Se acerca San Valentín y con él un sin número de publicidad y mercadeo que nos seducen e invitan a comprar regalos, a pensar en ese detalle que puede gustarle al ser amado; apartamos mesa en un restaurante, vamos a cine, muchos salen de viaje; aunque algunos no celebran esta fecha, lo cierto es que no pasa desapercibida y se aprovecha para expresar lo que sentimos por nuestra pareja. ¿Está eso mal? Claro que no; sin embargo, sí es bueno saber que hay un amor que va más allá de regalos, citas, romance y pasión, este es el amor de nuestro PADRE, quien nos enseña cómo debemos expresarlo.
Dios en su infinito amor, entrega la vida de su hijo para la salvación de la humanidad. Jesús, a pesar de que sabía que probaría esa copa amarga de la muerte, no se negó y mucho menos pidió no tener que ser crucificado; tomó la cruz, cargó con nuestros pecados, llevando el amor a su máxima expresión y lo continúa haciendo, toda vez que su entrega no se limitó a su último suspiro, aún sigue ayudándonos, intercediendo por nosotros delante del Padre y actuando como nuestro abogado defensor.
Como seres humanos, esperamos sentirnos amados; pero para ello hace falta más que un ramo de rosas rojas, un mensaje de buenos días, un regalo sorpresa o una invitación a cenar, si bien son detalles bonitos, por encima de ello, esperamos fidelidad, compromiso, respeto, atención y cuidado. No son tan valiosas las rosas, si de la misma floristería salen dos ramos a diferentes direcciones; poco importa invitar a tu esposo o novio a almorzar al mejor restaurante de la ciudad si al mismo tiempo estás chateando con tus amistades y no compartiendo con él tiempo de calidad; de nada vale comprar un regalo costoso si tu pareja enferma y prefieres irte de fiesta en lugar de atenderle y estar pendiente de lo que pueda necesitar.
Así pues, los detalles, todo aquello que sea material, claro que es lindo, pero el amor se demuestra con acciones.
En Génesis 2:24-25, se cuenta que la mujer fue sacada del hombre, por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a la mujer y los DOS, forman una sola carne, sí en mayúscula, porque el modelo perfecto de Dios es de dos personas, un hombre y una mujer, no tres, cuatro o cinco personas, con lo cual se nos manda a serle fiel a nuestra pareja.
En 1 Pedro 3:7 dice: “De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes”. Como leemos, el hombre que irrespeta a su mujer hace que difícilmente sus oraciones lleguen al Padre.
En proverbios 5:15-23, se aconseja al hombre ser fiel a su mujer y en Efesios 5:23 se dice que el hombre debe amar a su mujer y la mujer debe respetar a su marido. Y es que el amor no hace nada indebido (1 Corintios 13:4)
El amor nos corresponde demostrarlo, no yendo a una cruz, eso ya lo hizo Jesús, sino estando presentes cuando nos requieran, que el amor que Jesús nos da lo extendamos al otro, que otorguemos al ser amado misericordia y bondad, que lo exhortemos sin juzgar y que comprendamos sin alcahuetear, que si toca usar recursos económicos no seamos tacaños, orar por el otro y perdonar las faltas, siendo esta última, una de las acciones más hermosas para expresar el amor.
Nuestra pareja, nuestros amigos, incluso nuestros enemigos, necesitan ser amados, más de lo que podemos imaginar. Por algo en Juan 13:34-36, Jesús nos manda a amarnos unos a otros como él nos ha amado, esto es lo que nos distingue como sus discípulos.
Así que ama, celebra el amor, no solo en San Valentín, no solo en Amor y Amistad, celébralo por 365 días cada año.
Jennifer Caicedo