Se encienden las alarmas. Y es que, en el último tiempo, varios hechos han provocado la pérdida de la tranquilidad y la estabilidad necesarias para el disfrute de la productiva y sana convivencia. Maicao y su gente luchan a diario por ver el triunfo de las autoridades frente a la delincuencia. Lucha que se ha dado frente a atracos frecuentes, homicidios, boleteo, extorsión, secuestros y otros delitos materializados por estructuras criminales con alto nivel de organización. Todo lo asociado a esta realidad adversa ha sido atendido con acciones tradicionales por parte de los gobiernos. Pero surge un fenómeno creciente que atenta sin piedad contra lo que somos en esencia: la estigmatización que resulta de los hechos violentos y la acción criminal en el territorio y en lo más sensible de su sociedad.
La estigmatización que se le carga a lugares, que como en el caso de Maicao, no merece ni resiste que se frene su desarrollo por cuenta de hacernos creer que estamos en una tierra donde no sea posible producir en paz o simplemente vivir en armonía. La defensa integral de su gente y del lugar mismo, se evidencian en la pujanza tradicional de quienes acá habitamos y donde afortunadamente, los buenos somos más.
Este escrito llama al cumplimiento de acciones inspiradas en la construcción social, probadas desde el marco legal del alcance contemplado y contenido en su oferta institucional, que está además al amparo del Plan de Desarrollo por el que votaron los ciudadanos. Me niego a creer que no exista una respuesta estructural, integrada, que nos permita ganarle a la desvalorización del territorio y de nuestra gente en esencia. Y hablo de esa desvalorización que frena las economías tradicionalmente productivas, esa que ha fomentado el trabajo y todo lo que, de él se desprende.
Una postura sinérgica vendría bien como propósito colectivo en la que quepamos todos, sin apreciaciones ideológicas o políticas, y en la que, por su misma esencia, se nos enseñe la ruta para que ciudadanos y gobierno se tomen de la mano más allá de lo particular.
Maicao, necesita renacer, necesita salvarse con la fuerza de su propia gente para vivir en la escala de la unión y de lo posible.
Maicao le pertenece al trabajo y a la esperanza, Maicao le pertenece a la parte noble de su propia historia que niega cualquier fenómeno de descrédito o de desvalorización de su entorno, de su gente. En Maicao, vivir en paz es una realidad posible y es un derecho de su presente y de sus futuras generaciones.
Carolina Issa Morales