LA RUTA DE “PLACERES TENGO”

Mi generación tuvo el privilegio de vivir a plenitud la época de oro de la música vallenata: Desde 1975 hasta el 2000. Es decir, el último cuarto del Siglo XX. Aunque se trata de un límite arbitrario, muy pocos se atreverán a negar que en este periodo el vallenato alcanzo su cúspide folclórica.

Recuerdo que, en 1971, cuando mis padres me enviaron a estudiar el bachillerato en Barranquilla, lleve en mi equipaje una pequeña grabadora donde ponía a sonar melodías de Alfredo Gutiérrez y los Hnos. López. Mis compañeros del Liceo de Cervantes me miraban como un bicho raro, porque yo escuchaba esa música estridente muy propia de gustos campesinos. En 1972 salió al mercado musical colombiano el primer Larga Duración de Emilianito Zuleta y su Conjunto, titulado “Mis Preferidas”. Tiempo después Emilianito dijo en uno de sus versos: “Sabíamos que algo podía suceder”. ¡Y sucedió…!

Un poco antes, en 1968, Consuelo Araujo, Alfonso López y Rafael Escalona se inventaron un Festival para que el recién creado Departamento del Cesar tuviera un atractivo singular que le significara una ventaja competitiva en su inmediato futuro. El evento reuniría en la Plaza Principal de Valledupar a los mejores acordeoneros de la región, quienes competirían por el título de Rey en una Tarima que resolvieron bautizar con el nombre de “Francisco El Hombre”.

Don Alfonso López se encargó de afiebrar a un punado de cachacos ilustres para que le ayudaran en la tarea de quitarle el rotulo de música corroncha a la trifonia predilecta de nuestra provinciana. Y se trajo a varios amigos a disfrutar de parrandas legendarias en casa de su amigo Hernando Molina. Entre ellos, Fabio Lozano Simonelli, Enrique Santos, Daniel Samper Pizano y otros. Poco a poco el acordeón, la caja y la guacharaca fueron lavando su imagen, hasta vestirse de corbata en el Palacio Presidencial de Colombia, tocarle un concierto al Presidente de Estados Unidos y vestirse de liqui liqui para recibir el premio nobel de literatura. La Ruta no ha sido fácil, pero a punta de tesón y calidad se la logrado su difusión. Los Festivales y las Telenovelas han sido el conducto más efectivo para lograr el milagro de su masificación.

En 1997 el periodista Daniel Samper y su consorte española actuaron como productores de una edición de antología que titularon “100 Anos de Vallenato”. Allí se compilaron las 100 canciones que a juicio de Daniel Samper eran las mejores del género. La edición, además de los Discos Compactos, estaba acompañada de un libro donde se narra la evolución de la música provinciana de Colombia que se ha constituido en su indiscutida identidad musical ante el mundo. Y la principal ventaja es que no es una música cuyo origen compartimos con otros países, como ocurre con la salsa, el bolero y otros ritmos. El Vallenato tiene su DENOMINACION DE ORIGEN en las Provincias de Padilla y de Valledupar, en el norte de Colombia. Han sido muchos los desprecios culturales que han padecido nuestros cultores y ejecutores. Pero ha valido la pena, pues han logrado posicionar nuestro folclor en un pedestal que les tomo más de un siglo construir.

Carlos Vives como protagonista de la novela “ESCALONA” fue el pionero en darle un sabor internacional a nuestras historias provincianas cantadas. Y ahora revive “LEANDRO” con la interpretación que hace Silvestre Dangond en el recuento de su biografía.

Cada vez hay más turistas nacionales y extranjeros interesados en recorrer los caminos que inspiraron a nuestros poetas para componer sus cantos. En Ciudad de México, por ejemplo, visitar la “Plaza Garibaldi” es un imperativo paseo turístico. Desde San Juan del Cesar, epicentro de los mejores compositores de la música vallenata, se pueden arrancar dos recorridos folclóricos importantes: “La Ruta del Cacique” es la más conocida. Desde San Juan, ahora con una vía pavimentada, se puede pasar por La Pena y llegar a La Junta, un pintoresco corregimiento donde miles de peregrinos quieren conocer “La Ventana Marroncita”, Carrizal, y el camino entre La Junta y Patillal, donde la inspiración de los poetas se mueve con las mismas ondulaciones que marcan las lomas y sabanas de su bucólico recorrido.

