¡Presagio! El día de vencimiento para declarar los impuestos llegó como un tormento anunciado. Los contribuyentes y asesores tributarios lo sabíamos: la plataforma MUISCA de la DIAN iba a colapsar. Lo que parecía ser un simple trámite se convirtió en una experiencia frustrante y desesperante para miles de personas, cuyo único «pecado» es cumplir con el deber ciudadano de declarar impuestos a tiempo.
No es la primera vez que ocurre y, si las cosas siguen así, no será la última. Desde la semana pasada, el MUISCA ha estado presentando fallas continuas que han paralizado la labor de cumplir con las obligaciones tributarias. Largos y desesperantes tiempos de espera, fallas para cargar la información, firmar las declaraciones, guardar los borradores y, lo más preocupante, errores en el cálculo de los impuestos a pagar. Como si fuera poco, la plataforma se suspende de manera constante, dejando a los usuarios en un limbo de incertidumbre y estrés.
Pero lo que más indigna es la postura de la DIAN frente a esta situación. ¿Realmente entienden el caos que están generando? ¿Se han puesto en los zapatos de los contribuyentes, de los contadores, de las empresas que dependen de un sistema eficiente para poder cumplir con la ley? Parece que no y deben asumir su responsabilidad en este caos, que no se resuelve con comunicados de prensa a última hora ni con disculpas superficiales.
Desde la DIAN, se ha mantenido una actitud indolente, como si las vidas y los negocios que dependen de cumplir a tiempo no importaran. La DIAN sigue insistiendo en que, pase lo que pase, llueva, truene o relampaguee, los contribuyentes deben cumplir con el calendario tributario, como si este fuera un dogma incuestionable, más importante que la estabilidad emocional y financiera de las personas y las empresas.
Las consecuencias de esta ineptitud son profundas y alarmantes. No se trata solo de unos días de malestar; estamos hablando de un impacto económico real, de un daño irreparable a la confianza de los ciudadanos en las instituciones del Estado y de un deterioro significativo en la calidad de vida de los contribuyentes.
¿Es justo que el contribuyente tenga que pagar por las deficiencias en la plataforma de la DIAN?
Cada vez que la plataforma MUISCA falla, las consecuencias no son solo económicas. Hay un daño intangible, igualmente grave, en la confianza de los ciudadanos, se deteriora la imagen de la DIAN y se reduce la confianza en el sistema tributario.
La DIAN debe realizar una revisión exhaustiva de sus sistemas y procesos, y entender que su ineficiencia no solo es un problema técnico; es un problema social y económico de grandes dimensiones. La angustia que sienten los contribuyentes porque no pueden cumplir sus obligaciones, la presión que sienten los contadores porque no pueden realizar su trabajo, el estrés que genera en las familias que dependen de realizar trámites a tiempo, todo tiene un costo que no puede ser ignorado. ¡Son los costos ocultos!
Es inaceptable que una plataforma como MUISCA siga presentando deficiencias con las herramientas tecnológicas que hoy existen. La DIAN tiene la responsabilidad de garantizar que los contribuyentes puedan cumplir sus obligaciones de manera eficiente y sin obstáculos innecesarios. No se trata de pedir un favor, se trata de exigir un derecho.
Este es un llamado urgente para que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto. No podemos seguir tolerando una plataforma que no está a la altura de las necesidades de los contribuyentes, sino una solución real para garantizar que no volverán a vivir esta pesadilla cada vez que tengan que cumplir con sus obligaciones tributarias.
Los contribuyentes merecen respeto, y es hora de que la DIAN lo entienda de una vez por todas. El Estado tiene la obligación de facilitar el cumplimiento de las obligaciones fiscales, no de convertirlo en un viacrucis.
Si la DIAN no puede cumplir con su función de manera eficiente, entonces deben reformarla y, si es necesario, sustituirla por un sistema que realmente funcione. No solo está en juego el cumplimiento de una obligación, sino la confianza en todo un sistema que debe ser transparente, eficiente y, sobre todo, justo.
Y como dijo el filósofo de La Junta: «Se las dejo ahí…”
Luís Alonso Colmenares Rodríguez