MICHIRECOS

Declaro culpable a mi primo Casimiro Daza Ariza por haberme conducido a invertir un par de horas en la lectura parcial de una Tesis de Grado de la Universidad de Antioquia, después que se le ocurrió indagar sobre el origen del término “MICHIRECO”.  La Tesis lleva por título “NARRATIVA DE COMUNIDADES NEGRAS DEL CARIBE SECO COLOMBIANO”, tiene fecha de 2012, está firmada por Ernell Villa Amaya y hace parte de los requisitos exigidos por la Universidad de Antioquia para otorgarle un Doctorado en Educación.

La información general sobre el significado del adjetivo “MICHIRECO” es bastante superficial para la mayoría de las personas de San Juan del Cesar y del mismo corregimiento de Los Haticos. Prácticamente todos coinciden en apuntar que el término tiene una connotación absolutamente despectiva y, además, se ha convertido en un sinónimo degradante de su gentilicio. Y cuando el hablante intenta enfatizar ese desprecio, entonces torna redundante su acción peyorativa al decirle “hatiquero michireco”, como una forma perversa de evidenciarle doblemente una supuesta condición de inferioridad.

Aunque la lectura del documento abunda en detalles sobre la investigación realizada, intentaremos resumir el objeto de nuestra inquietud. El investigador se hizo acompañar de un equipo misceláneo para acometer su tarea de auscultar las fuentes primarias de su investigación (entrevistas y conversaciones), después de concluir que no existían fuentes secundarias (literatura relacionada con el asunto). El equipo de trabajo estaba conformado por un comunicador social de una Universidad de Valledupar, quien hacía las veces de camarógrafo, por el autor de la Tesis de Grado y por la profesora Joselina Daza, de la Escuela Normal de San Juan del Cesar. Abordaron un automóvil en la cabecera municipal y a los 15 minutos llegaron al corregimiento de Los Haticos luego de transitar por una carretera secundaria destapada, pero en buen estado. El objetivo era entrevistar a tres ciudadanos de la localidad. Ramón Emilio Banquet, Antonio Banquet y Juan Francisco Córdoba.

Llegaron a la casa de Ramón Emilio Banquet, fueron amablemente recibidos, les brindaron asiento y se instalaron a conversar en la puerta de la casa.  Después de socializar con los anfitriones el propósito de la visita, los notaron algo retrecheros. Los visitantes preguntaron directamente sobre el origen del término MICHIRECO y eso los puso en guardia defensiva. Ramón Emilio Banquet (nacido en 1957, el mismo año que nació Diomedes Diaz) era el que se mostraba con más disposición de colaborar. Antonio Banquet (su hermano mayor) permanecía en silencio y Juan Francisco Córdoba (tenía 75 años para entonces) fue tajante y dijo de manera contundente:

  • Yo no pienso hablar ni una palabra delante de un sanjuanero. Esa gente no pierde oportunidad de pordebajearlo a uno. ¡Yo si sé la historia completa, porque la aprendí de mis mayores, pero no voy a decir nada de nada…! Además, si nosotros llegamos a decir algo, llega un compositor de San Juan, agarra esa historia… y hasta ahí llegamos.

Una vez que Juan Francisco Córdoba expreso su posición, se despidió y se fue para su casa.

La profesora Joselina Daza, comprendiendo que su condición de sanjuanera intimidaba a los contertulios de su amigo investigador, resolvió entrar a la casa y ponerse a conversar con las mujeres de la familia. Era una forma de que los entrevistados se sintieran con mayor “libertad” de expresión. Una vez que el “clima” de la entrevista estaba en condición más relajada, Ramón Emilio Banquet dio comienzo a su relato.

  • Los Haticos existe desde hace mucho tiempo como un sitio de negros. Aquí había mucha gente trabajando en un Hato muy grande. Y como aquí en este sitio estaban los trabajadores del Hato dispersos en varios lugares, entonces empezaron a decir que ellos vivian en haticos. Y de alli nace el nombre de “Los Haticos”. Eso fue por allá en 1690. Pero la fundación del pueblo ocurrió en 1830. Y parece ser que el fundador era de un pueblo del Atlántico, concretamente de Manatí. El tipo se llamaba Luis Ángel Martínez. Con relación al asunto de donde nace el termino MICHIRECO, me dicen que aquí se reunía la gente en un sitio que llamaban “El limpio del totumo”, que era como una plazoleta grande, es decir, un espacio grande al lado de un palo de totumo. Y había la creencia que las brujas bailaban una danza que le decían la danza del Michireco.

Ramón Emilio Banquet completó su relato recitando el estribillo que cantaba la gente del pueblo para gozar de su baile más popular, “El Baile del Michireco”

“Las brujas de Los Haticos,

Ya tienen el claro hecho,

En el limpio del totumo,

Donde bailan Michirecos”   

Después de la intervención de Ramón Emilio Banquet toma la palabra su hermano mayor, Antonio Banquet, y complementa el testimonio.

  • “El Michireco” era una danza popular, así como “El Pilón”, el “Zumba la Pava” y “Las Colitas”. Y se originó como una leyenda de brujas que después se volvió un baile popular, así como la leyenda de “La Pata Sola”.

Cuando ya el equipo investigador estaba recogiendo los micrófonos para culminar su visita a Los Haticos, llego nuevamente Juan Francisco Córdoba. Para entonces, ya el calor sofocante del mediodía hatiquero había disminuido su intensidad y la tarde comenzaba a refrescar luego de un amago de llovizna.

–    Yo resolví venir después que se fue el “tiempecito” que se formó hace un rato (Tiempecito, en lenguaje provinciano, corresponde a un amago de lluvia que no tiene probabilidad de convertirse en llovizna y mucho menos en lluvia). Y es para decirles que Yo si tengo la verdadera historia de porque la gente dice que somos MICHIRECOS. Yo tengo 75 años y yo estaba chiquito cuando supe la verdad de ese asunto. Resulta y pasa que en unos carnavales aquí en Los Haticos crearon un muñeco para carnavalear. Fue la señora Rafaela Mendoza Vda de Villazón. Ella le puso el nombre a ese muñeco. Y el nombre que le puso fue El MICHIRECO. Esa es la verdadera historia. El MICHIRECO era un muñeco de carnaval.

Una vez que Juan Francisco Córdoba se desatragantó con esa historia que se resistía a contar, para evitarle más indignidades a su pueblo, Ramón Emilio Banquet le hizo una pregunta que sirvió de epitafio para esta historia:

–    Pero bueno… ¿Y tú no dijite que no ibas a decir nada…?

Orlando Cuello Gámez

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