Hemos afirmado en otros escritos que “en el principio los hombres tuvieron la ayuda de los dioses para gobernar, o fueron ellos mismos –los dioses- quienes gobernaron los pueblos, y luego lo hicieron sus hijos, hasta que los hombres recibieron la indicación de hacerse capaces para hacerlo”.[i]
De aquí salimos directamente a nuestra reflexión política de hoy, fundada en el precepto de que los hombres tenemos la tarea “ordenada por los dioses” de aprender a gobernarnos sin estar sujetos o condenados a la indignante situación de “matarnos unos con otros” por no saber lo que queremos y no poder compartir lo que tenemos.
Pareciera, por nefasta coincidencia de realidades, que es esta cruda falta de consciencia de lo colectivo lo que nos impide vivir en paz y trabajar unidos para construir un futuro mejor para todos. No podemos esperar que “los dioses” gobiernen por nosotros, tampoco que tengamos ayuda “divina” cada vez que nos corresponda escoger nuestros gobernantes, porque es una tarea que nos corresponde asumir con toda nuestra capacidad e inteligencia.
Somos sólo nosotros y únicamente nosotros los responsables de hacerlo como sociedad que encuentra el camino de reunirse para pensar qué es lo que más le conviene y decidir a quiénes entregar la responsabilidad de conducir los asuntos de este heroico país. Solo después de unir ilusiones, deseos y voluntades, nuestra sociedad tendrá la oportunidad de conducir un proyecto concertado y genuinamente apropiado por todos para conducir el país por sendero seguro. En mejores palabras, somos nosotros y solamente nosotros quienes tenemos que encontrar la forma de ser una Nación unida y en paz, y esto a pesar de nosotros mismos, tal como dijera David Bushnell en su recuento histórico desde los tiempos precolombinos hasta el presente. [ii]
Pero concedamos la posibilidad que las mujeres y hombres que se quieren someter al escrutinio del pueblo han tomado juiciosa nota de la grave situación por la que atraviesa el país y la urgencia de conducir un buen gobierno, como primera y quizás única alternativa para que el país sobreviva a su propia forma de ser y no insista en la ruta hacia el desastre. Aun así, es mejor indagar primero, y quedar convenientemente seguros, que sí se ha cimentado en ellos una consciencia clara de lo que corresponde hacer cuando alcancen la más alta esfera de poder. El país tiene el deber de cuestionarse si son capaces y competentes, pero no podrá juzgarles en tanto adolece de los instrumentos, y tampoco dispone del tiempo necesario para conocerle a cada uno bien en el fondo, en el propio terreno de sus propuestas, de tal modo que podrá apenas escucharles en lo que escasamente recogen los medios, y con suerte hacer acopio de sus propuestas para sustentar desde allí su voto. No es lo usual, eso lo sabemos, que el elector acostumbre a razonar su voto y ponga en la balanza algunos criterios de priorización y relevancia, que es el ejercicio político serio y responsable que se necesita en estos precisos momentos, porque la norma general es que la mayoría de las personas siga decidiendo su voto por conveniencia emocional o por simple afinidad, cuando no sea por la indecorosa y putrefacta vía del “voto vendido”.
En todo caso hemos de suponer que los tiempos cambian para mejor y que los candidatos vendrán apercibidos de los argumentos necesarios para hacerse distinguir en medio de un maremágnum de propuestas buenas, así como de disparates. Todos propondrán soluciones, algunas más atrevidas que otras, y de seguro bien intencionadas, claro, con la excepción de aquella que se escuchó no hace mucho en la cumbre bancaria en Cartagena, de boca de un outsider que ofreció “balín ventiao” para todos los maleantes en Colombia. No debería pasar más allá de ser una simple afirmación emotivo-exaltada que surgió como producto de la euforia del momento, pero no se quedó allí, dado que fue una postura ampliamente aplaudida por la encumbrada conferencia, lo cual constituye prueba del calibre de las afirmaciones que escuchará el país en medio de la campaña que se avecina y de las actitudes contradictorias que podrán verse entre el público en general. La paradoja está en que todos quieren la paz, pero aplauden “el balín ventiao”.
