En 1820 el coronel realista Vicente Sánchez Lima, contundentemente derrotado en la batalla de la Laguna Salada por las fuerzas republicanas, fue premiado por sus superiores con un ascenso a general. Ello nos motiva a preguntarnos ¿Qué puede considerarse una derrota? ¿Qué es en realidad una victoria?
Todo empezó el 25 de mayo de 1820. Sánchez Lima comandaba una fuerza de 1500 hombres provenientes de Santa Marta y Maracaibo. Su misión era derrotar a las fuerzas republicanas compuestas principalmente por irlandeses e ingleses que habían tomado el puerto de Riohacha. El oficial debía derrotar al cuerpo militar que había arribado en marzo de 1820, destruir la flota en la que habían desembarcado los europeos y recuperar el control de ese puerto marítimo. A pesar de contar con 1600 hombres el coronel Sánchez Lima fue estruendosamente derrotado por los 400 soldados y oficiales que defendían la plaza y sus tropas huyeron en desbandada hacia Valledupar.
Los remanentes de estas tropas, que huían por los bosques, fueron perseguidos y desbaratados en la población de Chiriguaná por las tropas del coronel Jacinto Lara, según informaba el coronel Salom desde Cúcuta el 4 de julio en carta al general Santander: “El enemigo ha perdido en esta fuga toda su infantería que se ha dispersado hasta el río Magdalena; de modo que sin batirse han sido disueltas las tropas que lograron salvarse de la acción de la Laguna Salada”.
Triste y derrotado el coronel Sánchez Lima retornaba a Santa Marta por matorrales y caminos secundarios cuando se enteró de que los mercenarios irlandeses se habían amotinado e incendiado a Riohacha porque no le pagaban sus salarios y les alimentaban diariamente con carne de tortuga. El almirante independentista Luis Brion procedió a desarmarlos y enviarlos hasta Jamaica con una carta que contenía una extensa lista de quejas que debía entregarse directamente al gobernador inglés de dicha isla. El motín de los irlandeses tuvo un inesperado beneficiario: el coronel realista Sánchez Lima. Ante estos hechos, imprevisibles pero favorables a su causa, se presentó ante el gobernador de Santa Marta, Ruiz de Porras, y le dijo que de todas formas sus objetivos se habían alcanzado. El mandatario ascendió al infortunado coronel al grado de brigadier general. Pudo convertir de esta forma una estrepitosa derrota en una transitoria victoria militar y política. Meses después el general Sánchez Lima fue nuevamente derrotado en la batalla de Ciénaga. Se cree que huyó a Maracaibo y su rastro se pierde para siempre en las fuentes históricas.
¡Que es una victoria? ¿Se trata simplemente de hechos verificables como el número de bajas que sufre un ejército, la toma o la pérdida de una plaza o el número de recursos materiales perdidos por el adversario? Dos ejércitos pueden tener lecturas distintas acerca de lo obtenido en la misma operación militar. Algunas perspectivas de la victoria se enfocan en el alcance de los objetivos previamente establecidos. Los componentes de logro y contundencia se consideran elementos constituyentes de una victoria. Sin embargo, en las guerras, en mucho mayor grado que en los combates y las batallas, todos los resultados están finalmente mediados por la dimensión política. Esta les dota de origen y sentido. Algunos éxitos militares pueden no acarrear victorias políticas. En contraste, incuestionables derrotas en el campo de batalla pueden ser presentadas como victorias al alcanzar de manera inesperada las metas inicialmente propuestas.
La victoria en la guerra es, en el nivel más elemental, una evaluación, no un hecho o una condición. Es la opinión de alguien o una comunión de opiniones.
Weildler Guerra Curvelo