1 Corintios 10:23
Todo está permitido», pero no todo es provechoso. «Todo está permitido», pero no todo es constructivo. NVI
Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. RVR
La biblia enseña que el ser humano fue creado con la capacidad de tomar decisiones, y que es el responsable de ellas. Adán y Eva, por ejemplo, tuvieron dos opciones: la obediencia o la desobediencia. Sabían cuáles serían las consecuencias en ambos casos. Ellos eligieron, y su elección tuvo repercusiones que aún afectan a la humanidad. Genesis 3.
Ciertamente, vivimos en una época donde la libertad personal es altamente valorada. Podemos decidir qué hacer, qué decir o incluso cómo vivir. No obstante, la libertad, cuando se ejerce sin responsabilidad, puede volverse un arma de doble filo.
Debemos tener en cuenta que, no todo lo que es legalmente permitido, es realmente conveniente. El apóstol Pablo advierte a la iglesia de Corinto acerca del mal uso de la libertad. En un mundo cada vez más decadente, sería sabio tener presente esta exhortación.
La palabra de Dios es clara: todo nos es permitido, pero no todo es conveniente y mucho menos constructivo. En otras palabras, nuestra libertad debe tener límites, y somos nosotros mismos quienes debemos establecerlos, si realmente deseamos alcanzar nuestras metas. Dado que, está demostrado que una vida desenfrenada nunca lleva a un buen término.
Muchas veces, tomamos decisiones sabiendo lo inconvenientes y perjudiciales que pueden ser para nosotros y para nuestro entorno, aun así, las seguimos haciendo, Lo más ilógico es que esperamos milagrosamente que los resultados sean buenos o satisfactorios. Ejemplos comunes de estas cosas son:
- El consumo de alcohol, drogas, tabaco, entre otros.
- Consumo excesivo de azúcares, grasas saturadas y alimentos ultra procesados.
- Falta de actividad física regular.
- No dormir lo suficiente.
- Relaciones tóxicas y comportamientos
- Postergar tareas importantes.
- El uso de palabras hirientes, sarcásticas o destructivas, ya sea hacia nosotros mismos o hacia los demás.
- Comportamientos impulsivos y falta de control emocional.
- Uso excesivo de dispositivos electrónicos, redes sociales y videojuegos, lo que suele conducir al aislamiento y a la pérdida de tiempo productivo.
- Pensamientos negativos, suposiciones sobre los demás o una autocrítica constante.
Estas decisiones pueden parecer pequeñas, pero acumuladas, nos pueden alejar del propósito de Dios para nuestra vida y llevarnos a un estado de frustración, fracaso o infelicidad.
Alguien dijo alguna vez: “Cada quien es arquitecto de su propio destino”. Lo que hacemos, pensamos y decimos hoy, influirá de manera directa en nuestro mañana. No obstante, solemos culpar a otros —incluso a Dios—, cuando nos sentimos estancados, fracasados o infelices. Rara vez somos conscientes de que nuestra situación actual es el resultado de nuestras propias elecciones.
La salida a este cumulo de decisiones equivocadas no está en perder la libertad, sino en usarla con sabiduría. Lo más prudente que podemos hacer, es poner toda nuestra vida en las manos de Dios; nuestros planes, pensamientos, relaciones, necesidades, voluntad, sueños, TODO. Solo Él puede guiarnos a un buen puerto, y solo Él puede darnos el dominio propio necesario vivir en plenitud, gozo y victoria:
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7)
“Pon en manos del SEÑOR todo lo que haces, para que tus planes se hagan realidad.”
(Proverbios 16:3, NVI)
La verdadera libertad no es hacer lo que uno quiere, sino en tener la capacidad de elegir lo que es correcto. Esta libertad está en Cristo, cuando vivimos bajo la guía del Espíritu Santo de Dios. Pero abusar de esa libertad para satisfacer nuestros deseos puede conducirnos a la esclavitud —espiritual, mental, emocional, física — e incluso a la muerte.
Pablo lo expresa claramente en su carta a los Gálatas:
Gálatas 5: 1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
Y continúa con una poderosa exhortación:
Gálatas 5: 16-22 Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa. La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu. Y el Espíritu nos da deseos que se oponen a lo que desea la naturaleza pecaminosa. Estas dos fuerzas luchan constantemente entre sí, entonces ustedes no son libres para llevar a cabo sus buenas intenciones, pero cuando el Espíritu los guía, ya no están obligados a cumplir la ley de Moisés. Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que llevé esa clase de vida no heredará el reino de Dios. En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!
Reflexión Final
Dios tiene el poder de ver lo que nosotros no podemos ver, él conoce el futuro. Por eso, quien mejor que él para guiarnos por el camino correcto. Pero, esto solo será posible, si en el ejercicio de nuestra libertad, optamos por confiar en que Él sabe lo que es mejor para nosotros.