LA SORORIDAD NO ES MODA, ES UN COMPROMISO

La sociedad patriarcal en la que vivimos por muchos años, ha obligado a la mujer a luchar por la igualdad de géneros, cada día, la liberación femenina toma más fuerza, lo que ha incitado a muchas que buscan ser libres, individualistas y autosuficientes a competir entre ellas.

No está mal superarse como persona y/o como profesional; implica fortaleza, determinación y amor propio el querer ser mejor que ayer, lo malo es que la búsqueda de esa superación esté motivada realmente por el deseo de ser mejor no solo a aquella mujer con la que se ha tenido alguna diferencia, sino que esa competencia se ve entre amigas, compañeras, vecinas, primas e incluso hermanas.

Es normal estar en desacuerdo con otras personas, cada uno tiene su manera de pensar, de sentir, de actuar, todos tenemos nuestras fortalezas y debilidades; pero en ese mundo de virtudes y defectos, muchos son los que quieren sobresalir. Cometer un error es darle motivos al envidioso para resaltar sus capacidades, aunque hagas las cosas bien, no falta quien tenga los ojos sobre ti para buscar la forma de superarte, no por el anhelo de retarse, porque vea en ti un ejemplo a seguir o una motivación para crecer, sino más bien por el afán y la soberbia de hacerlo mejor que tú, ese es su único interés.

Justo por ver a muchas mujeres pretender distinguirse por encima de otras, es que algunas hemos optado por la sororidad como un estilo de vida; es posible que en un disgusto o diferencia caigamos en el juego de juzgarnos, pero sin duda, en el interior de nuestro corazón sabemos que no es bueno, ni a la luz de lo que consideramos moralmente correcto, ni a la luz de lo que La Palabra de Dios nos enseña sobre esto.

El término “sororidad”, no está explícitamente en La Biblia, pero ello no quiere decir que no exista. Un claro ejemplo está entre Rut y Noemí, su historia nos habla del apoyo entre mujeres, aunque distintas y con una identidad definida, ambas supieron complementarse, sin necesidad de entorpecer una el camino de la otra.

Emprender, empoderarnos, buscar la libertad emocional y financiera, tratar de superarnos, debe influir en la edificación de una sociedad, no igualitaria, porque no todas las personas somos iguales ni tenemos las mismas capacidades u objetivos, sí una sociedad equitativa, donde cada una aporte lo que quiere y puede, donde seamos solidarias y compresivas las unas con las otras, que lo que me falta a mi lo puedas dar tú, que lo que te falta a ti, lo pueda dar yo, sin necesidad de dañarnos, criticarnos, juzgarnos, burlarnos, pisotearnos, humillarnos o agredirnos física y/o verbalmente.

No veamos la sororidad como un término que está de moda, tengámosla como un compromiso en pro de un mejor ambiente social, laboral y familiar, el reconocernos como amigas o compañeras por encima de cualquier diferencia política, religiosa o cultural.

Una mujer a quien le tengo profunda admiración es a la colombiana Johana Bahamón, quien lleva años trabajando por el bienestar de miles de mujeres privadas de la libertad, mujeres que cometieron delitos, algunos muy graves como homicidios y secuestros, pero no por eso deja de buscar las virtudes que hay en ellas, virtudes que incluso esas mismas reclusas quizás no conocían.

Volviendo a Las Escrituras, a la historia de Noemí y Rut, estas vivían en una sociedad judía, donde el dominio del hombre y la opresión de este sobre la mujer prevalecía, pese a ello, lograron una convivencia armónica, trabajar juntas y apoyarse mutuamente.

En el libro de Rut, se cuenta que Noemí se despide de sus dos nueras viudas, Rut y Orfa. Orfa se queda en el pueblo, pero Rut toma la decisión de no apartarse de su suegra, revelando un corazón amistoso y solidario (Rut 1:15-17), así, ambas se marchan a Belén. Noemí sabía que ahí vivía un pariente llamado Booz y aconsejó a Rut para recoger las sobras de la cosecha del terreno que aquél tenía, para poder sobrevivir.

Booz tuvo en cuenta la solidaridad de Rut, que a pesar de ser extrajera amó a su suegra quien era judía. Aquel hombre terminó fijando sus ojos en Rut, algo que no era normal que sucediera, toda vez que los extranjeros eran considerados impuros.

Finalmente, Rut logra beneficios para los foráneos y viudas como ella, lo cual nos dice que, si un corazón como el de Rut logró una mejor sociedad en aquella estricta sociedad patriarcal, cuanto más, nosotras las mujeres, con sabiduría y apoyo mutuo podemos construir una sociedad con igualdad de derechos y convivencia pacífica.

Cuando Rut da a Luz, las demás mujeres bendijeron a Yahveh, pues el niño sería el consuelo del alma de Noemí quien había perdido a sus hijos, lo que nos cuenta que la unión de Rut y Noemí era tan real, que despertó la sororidad de las mujeres de Belén.

Así, estas letras son una invitación a la comprensión, apoyo, amor, solidaridad, empatía entre mujeres. Cansémonos de denigrar las unas de las otras, de buscar la destrucción de nuestras hermanas con murmuración, chisme, venganza o actos de deslealtad. Todas somos valiosas e importantes, con diferentes talentos y dones, con fortalezas y debilidades, todas pertenecemos a la hermosa y perfecta creación de Dios, la idea es complementarnos, no destruirnos.

Jennifer Caicedo

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