“Estos son los reyes del oriente del río Jordán a quienes los israelitas mataron y les quitaron sus tierras. El territorio de esos reyes se extendía desde el valle del Arnón hasta el monte Hermón y abarcaba toda la tierra situada al oriente del valle del Jordán.” Josué 12:1 NTVAl leer este el capítulo 12 del Libro de Josué, me pregunté ¿qué quiere Dios enseñarme a través de él? al principio no entendí, luego me vino esto a la mente: la vida es una batalla constante que no da tregua. El pueblo de Israel, tuvo que derrotar 31 reyes solo para lograr un objetivo: conquistar Canaán. “y el rey de Tirsa. En total, los israelitas derrotaron a treinta y un reyes. “Josué 12:24 NTV
Ciertamente, la vida no es sencilla, ni fácil y mucho menos pacífica. Así como el pueblo de Israel tuvo que pelear con 31 naciones antes de conquistar la tierra prometida, nosotros continuamente enfrentamos muchas batallas, pero aún en medio de ellas debemos estar seguros y es que Dios nos garantiza la victoria incluso antes de comenzarlas; sin embargo, eso no significa que no tengamos que dar la pelea.
Incluso, atravesamos momentos en los que nos preguntamos ¿en serio Dios? No hemos salido muy bien de una y ya estamos metidos en otra, los problemas asedian y a veces hasta se juntan, es tan fuerte nuestro agobio que suplicamos a Dios que nos dé un respiro; nos quedamos sin fuerzas, se debilita nuestra fe y sentimos que no podremos soportar más. Muy a pesar de haber ganado otras luchas en algún otro momento de nuestra historia, sentimos que no hay manera que podamos ganar esta.
Lo cierto es, que Dios como un buen padre hace con sus hijos, no nos evita los procesos, lo que si hace es que en medio de ellos nos acompaña, nos anima y renueva nuestras fuerzas cuando no nos queda ninguna, nos alienta para que no claudiquemos porque sabe que falta poco para ver la victoria. Y cada victoria lograda, cuenta una historia. Por qué no se trata solo del enfrentamiento, o de ganar la pelea, sino de quienes somos antes de atravesar las adversidades y en quienes nos convertimos después de ellas. ¡En Dios todo tiene propósito! para transformarnos en alguien mejor de lo que creemos y somos, por ello El sigue permitiendo que enfrentemos gigantes.
En ese camino, Dios nos da sus estrategias, fomenta en nosotros actitudes y nos moviliza a maniobrar con astucia, como sucedió con Josué, quien se encontró con el comandante en jefe del ejército de Dios antes de que cayeran los muros de Jericó. Josué 5:13-15 Cuando Josué estaba cerca de la ciudad de Jericó, miró hacia arriba y vio a un hombre parado frente a él con una espada en la mano. Josué se le acercó y le preguntó: —¿Eres amigo o enemigo? —Ninguno de los dos—contestó—. Soy el comandante del ejército del Señor. Entonces Josué cayó rostro en tierra ante él con reverencia. —Estoy a tus órdenes—dijo Josué—. ¿Qué quieres que haga tu siervo? El comandante del ejército del Señor contestó: —Quítate las sandalias, porque el lugar donde estás parado es santo. Y Josué hizo lo que se le indicó.
Para ganar cada batalla hasta llegar a la tierra prometida Dios le había prometido a su pueblo enviar su ángel para guiarlos, como lo dice en Éxodo 20:20-23 Mira, yo envío un ángel delante de ti para que te proteja en el viaje y te lleve a salvo al lugar que te he preparado. Préstale mucha atención y obedece sus instrucciones. No te rebeles contra él, porque es mi representante y no perdonará tu rebelión. Pero si te aseguras de obedecerlo y sigues todas mis instrucciones, entonces yo seré enemigo de tus enemigos y me opondré a todos los que se te opongan. Pues mi ángel irá delante de ti y te llevará a la tierra de los amorreos, de los hititas, de los ferezeos, de los cananeos, de los heveos y de los jebuseos, para que vivas en ella. Yo los destruiré por completo.
Tanto Moisés como Josué siguieron las instrucciones explicitas que recibieron de parte de Dios para ganar cada batalla, y eso los hizo vencedores en 31 ocasiones; por que ninguna de las estrategias usadas correspondió a tácticas humanas ni a la ferocidad del ejército de Israel, sino al respaldo y gracia de Dios para lograrlo.
Por eso, para enfrentar cada batalla que se nos presenta en la vida, debemos empezar por reconocer que Dios es el mejor estratega, es nuestro comandante y jefe y nosotros somos sus soldados desde el momento en que decidimos rendirnos a Cristo. Asimismo, debemos comprender que no podremos vencer con nuestra inteligencia, ni estrategias y mucho menos nuestras fuerzas. Si queremos que nuestra victoria sea absoluta, debemos aprender a seguir instrucciones y estar alertas para que ningún ataque nos tome por sorpresa, como buenos soldados que sirven en la milicia. Bíblicamente los soldados son personas que están dispuestas a hacer la voluntad de Dios, a pesar de las dificultades que pueda enfrentar.
