PRISIONEROS DEL AMOR DE DIOS

Efesios Capitulo 3

“Por esta razón yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por el bien de ustedes los no judíos, me arrodillo en oración.” Efesios 3:1 NVI


Me llama la atención que el apóstol Pablo inicia este capítulo reconociéndose como prisionero de Jesús; de hecho, no es la primera vez que lo hace, ya que también en el libro de Filemón lo menciona: “Pablo, prisionero por amor de Jesucristo, y el hermano Timoteo, a ti, Filemón, amado colaborador” Filemón 1:1

Es factible deducir que El Apóstol Pablo use esta expresión para referirse a una condición física, dado que en al momento de escribir esta carta, literalmente estaba preso; sin embargo, el término «prisionero de Cristo», va mucho más allá del hecho de estar privado de la libertad por causa del evangelio, dado que a pesar de ello, esta situación no cautivó su mente, su alma, ni su espíritu, solo su cuerpo. Lo más impresionante, es que aun en medio de su cautividad, el apóstol Pablo siguió realizando su labor, aprovechó su estadía en la cárcel para seguir extendiendo el reino de Dios, como lo menciona el libro de Filipenses. Además, mis amados hermanos, quiero que sepan que todo lo que me ha sucedido en este lugar ha servido para difundir la Buena Noticia. Pues cada persona de aquí —incluida toda la guardia del palacio— sabe que estoy encadenado por causa de Cristo; y dado que estoy preso, la mayoría de los creyentes de este lugar han aumentado su confianza y anuncian con valentía el mensaje de Dios sin temor.” Filipenses 1:12-14 NTV

Estos versos bíblicos me hicieron reflexionar acerca de las prisiones de la vida, esas que no necesitan barrotes para mantenernos cautivos. Para comprender esto debemos comenzar por recordar que un prisionero es una persona privada de la libertad, especialmente en la guerra, por motivos que no son delito. Literalmente a diario, estamos en medio de una batalla espiritual en la cual no hay un terreno neutral, ni puntos intermedios, o somos prisioneros del pecado o somos prisioneros del amor de Dios, porque nadie puede servir a dos señores (Mateo 6:24). Ciertamente tenemos un enemigo, que ya fue condenado y será apresado por mil años, pero el busca que otros sean condenados también y por eso usa todo lo que puede para engañar, aun a aquellos que hemos decidido creer en Dios y seguir a Jesús como salvador, para que volvamos a estar cautivos del pecado.

Al respecto, es preciso recordar que por causa de Jesucristo hoy tenemos plena libertad como lo dice en Gálatas 5:1 PDT Ahora somos libres porque Cristo nos liberó. Manténganse firmes en la libertad y no vuelvan a la esclavitud.  Es decir, que es nuestra elección ser prisioneros del pecado nuevamente o ser prisioneros del amor de Dios. Un amor que no defrauda, que nos da esperanza de un futuro de bien. Un amor que no condena, que es paciente y que es inagotable. Sin embargo, muchas veces pareciera que el amor que Dios nos ofrece no es suficiente para nosotros y  por eso tendemos a permanecer voluntariamente en la cárcel del poder, las riquezas mal habidas, el adulterio, la fornicación, el rencor, el desánimo, el dolor, la amargura, pensamientos suicidas,  el odio, el juicio, la depresión, la dependencia emocional, la incertidumbre, infelicidad, celos, contienda,  los vicios, la mentira, la duda, la culpa, duelos sin resolver, baja estima, y muchas otras cosas… estas prisiones no están fuera de nosotros, dado que la principal cárcel es nuestra mente, allí se inicia la batalla; por ello la palabra nos aconseja llevar nuestros pensamientos cautivos a la obediencia de Cristo (2 Corintios 2:10).

Es posible que creamos erróneamente que solo son los que están lejos de Dios, son los más propensos a caer en estas prisiones, pero no es así; es cierto que hoy muchos viven sin esperanza por qué no han dimensionado con cuánto amor los ha amado Dios. Pero tristemente aquellos que hemos decidido seguir a Cristo, también podemos caer en esto, por ello la biblia enseña que el que este firme mire que no caiga (1 Corintios 10:12). Lo cierto es que, cuando caemos en estas situaciones, ellas nos llevan a estar restringidos de nuestra libertad emocional y espiritual, nos roban el gozo de la salvación, incluso vuelven inoperantes los dones, talentos y habilidades que Dios nos ha dado. Entonces ¿cómo transitar de ese estado de cautividad a la plena libertad que Cristo nos concedió a través de su muerte?

Lo primero que tiene que suceder es que examinemos si estamos viviendo hoy en alguna cárcel que nos está impidiendo vivir en la libertad plena que Dios nos dio, y clamar a Él como lo hizo el rey David diciendo: “Saca mi alma de la prisión, para que yo dé gracias a tu nombre; los justos me rodearán, porque tú me colmarás de bendiciones”. Salmo 142:7

Necesitamos estar apercibidos. Si hoy estamos en una situación así, requerimos que, así como Dios libertó a Pedro de la cárcel y rompió las cadenas que ataban a Pablo y a Silas, nos liberte de toda opresión, no hay sicólogo, no hay coach, no hay siquiatra que pueda sacar nuestra alma de la cárcel solo Dios. Dice en el libro de Hechos: Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos. Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión. Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él.”

Hechos 12:7-10

Hoy la invitación es a evaluarnos y pedirle al espíritu santo que si estamos siendo prisioneros de otra cosa que no sea de su amor, nos de la voluntad de renunciar a ello y abrazar la libertad plena que nos ha sido otorgada a través de Jesucristo, porque fuimos liberados para ser en las manos de Dios instrumentos de liberación para otros, como lo dice en Lucas 4:18 «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad”.  Estoy plenamente convencida que Jesús no se refería solo a quienes estaban cautivos en prisiones físicas, sino a aquellos que hoy viven en opresión;  él nos ha dado su espíritu santo para proclamar  libertad a los cautivos y también dice en su palabra que cosas mayores de las que el hizo haremos en su nombre, por eso es tan importante que nos mantengamos firmes en esa libertad y no volvamos a la esclavitud, no solo por nosotros, sino por aquellos que también están viviendo en cárceles emocionales y espirituales.

Por último, la palabra de Dios tiene la función de libertar nuestra mente, que es el principal escenario donde actúa la opresión y la mentira. Si identificas alguna situación que parece no tener salida, una sensación de estar atrapado en los problemas, pide al espíritu santo que establezca su verdad en ti y desecha todo lo que te hace permanecer en el lugar de opresión. Cristo nos libertó por medio de su amor. Somos libres y voluntariamente sometemos esa libertad al señorío del único Dios bondadoso, misericordioso, poderoso, soberano, invencible, omnipotente, el cual nos defiende y no permitirá que nada nos separe de su inmenso amor.

Romanos 8:35-39 ¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero»).  Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Vicky Pinedo 

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