LA PASIVIDAD… UN ENEMIGO SILENCIOSO

2 Timoteo Capitulo 4

“Sé que Dios es un juez justo y que, cuando juzgue a todos, me dará una corona como premio a mi obediencia. Y no solo a mí me la dará, sino también a todos los que esperan con ansias su regreso.” 2 Timoteo 4:8 TLA

Esperar con ansias el regreso de nuestro señor Jesucristo es algo que debería motivar nuestra existencia.  No obstante, nuestra pasividad demuestra lo contrario. La pasividad es algo que de manera silenciosa mata nuestra vida espiritual y nuestra capacidad de accionar en virtud del propósito que tenemos en la tierra. La pasividad es un arma usada por el enemigo, que nos lleva a un estado de letargo en el que aceptamos todas las cosas que nos suceden, sin analizar lo que hay detrás, o esperando siempre que Dios obre sin hacer nuestra parte.

La biblia enseña, respecto de la segunda venida de Jesúcristo que: “El fin del mundo llegará cuando las buenas noticias del reino de Dios sean anunciadas en toda la tierra, y todo el mundo las haya escuchado.” Mateo 24:14 TLA

Entonces, si de verdad esperamos con ansias la venida de nuestro señor deberíamos estar acelerando el tiempo de su regreso, por ello Pablo le daba por consejo a Timoteo “Tú anuncia el mensaje de Dios en todo momento. Anúncialo, aunque ese momento no parezca ser el mejor. Muéstrale a la gente sus errores, corrígela y anímala; instrúyela con mucha paciencia.” 2 Timoteo 4:2 TLA

Lo cierto es, que cuando uno espera a alguien con deseo, con anhelo y con desesperación, lo que se quiere es acelerar el tiempo para que esa persona llegue pronto, y la palabra nos está diciendo que hacer para acelerar ese tiempo, debemos estar expandiendo el reino de Dios a través del anuncio de su mensaje. En cambio de eso, solo esperamos ver su respaldo, su respuesta, sus milagros, su cuidado, su misericordia y todo lo que a través de la resurrección de su hijo nos ha otorgado.

Lo que está pasando hoy, es que nos hemos dejado absorber por la adversidad, incluso por la misma religiosidad y no estamos acelerando nada y mucho menos deseando que Cristo venga, porque en el fondo nos da temor soltar eso a lo que nos hemos acostumbrados, nos da temor que el mundo acabe, queremos seguir disfrutando de los placeres de la vida y eso nos tiene pasivos.

Realmente, la pasividad es un espíritu que se enseñorea de nuestra aptitud  y capacidades, convenciéndonos de quedarnos inactivos y no solo en el área espiritual sino en todos los ámbitos de nuestra vida, dado que, todo se lo achacamos a la voluntad de Dios y muchas veces no tomamos acción esperando que ocurran las cosas por la voluntad de Dios; por eso es recurrente estar  diciendo “si Dios quiere viajo” “si Dios quiere termino la carrera” “si Dios quiere tendré un trabajo” cuando la palabra dice que la fe sin obras es muerta, y que hagamos lo que esté en nuestras manos hacer porque Dios está con nosotros. Mi intención no es desconocer que habrá momentos en los que debemos hacer un pare, tomarnos el tiempo de escuchar a Dios y esperar que nos re direccione, o nos muestre que hacer, o qué camino tomar, pero hasta el hecho de quedarnos quietos es estar haciendo algo conscientemente.

Necesitamos sacudirnos de nuestra pasividad y demostrar realmente si anhelamos el regreso de nuestro Señor… dejar de perder el tiempo y empezar a hacer lo que tenemos que hacer, ganar almas para ÉL, para que entonces como dijo Pablo en sus últimos días podamos estar seguros de recibir nuestra corona de gloria.

Realmente de lo que hablo no es algo nuevo, ya que, en muchas parábolas Jesús hizo alusión a comportamientos pasivos, como en la parábola de los talentos, en la cual vemos que uno de los hombres sencillamente guardó el talento y no hizo nada con él por temor. Cuántas veces Dios nos ha dado oportunidades, talentos, recursos y nos ha dicho aun lo que debemos hacer, pero no lo hemos hecho por pereza, por temor, porque no estamos de acuerdo o porque sencillamente no es lo que queremos hacer.  Hoy te vengo a decir si dices amar a Dios y estar anhelando con ansias el regreso de su hijo, entonces tu accionar debe estar ligado a ello.

No por nada Jesús le dijo a Pedro en tres ocasiones: “Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.” Juan 21: 15-17 RVR1960

¡Si realmente amamos a Dios y anhelamos con ansias la segunda venida de nuestro señor Jesús, debemos apacentar sus ovejas, que no es más que extenderles nuestro amor y presentarles el plan de salvación y esperanza que nosotros mismos hemos recibido por gracia!

Vicky Pinedo 

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