En el tiempo que viene hacia delante, que será pleno de debates y confrontaciones, podrá verse de todo, y será de esperar que más de uno se centre en las “medidas que tomará durante su gobierno para resolver los problemas más acuciantes del país”, ojalá sin perder de vista que apenas podrá lograrse aquello y justamente aquello que se complete durante el fugaz período de gobierno. Esta sería una postura normal que llamaría con fuerza la atención de los electores, sin embargo, podrán distinguirse algunos que pueden perder de vista esa condición, lo cual nos deja frente a un problema de visión que casi nunca se nota pero que es una debilidad radicada en la falta de pensamiento sistémico en una gran mayoría de burócratas que, subidos de ego, se aventuran a verse a si mismos como “Jefes de Estado”.
La “visión del Burócrata” se hace evidente en aquellos candidatos y candidatas que desarrollan su discurso en torno a la acción inmediatista “para llegar a soluciones concretas que demandan medidas urgentes”, tratando de vender una imagen de “gobernante eficiente” pero sin lograr anticipar implicaciones y efectos medibles y controlables en el corto y largo plazo. Se quedan en una mirada de corto alcance que, aunque sí se traduce en soluciones válidas y corrige situaciones críticas determinadas, suelen carecer de poder trasformador para garantizar su sostenibilidad en el largo plazo. Son, entonces, acciones de poca profundidad para penetrar en los malestares sociales de la Nación y sin efecto transformador de fondo.
Cosa distinta es cuando la candidata, el candidato, identifica y desarrolla soluciones profundas que conducen a trasformaciones estructurales que sí producen efectos en el corto plazo pero que, además, garantizan su permanencia en el tiempo y efectos continuados en el largo plazo, lo cual llamaremos “visión de Estadista”, que es la que reclama hoy un país que vive situaciones de crisis en diversidad de campos de la vida nacional. Les ruego a mis lectores revisar mis columnas anteriores, que hacen parte de este análisis seriado y ayudan a conformar esta secuencia de pensamiento. [iii]
La cuestión está en hacer posible el redireccionamiento efectivo del Estado como organización capaz de resolver los asuntos que demanda el país con urgencia, para conducir la tarea de Gobierno en un sentido que permita vislumbrar de nuevo una luz de futuro promisorio. Si me fuese permitida mi opinión, diría que fue Carlos Lleras Restrepo un verdadero ejemplo en este aspecto, logrando durante su gobierno acertadas trasformaciones institucionales que fortalecieron la gestión del Estado durante más de dos décadas para conducir los esfuerzos hacia objetivos de desarrollo de alta jerarquía. Las décadas del setenta y el ochenta hablan de ese resultado. Así, de ese modo, queda representada la verdadera esencia del trabajo de un Jefe de Estado, no como persona que a duras penas se ocupa de lo que tiene al frente, sino que tiende su mirada hacia las causas y razones profundas de las anomalías que debilitan y frustran el desarrollo del país para que, corregidas, permitan que la Nación entera retome la ruta del bienestar y la prosperidad que merece. Si quisiéramos plantear un indicador que confirme lo dicho, bastaría con observar cómo avanzamos, no en un sentido franco de prosperidad y bienestar general sino en el de la precariedad extendida, la pobreza y la amargura.
La necesidad de fortalecer el Estado, por consiguiente, y su perfeccionamiento para la gestión oportuna y eficiente, blindándole en su estructura y sus instrumentos de acción, es la tarea que marca la línea prioritaria de trabajo para las próximas décadas. Los “estadistas” saben eso, los “burócratas” quién sabe. Se impone la obligación de proteger el Estado y resguardar la Constitución, que son los pilares principales de esta Nación, y todo ello en beneficio del común y nunca para el favorecimiento de intereses personales, infectados de egoísmo y soberbia, tal como se evidencia día tras día con el ya famoso “Gobierno del Cambio”.