2 Timoteo 2:3-7 TLA. Tú, como buen soldado de Jesucristo, debes estar dispuesto a sufrir por él.
Sin embargo, esto no es tan simple como parece, porque cuando alguien nos ataca lo que queremos es devolver el golpe a toda costa, pero no debemos actuar por impulso, ya que un mínimo error podría llevarnos a la derrota. Debemos estudiar a nuestro adversario, conocer sus debilidades y esperar el momento oportuno para contra atacar, entendiendo que nuestros golpes no deben ser propinados con ira, sino más bien con certeza.
En cuanto a esto, la Biblia nos enseña la actitud y autoridad que debe tener un soldado como dice en Mateo 8:9-10 y Lucas 7:8-9. En estos pasajes, un centurión romano dice que tiene autoridad sobre sus soldados y que puede darles órdenes. El soldado sigue las instrucciones de su comandante al pie de la letra y las ejecuta con seguridad y confianza, porque bajo su mando no ha perdido una sola batalla.
Pero ¿Qué pasa si el soldado va a la guerra lleno de incertidumbre o con miedo?, sin duda alguna puede morir. Así como Dios le aconsejo al pueblo de Israel, hoy también a nosotros nos aconseja en Deuteronomio 20:3-4 … ¡No tengan miedo cuando salgan hoy a pelear contra sus enemigos! No se desanimen ni se asusten, ni tiemblen frente a ellos. ¡Pues el Señor su Dios va con ustedes! ¡Él peleará por ustedes contra sus enemigos y les dará la victoria!”
Él pelea por nosotros lo único que debemos hacer en medio de cada enfrentamiento es confiar porque El ya venció, y no nos abandona a nuestra suerte, Él tiene un plan para sacarnos ilesos de cada circunstancia y al final cantaremos y alabaremos con un grito de victoria. Mientras tanto debemos permanecer firmes hasta el fin, como les enseño Jesús a sus discípulos en Mateo 24:13 pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.
Debemos vivir con seguridad y con la certeza de que no hay nada que no podamos vencer con Dios de nuestra parte. Romanos 8: 35-37 ¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero») Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó.
Su amor nos capacita para ser más que vencedores sobre los problemas que enfrentamos. Porque el vencedor va a la guerra, pelea la batalla, y gana. Pero uno que es “más que vencedor” va la batalla sabiendo que la victoria es suya antes de iniciar. Cristo es la fuente de poder que tenemos para conquistar en cualquier batalla. Esto no quiere decir que neguemos el sufrimiento o le restemos importancia a las aflicciones que vivimos; sino que debemos confiar en que nuestra victoria absoluta sobre la adversidad porque Cristo ya la obtuvo por nosotros y esta no es una promesa para la eternidad, es algo que podemos ver y experimentar cada día.
Esto es algo para tener muy presente, porque en el campo de batalla el enemigo va a intentar hacer lo posible para confundirnos, inundarnos de malas noticias, preocuparnos con las cuentas por pagar o usar un dictamen médico, hará lo que sea para aterrorizarnos y que comencemos a retroceder. Pero justo en ese momento debemos hacer como el Rey David, quien declaró la victoria de Dios aún antes de comenzar a pelear, él dijo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; más yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado” 1 Samuel 17:45
Plantémonos firme ante la adversidad, enfrentemos con seguridad al gigante que ha venido con mentiras a nuestra vida queriendo que nos sintamos derrotados o que dudemos, para robarnos la paz, el gozo, los sueños y la calma.
Reflexionemos: ¿Cómo hemos reaccionado ante la adversidad últimamente? ¿Será que si estamos siguiendo las instrucciones de Dios o nos estamos dejando provocar por nuestro enemigo? ¿Nos hemos sentido agotados y agobiados? ¿será que hemos peleado en nuestras fuerzas? ¿hemos peleado creyendo que la victoria es nuestra o estamos dudando si quiera que podamos ganarla? El apóstol Pablo fue un hombre que batalló hasta el final de su vida, peleó la buena batalla de la fe y con esa autoridad nos dejó sus enseñanzas en el capítulo 8 del libro de Romanos, las palabras que usó eran de pleno convencimiento de que ninguna aflicción podría vencer a aquel cuya confianza está puesta en Dios.
Vr. 18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
Vr. 28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Vr. 31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Vr. 37 En medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que Jesucristo, quien nos amó, nos dará la victoria total.
Finalmente, aunque peleemos mil batallas ninguna de ellas podrá derrotarnos y mucho menos separarnos del amor de Dios, sino que más bien nos permitirá ver su poderío y su gloria obrando en medio de la tempestad. Pero para ello, también debemos hacer nuestra parte:
– Debemos esforzarnos y ser muy valientes, no desmayar ni rendirnos.
– Ponernos nuestra armadura todos los días.
– Clamar con fe para que Dios venga a socorrernos.
– Ponernos a cuentas con El diariamente para que el enemigo no tenga nada que usar en nuestra contra.
– Reconfortarnos y animarnos con las victorias pasadas.
– Haciendo bien frente al mal que nos hacen y desean los demás.
– Adorando, gozándonos en Dios, deleitándonos en el Señor, perseverando en sus pensamientos y teniendo paz que sobrepasa todo entendimiento.
– Viviendo con la fe y la firme convicción de que de Dios viene nuestra ayuda y Él no ha perdido ninguna batalla.
Nuestra victoria absoluta es de Cristo, quien venció en la cruz toda enfermedad, tristeza, desánimo, y dolor.
1 Juan 4: 4 Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.