La pregunta es interesante porque la actual generación es la primera que tiene una visión pesimista del futuro.
Comencemos por precisar qué es lo que entendemos cuando hablamos de cambio de generación.
Porque ese cambio, o la diferencia entre generaciones no se ha caracterizado por ser constante en el tiempo. Por el contrario, si definimos los cambios entre generaciones no por la edad de las personas sino con hitos representativos que signifiquen condiciones de vida marcadamente diferenciadas de las anteriores, vemos como cada vez más reducido el paso de una a otra generación humana, o sea el que se da alrededor del acumulado de desarrollos ajenos a la propia naturaleza del ser humano (esencialmente los avances tecnológicos y del modo de producción).
Diríamos que durante siglos vivió el hombre en condiciones similares bajo lo que llamaríamos el equivalente a una generación de la humanidad; se identificarían con el descubrimiento del fuego, o la invención de la rueda, o de la escritura que representaron transformaciones en la vida de los seres humanos.
Clasificaciones con palabras como ‘épocas’ en Occidente o como ‘dinastías’ en otras culturas coinciden con periodos en los que las personas se mantenían en las mismas condiciones de vida durante varios ciclos políticos y económicos que corresponden a etapas cambiantes de la humanidad un poco más cortas en el tiempo, como fueron la Edad Media, el Renacimiento, la Reforma y la Ilustración.
Después con el capitalismo y las ‘revoluciones industriales’ los cambios en el modo de vida de los humanos se dieron de acuerdo a la evolución en el ‘modo de producción’ con espacios del orden de entre 50 y 70 años.
Para el siglo XX se produjeron eventos radicales usados para nombrar lo que le tocaba como generación a cada persona, coincidiendo con la Primera Guerra Mundial, de la Segunda o de la caída del muro de Berlín similar al tiempo en el que el ser humano llegaba a su madurez; o sea del orden de entre 25 y treinta años.
Pero el recorte en el tiempo de cambio de una generación de la humanidad siguió su aceleración y en el lapso de vida de un individuo hoy ya le toca vivir varias de las generaciones de lo que llamamos baby boomers, hippies, yuppies, millennials, generación x, y o z, o ahora ‘de cristal’; en la actualidad 5 años de diferencia producen distancias en las capacidades y los modos de vida que se pueden calificar como generaciones diferentes. Estos ‘cambios generacionales’ se acompañan de relaciones entre padres e hijos o Intergeneracionales difíciles de predecir.
Algunos elementos se pueden considerar como constantes para lo que espera a la generación que asume hoy el relevo.
Uno que siempre la generación siguiente es más capaz que la anterior. Si no fuera así no hubiera existido el progreso de la humanidad. No quita eso sin embargo la tensión de que siempre los mayores siguen creyendo que pueden y deben asesorar a sus descendientes en la inserción a las condiciones de vida que a ellos les tocaron; y ninguno de los gestos de los hijos por la desesperación de la incomprensión de los padres los convence de lo contrario.
Segundo que la relación entre vejez y juventud evoluciona de la dependencia del niño en relación a sus padres a la contraria en la que los viejos dependen de los jóvenes. Esta que es también otra ‘ley de la vida’, tampoco es fácilmente asimilada, en especial por quienes pierden facultades, pero no la reconocen. La inversión de la pirámide demográfica hace que esto vaya más allá del problema de esas personas a ser fuente de crisis sociales inevitables, pero igual no suficientemente reconocida.
Infortunadamente también cada sucesión generacional se manifiesta en una mayor capacidad destructiva, de incremento de la capacidad de acabar con otros seres humanos; y la historia lo que demuestra es que una tras otra todas las generaciones la aumentan y la han usado.
Juan Manuel López Caballero