La tarea de conformar un Estado óptimo y una Nación estable nunca termina, de allí la necesidad que la cosas sean tratadas con “visión de futuro”, lo cual significa que es un trabajo que no se hace necesariamente para los cuatro años de un período de gobierno sino para el tiempo que está por venir. Por ello se insiste en la indiscutible conveniencia de elegir los mejores hombres y mujeres para esta desafiante tarea de gobernar un país que sufre “hasta la sangre” las consecuencias de una cadena ya muy larga de malos gobiernos que nunca lograron conducir el país hacia el destino de grandeza, poder y abundancia que podía tener a estas alturas de su vida Republicana. ¿Cuántas de aquellas mujeres y hombres que pretenden ser elegidos para la Jefatura del Estado y el Congreso de la República en el próximo 2026 se acercan siquiera a esta condición? ¿Quiénes dan la talla, verdaderamente? ¿Cuáles de entre ese grupo de aspirantes son los indicados para guiar el país por una ruta segura de transformación verdadera?
El momento que se vive es de una trascendencia manifiesta en la que se hace necesario aglutinar la sociedad entera en la búsqueda de salidas de la encrucijada a la que nos ha llevado la apatía y la falta de compromiso. Los partidos políticos, en tanto organizaciones renovadas, podrían ser de nuevo una vía expedita y convincente, pero tienen primero que reexaminarse a fondo para volver a ser un referente confiable para el común de las personas, a fin de ser una instancia apropiada para convocar y vincular a la sociedad a la vida política del país, que no es hacer parte de la llamada “clase política”, que es un engendro que no tiene ninguna legitimidad hoy. La sociedad necesita aglutinarse en torno a principios e ideales ciertos que logren introyectar en cada ciudadano la utopía del bien, no la de la confrontación y el resentimiento, y en eso los partidos pueden y deben cumplir un buen papel. El país no necesita fuego, necesita luz. El país no necesita sombras, requiere claridad sobre la ruta hacia sus objetivos más pertinentes. Será ese el mensaje que recibirán los ciudadanos como respuesta política sólida y contundente que les satisface y le llama a la unión.
Será ese el espacio que debe recuperar la sociedad en general, en torno a un ideal de país en el que todos puedan hacer pleno aprovechamiento de su libertad para hacer “parte de la transformación”, de donde se deriva la oportunidad de poder vivir bien, El país necesita confiar en sus líderes para unirse en torno a una causa de vida colectiva que es superior a las diferencias, que de hecho son connaturales en todo colectivo humano que piensa, pero que les inspira para unirse y marchar al lado de los demás como un solo cuerpo. Esa transformación política en torno a un Estado digno y eficiente, lo mismo que en torno a instituciones políticas transformadas, puede ser una alternativa mucho más atractiva para las gentes de hoy, en particular los jóvenes y todos aquellos grupos sociales que vienen desarrollando dinámicas colectivas para generar conocimiento, identidad y pensamiento. En consecuencia, será de allí que obtendrá el país elementos para configurar y consolidar una consciencia política que le lleve por nuevos senderos de paz y vida pública. Si la sociedad en general adquiere tal actitud y conducta hacia lo político, pensará mejor, se movilizará mejor y elegirá bien.
En un escenario hipotético, si las gentes de toda clase y condición gozan de un criterio político formado y bien intencionado, podrán elegir con objetividad y se inclinarán por las mejores opciones. En contrario, si todo se mueve en torno a la imagen y favorabilidad de los aspirantes, el país volvería a correr el riesgo de elegir el más hablador, el más embaucador, el más irresponsable a la hora de sustentar sus propuestas de gobierno, casi de seguro infectadas de populismo barato, y se perdería de nuevo la oportunidad de contar con el mejor para gobernar.
¡El momento de gobernar en serio es ahora!!!
[i] MONCALEANO A. Arturo, “Y los hombres gobernaron los pueblos…” Ensayos en Sociología Política No.5. Bogotá D.C Impreso. Febrero (2025) 35pp.
[ii] BUSHNELL David. “Colombia, una Nación a pesar de sí misma” chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://historiadecolombia2.wordpress.com/wp-content/uploads/2012/09/bushnell-david-colombia-una-nacion-a-pesar-de-si-misma.pdf
[iii] Magazine OjoPelao – https://ojopelaomagazine.co “Hagan Fila, Señores” (Ed 225) – Junio de 2025; “Tiempos turbulentos, tiempos de elegir…” (Ed. 226) Junio de 2025.