LA SOCIEDAD DE LOS PLACERES EFÍMEROS

Hipnotizadas por lo absurdo, gran parte de las personas fijan como meta o propósito “vivir de los placeres”. A pesar de que es una decisión personal, esta determinación afecta directa e indirectamente la realidad social, económica, familiar y cultural actual, en tanto que, su satisfacción individual corresponde a bienes y servicios con costos de alto impacto, los que en una colectividad en crisis económica y de valores encuentra formas de consecución en la ilicitud, abuso en el contenido de redes sociales y creación de rebaños ideológicos. Parto de la premisa de que es cierto el hecho de no estar en la realidad social y tecnológica que nuestros abuelos imaginaron, es claro que estamos sometidos a miles de estímulos en el día a día, por ende, esto nos plantea el urgente desafío de abrazar los contenidos que consumimos y que se convierten en modelos de vida.

Las personas han quedado atrapadas en el circulo vicioso de los placeres efímeros, en otras palabras, placeres que nunca se satisfacen, pues cada vez que cree haberlo conseguido siente emoción por la expectativa que tenía, pero en unos minutos el gusto se pierde y la necesidad de obtener más regresa. Esa carencia permanente hace que se requiera volver a conseguirlo, resolviéndose esas ansias con utilización de formas de adquisición en actividades arriesgadas, engañosas y por lo general, ilícitas. Lo anterior, entendiendo que estas vías exponen a las personas a experiencias y recursos a los que no hubieran tenido acceso de no mediar la existencia de ellas.

En Latinoamérica se han aceptado licenciosas maneras para lograr este deseo hedonista, el cual nos está arrastrando a una hecatombe generalizada. Es clara la infiltración de personajes con deseos individualistas en la política, las artes y la religión, hecho que sin lugar a dudas ha afectado la confianza en las instituciones y los gobiernos, la pérdida de la identidad cultural y la afectación de la salud mental; así como, el recrudecimiento de eventos de riesgo social e individual. Lo más perjudicial, es que el resto de la comunidad espejea “la satisfacción ajena”, convirtiéndose en el caldo de cultivo idóneo para gestar el deseo colectivo, es decir, todos los quieren imitar. 

Es innegable que la sociedad sucumbe al deseo por lo novedoso, por vivir desenfrenadamente el presente, o por satisfacer sus frustraciones; ello ha aumentado la ficticia exigencia que se tiene por tenerlo todo al instante, ha permitido hacer apología a la corrupción, a los emprendimientos “subterráneos”, a la proliferación de sectas ideológicas y/o endeudamientos angustiosos.  Digamos que todo eso alimenta la individualidad cayendo en la peligrosa trampa de buscar las maneras de obtención del dinero fácil y rápido para salir de la frustración por no alcanzar cierto estatus social ni riqueza a una edad determinada, o por no tener la admiración y aceptación de determinado grupo social.

En el libro “La Era del Vacío” (1983) su autor afirmaba la existencia de una situación que se ha agudizado atendiendo a la infiltración del consumismo individual desmedido el cual se refleja en la sociedad de masas, ligada a la euforia del placer inmediato y la satisfacción instantánea de sus deseos. Parafraseando las conclusiones de la obra, sentencia que, al no lograr los objetivos individuales y el placer, las personas se frustran irremediablemente, por ello se abren puertas adicionales que llevan a una afectación generalizada y la intersección de placeres, ilicitud, gobiernos y sociedad.

La adaptación hedónica ha sobrepasado el plano individual, inmiscuyéndose a poco en la política y la economía. En estas áreas  encontró las mejores maneras de optimizar su consolidación, pues como efecto sucesivo a su normalización e influencia en la sociedad, ha liberado a este fenómeno de cualquier responsabilidad de los problemas más relevantes que vivimos, pues jóvenes y no tan jóvenes se han dejado encandilar por una cultura consumista para satisfacer los placeres que a cualquier precio acepta este engendro para dar rienda suelta a lo superficial y a la apariencia; es decir, se vive hacia afuera, priorizando los placeres efímeros, adaptando a la modernidad esa línea de vida promovida por Epicuro pero contagiada de aliados desmedidos y nocivos.

No lo veamos tan lejos, las actividades ilícitas que han generado consecuencias devastadoras en diversos aspectos de la sociedad colombiana, es la principal financiadora de los placeres produciendo de forma directa o colateral daños irreparables. Es objetivamente fácil identificar este contexto, por ejemplo, encontramos ciudades que carecen de grandes empresas o fuentes de generación de riqueza sostenible, en consecuencia, de empresarios adinerados o beneficiarios de medios de producción, sin embargo, circulando sus calles encuentras lugares con faraónicas y singulares viviendas o vehículos de alta gama que surgen por generación espontánea. Así mismo, se pueden encontrar bienes y servicios glamurosos a precios del primer mundo, Incoherentes o tal vez atrevidas apuestas en servicios de ocio y entretenimiento que a cualquier precio son disfrutadas.

Consecuente a la permisividad de actividades ilícitas, para lograr los recursos financieros para costearlos, se forjan aspectos culturales de los grupos humanos que lideran esas actividades, por ende, los placeres propios se adaptan a la pseudo cultura que se arma como un Frankenstein atendiendo la influencia de las necesidades, costumbres, música y dialectos de los líderes de estas ocupaciones. Estos individuos con el fin de lograr su placer individual son capaces de descubrir las necesidades emocionales de los demás, aprovechando sus puntos vulnerables en su favor, así como otros, se aprovechan de personas creyentes, que buscan la resolución de conflictos a través de la espiritualidad o, simplemente, necesitan aceptación social o pertenencia a un grupo.

Por otro lado, se han endiosado personas en redes sociales que con contenido (el cual genera alta facturación) “insulso, déspota, egocéntrico o simple” se convierten en patrones a seguir siendo altamente perjudiciales puesto que fomentan la comparación constante lo que a menudo conduce a un aumento de los sentimientos de depresión, ansiedad, imagen corporal deteriorada y soledad, al no poder cualquier parroquiano con smartphone equipararlos. Mientras tanto, las calles empobrecidas, gentes desaliñadas durmiendo en espacios públicos nos denotan otra realidad, el aceptar pues estas situaciones se reflejan e impactan negativamente nuestra realidad actual.

La problemática es compleja y multifacética. Es necesario que abordemos el tema y dejemos de buscar culpables en otras orillas, somos nosotros iniciando desde lo personal que pongamos un freno a esta situación, ejecutando medidas alternativas a esas falencias en las políticas estatales para controlar todos esos fenómenos, pues a todos nos llega y se refleja en la desconfianza a las instituciones y al gobierno, el debilitamiento de la economía formal, la desaceleración de inversiones legales, la inseguridad y la proliferación de rebaños ideológicos nocivos.

Ahora bien, ¿te preguntarás por qué mezclo esas situaciones y a donde quiero llegar? Hoy retomo a este espacio e inicio con una reflexión de una realidad que no queremos reconocer. Sin querer ofender busco generar un análisis a fenómenos que creíamos estaban distantes unos de otros; de ver con pesar el futuro de la sociedad que vamos a entregarles a los que vienen detrás de nosotros, o es que no nos hemos dado cuenta que somos quienes forjamos a la sociedad de cristal que hoy tanto criticamos. 

 

Adaulfo Manjarrés Mejía

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