La otra expedición folclórica que se origina desde San Juan del Cesar es “La Ruta de Placeres Tengo”, hacia el lado opuesto de la anterior. El pueblo está enclavado entre dos sistemas montañosos. Al occidente, la Sierra Nevada de Santa Marta. Y hacia el oriente, la cordillera Oriental, conocida en esa parte como Serranía de Perijá. Sucede que a Hernando Marín su padre adoptivo le regalo un burro al que decidió bautizarlo con el nombre de “Placeres Tengo”. Y en ese jumento el travieso muchacho recorría una buena parte de las laderas de esa cordillera que se volvió parte de su ADN. Desde El Tablazo, su pueblo natal, pasaba por La Sorpresa, la finca de don Francisco Daza, donde se surtía de cana robada, llegaba a La Boca del Monte, cuna ancestral de la Familia Urbina, tomaba la trocha que conduce a la conurbación de varios caseríos, entre ellos, Pondorito, Sitio Nuevo, La Duda, Los Tunales y Medianía, antes de llegar a Cañaverales, tomar un refrescante baño en El Manantial, seguir luego hacia  Corralejas, pasar por Los Pozos y finalmente volver a aterrizar en El Tablazo, en un recorrido envolvente después de inyectarse de paisaje campesino en esos pueblecitos pintorescos. Hernando Marín asegura que el cantante Silvio Brito nació en Pondorito, donde lo ponían a trompear con muchachitos de su mismo tamaño y a todos les ganaba por su mayor experiencia pues, aunque eran del mismo tamaño, Silvito era mayor. La Duda es un pueblito ubicado justo en el límite geográfico entre San Juan y Fonseca. De ahí su nombre. Por eso es que Silvio Brito dice que es fonsequero. Porque iba mucho a La Duda. Y el caserío de Medianía es la cuna ancestral de los Gámez. Cuenta don Cesar Urbina Jiménez que los Gámez eran muy cimarrones y con solo llamarlos a gritos, inmediatamente se encarapitaban al árbol más cercano.

Y en Cañaverales hacer una parada para escuchar las guitarras y los cantos de Franklin Moya, Javier Gámez y Jhonny Gámez es un deleite musical del más exquisito sabor provinciano que usted se pueda permitir.

En una ocasión, don Godofredo Randall, el gringo que más sabe de vallenatos en el mundo, conversaba por teléfono con un amigo de Valledupar. Estábamos en Patillal y el amigo estaba invitando a Geoff a una parranda en su casa. Geoff le dijo que llegaría tarde, porque teníamos planes de visitar El Tablazo.

¿Y tú sabes dónde queda El Tablazo?

  • Claro, le respondió Geoff
  • Cuando uno toma el ramal de Cañaverales, pasa por la entrada de La Boca del Monte, cruzas la curva de Reparito… y ahí mismito está El Tablazo.
  • Nojodaaaa…! ¡Este Gringo si sabe cositas…!

Lo que El Cosi Galindo ignoraba es que un minuto antes Geoff me había preguntado por la localización exacta de la patria chica de Hernando Marín. Yo le di las coordenadas y Geoff las pudo recitar cual experto baquiano de la cordillera.

Orlando Cuello Gámez

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4 comentarios de “LA RUTA DE “PLACERES TENGO”

  1. Andres Hoyos Angel dice:

    Orlando, gracias por hacer sentir a un “cachaco” la historia y los comienzos de este hermoso folclor y poesía Vallenata.

    Fuerte abrazo y cariño de siempre.

  2. Crispín Alberto Medina Romero dice:

    San Juan del Cesar tiene una extraordinaria pluma; de verdad, la capacidad narrativa, acompañada de las vivencias, hacen a Orlando Cuello más grande de lo ha sido él como persona y su distinguida familia. Un abrazo.

  3. Fernando Armenta Crespo dice:

    -Describe tu aldea y serás universal – ( león Tolstoy).. Mi muy apreciado Landi, ya estaba extrañando tus domingueros artículos que por tener una gran carga de jocosidad y descripción de nuestras costumbres provincianas, no dejan de poseer la gran calidad literaria que tú pluma les imprime.

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