El seis de junio de 1820 la flota republicana que pretendía liberar de manos realistas a los principales puertos del Caribe colombiano se encontraba en una situación calamitosa. Solo una décima parte de los 1.300 hombres que habían partido de la isla de la Margarita estaban en condiciones de combatir. Las tropas irlandesas que desembarcaron en Riohacha en marzo de ese año se habían amotinado y arrasaron con dicha ciudad. Los insurrectos fueron enviados a Jamaica con una carta para el gobernador inglés en la que se daba cuenta de sus vandálicas acciones. El Almirante Brion escribió ese mismo día a Bolívar: “En este estado violento no queda a la prudencia más recurso que evacuar esta plaza de tanto valor e importancia a las armas de la República y conceder a la Legión el pasaporte que exigen para Jamaica. Pero ello ha marcado su salida del modo más detestable e ignominioso que puedan presentar los anales de la guerra”. Un día después la plaza de Riohacha fue evacuada. Algunos de sus habitantes desprovistos de bienes materiales se marcharon en esas naves.
La permanencia en la rada abierta de Riohacha afectó notablemente el estado de las naves que conformaban la flota comandada por Luis Brión y que debían ser reparadas en otros puertos, pero se carecían de recursos para ello. El almirante curazaleño Luis Brión, el coronel venezolano Mariano Montilla y un conjunto de oficiales y civiles de distintas nacionalidades entre los que se encontraba el oficial colombiano José Padilla, consideraron seriamente retornar con sus naves y tropas a la isla de la Margarita, pero el estado de deterioro de la flota hacía prácticamente inviable esa posibilidad. Ello también equivalía a una retirada desmoralizante para las escasas tropas que quedaban en capacidad de combatir, calculadas en tan solo 140 hombres.
La decisión fue la de navegar a Sotavento y el 11 de junio de ese mismo año atacaron el puerto de Sabanilla débilmente defendido por una guarnición realista de poco más de 24 hombres y algunas piezas de artillería.
La acción militar sobre Sabanilla marcó un punto de inflexión en el curso de la campaña del Caribe al revitalizar la mermada fuerza expedicionaria y obtener más hombres, vituallas, transportes y pertrechos en esa región. Barranquilla y Soledad aportaron caballos, monturas, ganados y cuanto fue necesario. En menos de tres días, nos cuenta el historiador José Manuel Restrepo, se disponía de un cuerpo de 400 hombres totalmente equipados. El entusiasmo por la causa republicana se extendió a diversas poblaciones como Galapa y Malambo. Ello permitió hacer contacto con las tropas bajo el mando de José María Córdova, que bajaban por el rio Magdalena, y con otros destacamentos que provenían de la provincia de Ocaña, comandados por Jacinto Lara y José María Carreño.
El 6 de julio se decretó el bloqueo de los puertos de Santa Marta y Cartagena, que habían de hacer cumplir los buques de guerra a disposición del almirante Brión. Del control de los puertos marítimos y su apertura al comercio con otros países se esperaban grandes beneficios para las finanzas de la república. Las expectativas se centraban en el comercio que ya comenzaba a revivir con la llegada de buques mercantes y el control de la navegación por el río Magdalena. El desarrollo de estas operaciones continuó en 1820 con las acciones militares en Ciénaga y la capitulación de Santa Marta. Esta fase culminaría en octubre de 1821 con la liberación de Cartagena y la evacuación de las tropas españolas que hasta entonces habían ocupado la emblemática plaza. Mañana se cumplen 203 años de la toma de Sabanilla, un episodio poco recordado e insuficientemente valorado de la historia nacional.
Weildler Guerra Curvelo