PETRO, TRUMP Y PALESTINA: UN TERREMOTO POLÍTICO EN LA ONU

El discurso de Gustavo Petro en la Asamblea General de la ONU no dejó a nadie indiferente. En un escenario que suele estar lleno de fórmulas diplomáticas, frases cuidadosamente medidas y silencios estratégicos, el presidente colombiano decidió levantar la voz y lanzar dardos en todas direcciones. Señaló directamente a Donald Trump como cómplice de un genocidio en Gaza, pidió una investigación penal en su contra y, como si fuera poco, propuso la creación de una fuerza armada internacional para detener la matanza en Palestina.

Lo que plantea Petro rompe con la tradición. La ONU, durante décadas, ha estado atada al veto de las potencias, incapaz de actuar con contundencia en conflictos sangrientos. Petro quiere algo distinto: una fuerza votada por la Asamblea General, sin derecho a veto, sin el bloqueo de los de siempre. Suena revolucionario, pero también choca de frente con la arquitectura misma de Naciones Unidas.

Ahora bien, más allá de la viabilidad política y jurídica, lo que hizo Petro fue colocar el dedo en la llaga. Mientras gran parte del mundo mira con horror lo que ocurre en Gaza, pocos líderes se atreven a hablar de genocidio en voz alta y aún menos a señalar a Washington como parte del problema. Petro lo hizo, consciente de que se ganará enemigos, pero también de que su voz resonará en sectores del sur global cansados de la hipocresía internacional.

¿Es posible una fuerza armada sin el Consejo de Seguridad? Difícil, casi imposible bajo las reglas actuales. ¿Es necesario sacudir la inercia de la ONU y poner sobre la mesa soluciones disruptivas? Sin duda. El dilema es si las palabras de Petro quedarán como un eco en el recinto de Nueva York o si serán el inicio de un debate real sobre el papel de la comunidad internacional ante crímenes que no pueden seguir siendo invisibles.

En cualquier caso, Petro logró algo que pocos mandatarios logran en la ONU: que su discurso no pase desapercibido. Con sus luces y sombras, su propuesta encendió el debate. Y aunque muchos lo tilden de populista o imprudente, nadie podrá negar que sacudió la rutina diplomática con un mensaje claro: la neutralidad frente al horror también es una forma de complicidad.

Lo que está en juego no es solo la suerte de Palestina, ni la imagen de Trump, ni el liderazgo de Petro. Lo que se juega es el prestigio y la credibilidad de un sistema internacional que parece cada vez más incapaz de detener las tragedias humanas. Si la ONU ignora este clamor, ¿para qué sirve entonces? Petro, con toda su vehemencia, nos obliga a mirar esa incómoda pregunta a los ojos.

 

Breiner Robledo Meza

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