¿PARA QUÉ SIRVE EL CARNAVAL?

Celebrar una fiesta significa hacer algo liberado de toda relación imaginable con un fin ajeno. Constituye una pausa en el trabajo que permite protagonizar un quehacer que tiene sentido propio, afirma el filósofo alemán Josef Pieper en su obra clásica Una teoría de la fiesta. Detrás de esta pausa esta la idea de darnos un buen día como regalo. Así. el carnaval está asociado con la noción de un tiempo que está por fuera de lo cotidiano. En una reveladora canción el compositor guajiro Leandro Díaz dice para anticiparnos su origen: “Yo nací una mañana cualquiera/Allá por mi tierra, día de carnaval”. No necesitamos saber ni el día ni el mes para situar su nacimiento en una estación festiva. Según Leandro, los astros le signan, por tanto, con una vocación y una sensibilidad creativa.

El carnaval puede ser percibido como un juego. Si bien es un exceso permitido y sus desbordamientos están en su propia naturaleza, como todo juego tiene reglas propias y transitorias de un orden singular. De todas las manifestaciones de los carnavales en Colombia mie inclino por “las mascaritas”, una expresión del histórico y poco conocido carnaval de Riohacha. Las mascaritas son mujeres que deben armar su elegante vestuario solo con los elementos de su propia casa tales como: cortinas, jarras, manteles, platos, polveras, tules y guantes. Su aire misterioso, colorido y seductor ejerce una atracción irresistible en los bailadores masculinos. Sin embargo, esto puede ser una situación engañosa. La ágil bailarina que mueve sensualmente las caderas hasta llevar a un estado hipnótico a su pareja podría ser una anciana que espera ver tu cara de incredulidad cuando se quita el velo bajo la tenue luz de un callejón. Peor aún, puede tratarse de la propia esposa del incauto seductor.

El carnaval es una fiesta pública que concierne a toda una sociedad. Es una especie de paraguas festivo que recoge manifestaciones provenientes de distintos lugares. De esta forma encontramos Batallas de Flores en el carnaval de Venecia, en Cantabria, en Valencia y en Barranquilla entre otras ciudades y pueblos del mundo. Esta diversidad de manifestaciones en un carnaval marca su diversidad y refleja la influencia de los circuitos culturales y migratorios de un lugar o de una región.

El carnaval conlleva un tiempo transformativo. Esta transformación puede ser morfológica a través de máscaras y disfraces o referirse a roles sociales. El ciudadano anónimo tiene la oportunidad de transformarse durante el tiempo festivo en un héroe, en autoridad transitoria o en un gran personaje social. Un juez puede transformarse en ladrón y un ladrón en un alto magistrado. Un general será un celador y un vigilante se convertirá transitoriamente en un destacado general. Al final del carnaval todos retornarán a sus grises roles originales.

Mascarita del carnaval de Riohacha (Fotografía de Carlo Egurrola Hinojosa)

Al retornar a Barranquilla el martes pocas horas después del entierro de Joselito carnaval, en los sectores populares no hay rescoldos ni cenizas apagadas. El carnaval es fuego vivo entre las gentes que se aferran a un tren que se marcha. Siento entonces una lejana tristeza. Me pregunto: ¿para qué sirve a las gentes del Caribe el carnaval? La respuesta la dio el escritor Derek Walcott: “El carnaval hace posible insertar una memoria de agravios, violencia y explotación en una secuencia rítmica permitiendo a una agrupación humana bailar su propia historia ya despojada de su pasado doloroso”.

Weildler Guerra Curvelo

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