La figura del general Rafael Uribe Uribe (1859-1914) fue siempre parte de los relatos que llenaron de contenido mi infancia. Ese liberal legendario había llegado hasta la casa de mis antepasados durante la guerra de los Mil Días en busca de mi bisabuelo, un comerciante liberal llamado Ramón Pana. Uribe Uribe gestionaba en el Caribe armas y pertrechos para su ejército que solían desembarcar en el puerto marítimo de Carrizal cercano al Cabo de la Vela. Era una operación riesgosa porque las costas eran patrulladas por las embarcaciones gobiernistas Nelly Gassan, Boyacá y Córdoba. Todas estas naves se hallaban dotadas de cañones que frecuentemente hostigaban las posiciones costeras de los liberales. La Nelly Gassan ya había atacado los depósitos de mercadería de mi bisabuelo situados sobre el litoral
Ante la amenaza que representaban estas cañoneras el general Uribe asignó a dicho lugar a un militante liberal de apellido Arosemena con una pieza de artillería. Esta arma debía repeler los ataques de las naves conservadoras si se presentaban de nuevo frente a la costa. Una mañana el general Uribe desembarcó en Castilletes proveniente de la isla de Curazao. Siguió hasta Taroa y de allí se dirigió a Carrizal, ese antiguo e histórico puerto de pescadores de perlas. Mi bisabuelo se encontraba ausente por lo que correspondió a su mujer Conchita Uliana atender al ilustre visitante. Mi bisabuela era una indígena rubia y flemática hija de un marinero inglés de apellido Fancy. Pasado un día de espera Uribe siguió en dirección a Tucuracas pero olvidó en la casa su preciado reloj de bolsillo con una cadena de oro. Al percatarse del olvido mi bisabuela envió dos jinetes indígenas quienes le alcanzaron y le devolvieron su preciada leontina. El general conmovido le envió una nota de agradecimiento.
Este relato formó parte siempre de la memoria familiar que se recreaba a las horas de las comidas. Un día, leyendo la Historia del Departamento del Magdalena de José María Valdeblanquez, encontré inesperadamente la versión histórica de este hecho. El autor de dicha obra dice que un amigo conduce al general Uribe “por la misma vía de tierra al Puerto de Carrizal a la casa de otro liberal, Ramón Pana, en donde pernoctó ese día y lo atendió la compañera de Pana, una autóctona de la pampa. Allí se le quedó algún objeto olvidado que le aseguró la compañera”. La nota se extravió, pero la memoria familiar conservó esta anécdota.
Valdeblanquez, quien es tío materno de Gabriel García Márquez, nos cuenta acerca de la campaña seguida por Uribe desde Riohacha hasta los duros combates de Ciénaga en donde el ejército liberal fue derrotado. Es ese uno de los momentos en el que convergen nítidamente el personaje literario del coronel Aureliano Buendía y la figura histórica del General Uribe Uribe. Allí muere el artillero Arosemena. Cuenta uno de sus biógrafos que los tiradores gobiernistas le cortaron a tiros parte del chaleco y la solapa al caudillo liberal a lo que este reaccionó diciendo “estos godos del carajo creen que yo tengo un almacén de ropa”.
Al conocer este comentario su amigo, el general conservador Francisco Pichón, siguiendo las leyes guajiras, le encargó a Maracaibo un costoso traje de cachemir para compensar la falta cometida por sus copartidarios.
Weildler Guerra Curvelo