba.

Es urgente trabajar la política para el bienestar de todos no de los que se marcan en las listas y planillas; desde sus sillas no ven que la situación no está como los aduladores se las comentan.

La sociedad exige lo que hoy no es su prioridad salud, educación, servicios públicos y agua, no disputas ni odio de clases.

*Aplica a varias entidades territoriales en las que se debe felicitar a los cajeros automáticos porque dan plata, ya que adoran más que a Dios a los líderes que hacen lo que deben hacer y entre otras cosas les pagan de los impuestos que como ciudadanos aportamos.

ADAULFO MANJARRÉS MEJÍA

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