LA PARADOJA DE LA TIERRA DE LOS SIMIOS 

En una tierra robusta y enriquecida, habitada por una peculiar raza de simios atrapados en una paradoja temporal entre lo primitivo y lo moderno. Aunque sus mentes son primitivas, su comportamiento desafía la lógica, ya que visten ropas flamantes y de alta costura, portan corbatas de satín y zapatos de tacón, conducen vehículos de alta gama y observan su realidad y ficción en amplias pantallas inteligentes, emulando normas de etiqueta y educación; intercambiando saludos matutinos, abrazos de consuelo y hermandad, y besos de mejilla como gesto de cercanía.

Sin embargo, esta tierra ha sido sometida a un peculiar asalto por parte de una plaga de roedores astutos, disfrazados con pieles de simios, quienes han logrado gobernar a través de estrategias populistas y demagógicas. Como el flautista de Hamelin, estos roedores encantan a los simios, y estos últimos siguen ciegamente el sonido oligarca que les ofrecen.

La llegada de los roedores trajo consigo los juegos del poder y el hambre; la religión y la política a la sociedad simia.  Estos juegos se convierten en pasatiempos favoritos, sus costumbres religiosas, aunque introducidas, parecían más una fachada social que una verdadera devoción. Los simios veneran símbolos e imágenes alóctonas, participando en largas jornadas de confesión y arrepentimiento los fines de semana. Arrodillados y entregados a la oración dentro de los templos, parecen llevar una vida ejemplar, sin embargo, al abandonar estos lugares sagrados, sus acciones contradecían sus aparentes virtudes, sumergiéndose en el pecado, los prejuicios y la hipocresía, cometiendo más pecados de los que confiesan.

En el ámbito del juego político, los roedores se autodenominan candidatos y dirigen un circo político, con un gabinete de simios sumisos actuando como bufones. Estos juegos políticos y religiosos se convierten en eventos extremos, practicados más que cualquier otro deporte. Los simios menesterosos, mayoría vulnerable y excluidos dentro de esta sociedad, muy poco razonan debido a la falta de educación que es secuela del mantenimiento de la pobreza por parte de los roedores que gobiernan y cuando retiran el empaque a la lógica de sus cerebros, son castigados cruelmente; con la desigualdad, la falta de oportunidades y delimitación al empleo digno, porque en la tierra de los simios la meritocracia está abolida y la libertad de pensamientos, doctrinas y expresión  están prohibidas. En este contexto, la limitación en la diversidad de pensamientos contribuye a la rigidez en la concepción del desarrollo personal y la autorrealización. Esto encierra a las futuras generaciones en la creencia de que nacer en esa tierra implica destinarse a una vida sumida en la pobreza, sin posibilidad alguna de escapatoria, si no se participa en dichos juegos.  Los simios menesterosos en el desarrollo de la política son manipulados y movilizados en masas por los bufones, con promesas vacías, sueños utópicos de cambio y prosperidad; y como lo expresó el poeta satírico Décimo Juvenal en la antigua Roma se les da Pan y Circo, para respaldar las falacias que enuncian y profesan los roedores en cada morada a la que visitan. En los actos religiosos los roedores y los simios oran y piden para que sus pecados políticos y sociales salgan al pie de la letra y sean acompañados o no, por la voluntad y el favor de Dios.

El circo político alcanzaba su clímax en las campañas, donde los simios menesterosos son utilizados como peones en un tablero de poder. Ansiosos por un pequeño botín, se suman al juego político; el botín ofrecido, aunque modesto, simbolizaba la participación y lealtad al candidato. Los dueños del circo, invierten sumas exorbitantes de dinero en sus activas campañas, porque como todo grupo empresarial se debe invertir para ganar; proveyendo desde elegantes camisetas para distinguir a su grupo de primates, hasta erigir imponentes vallas publicitarias que aseguran que nadie que pase por ellas olvide su rostro noble y honesto, y cuando llega el día de la clausura de los juegos, contratan paquetes electorales que incluyen un tamal, un vaso de agua de panela y la imagen del honorable Gabo impresa con el número cincuenta. Estos se entregan como estímulos para reconocer la destacada participación en los juegos. Los simios, en su afán de complacer al mesías político, se sumen en la ilusión de la política, acompañando a los bufones a extensas caminatas bajo el sol abrasador y las brisas que mojosean y resecan su piel y rajan sus talones, quedando atrapados en la paradoja de sus vidas sonriendo y aplaudiendo, como si estuvieran participando en un sueño colectivo de bonanza, estos ignorantes de que son víctimas de un juego cuyos verdaderos maestros son los roedores astutos que han usurpado la democracia.

Los tabúes proliferan en la sociedad simia, donde temas fundamentales como el matrimonio y las responsabilidades emocionales y afectivas asociadas, la paternidad, las creencias que se inculcan a los hijos, los traumas infantiles, las expectativas sexuales y financieras, la salud mental, la familia, el desarrollo personal, la educación y los sueños individuales no se tocan, en contraste con lo anterior, se deliberan de manera ferviente sobre puntos de vista referentes a la política y la religión, siendo estos dos pilares los fundamentos del sistema social simio. La religión se utiliza para justificar su moralidad, mientras que la política determina su posición social.

En este escenario de la tierra robada de los simios, los roedores y los simios bufones disfrutan de lujos, se regodean en excesos, repartiéndose la mermelada entre ellos y sumergiéndose en tinas de leche tibia. Mientras tanto, los simios menesterosos, relegados de la sociedad, se alimentan de las sobras despreciadas por aquellos que sostienen el poder, ignorando las sabias palabras de Gabo en el otoño del patriarca: “El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo”, donde la población ha adoptado la peligrosa costumbre de aceptar favores políticos, renunciando así a sus derechos y deberes como ciudadanos, persistiendo en seguir patrones de conducta transmitidos a sus descendientes, como si fueran parte de una tradición oral que perpetúa en esta trágica y farsa comedia a la que están atrapados.

Esta extraña tierra de dualidades deja una conclusión ambigua: ¿es el juego de los roedores un dominio astuto sobre los simios, o los simios son conscientes y participan en esta farsa por elección y necesidad? En medio de esta paradoja, ¿Qué ha sido lo más valioso robado a los simios: su tierra o su conciencia? En medio de la contradicción, la verdad se difumina en cortinas de humo, dejando a los simios menesterosos en un eterno juego de hambre y de poder para los roedores y bufones, donde la forma y el contenido en sus prácticas políticas y religiosas ilustran la complejidad de las interacciones en esta sociedad, donde la contradicción a lo justo y lo verdadero parecen ser irónicamente la norma. De igual manera, la lucha por la verdadera libertad de conciencias y pensamientos apenas comienza en estas tierras, mientras los simios despiertan gradualmente a la realidad detrás del circo de promesas y manipulaciones, los roedores continúan ocupando el trono al que ellos mismos han colocado la corona.

Robin Buelvas Hernández

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Un comentario de “LA PARADOJA DE LA TIERRA DE LOS SIMIOS 

  1. dolka soto dice:

    Excelente columna , que gusto me da que un exalumno mío, intencifique sus conocimientos en mi área, y sea capaz de colocar en edición su pensamiento crítico y reflexivo. Felicidades Robin vuelvas.

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