La democracia lucha por consolidarse, los ciudadanos enfrentamos desafíos estructurales: pobreza, desigualdad, inequidad y desinformación, y el escenario político se vuelve un tablero de juego. Propongo una lectura crítica y desnudar el comportamiento político combinando procesos mentales y neuromarketing político, mostrando que el presidente y su círculo íntimo manipulan el público mientras la oposición cree participar, pero ingenuamente se involucra en la coreografía. El juego en las sombras, el presidente y sus áulicos más cercanos son jugadores maestros.
En este modelo, el presidente no actúa como líder transparente, sino como un estratega oculto, mueve sus piezas (ministros, asesores, medios aliados, ataca a la prensa libre) en un tablero invisible. Su objetivo no es resolver los problemas del país, enarbola y distrae con causas ajenas mientras el país se incendia; su interés es el control del poder manipulando percepciones, emociones y narrativas. Utiliza el golpe neuronal político: miedos, deseos y frustraciones de la población y diseña mensajes desinformativos, altera fechas y datos activando emociones distópicas. El cacareado cambio lo transforma en miedo, evoca la nostalgia por el pasado, incentiva el odio político, ingredientes explosivos. La oposición la controla, aunque crea ser libre, se ha dejado envolver en su agenda, limitándolos a buscar entre la oposición enemigos entre ellos mismos, en esto Petro es experto.
Se permite gritar, denunciar, debatir, pero siempre en los marcos que benefician al poder. La oposición, un público convidado de piedra, hipnotizado como espectadores de un juego de ping pong, entre 2 hábiles y ruidosos contendores chinos que no dejan caer la bola. El enfrentamiento constante entre gobierno y oposición genera una ilusión de democracia, lo cual es mentira, busca la perpetuidad en el poder y los ciudadanos, por su parte, también observan el espectáculo de ping pong rápido, técnico, emocionante, pero incomprensible. La velocidad del seudodebate, la complejidad del país y saturación de información genera una parálisis cognitiva.
El ciudadano medio no sabe qué creer, a quién apoyar, ni cómo actuar. Un pueblo dividido, emocionalmente agotado y políticamente desorientado es más fácil de controlar, peor aún…, se abstiene de participar. Partiendo de la teoría de juegos, este escenario es un equilibrio de Nash perverso, cada jugador (gobierno, oposición, ciudadanos) actúa dentro de su marco, pero el resultado colectivo es deplorable y estanca al país. Nadie rompe el juego a pesar de que el pueblo a quien cada rato aluden, se sacrifica. Intento decir es que, en ciertos contextos políticos, el verdadero conflicto no está entre izquierda y derecha, sino entre la verdad y la manipulación.
El abuso distrae, confunde, divide y controla al elector. Propongo como única salida el pensamiento y la educación crítica, construyendo confianza ciudadana. No podemos seguir embobados, viendo el partido de ping pong, esperando que alguien deje caer la pelota. Elecciones sí, 2026.
Orlando Bustillo Pareja

