¿QUÉ SE QUIERE PARA EL 2026?

La pregunta es pertinente porque si bien se ve bastante dedicación y vehemencia respecto a hacerle la oposición al actual gobierno sus detractores no parecen tener claro lo que buscarían para el próximo.

Es tanto el énfasis en los ataques a la persona de Petro que parecen haber relegado a un segundo plano la importancia de definir que aspirarían como gobierno para el próximo periodo.

Aspirantes hay y parece que por montones. Se ha vuelto un cargo de tan poca selección que cualquier personaje por ser conocido del público o de las redes sociales se presenta como candidato. Pululan los periodistas, outsiders, influencers, o incluso legisladores, etc.  Que sin ninguna capacitación o experiencia como administradores se pelean una eventual presidencia sin una propuesta de gobierno.

Por supuesto que como en toda propuesta gubernamental en este hay aspectos buenos y aspectos malos, y buenos para unos y malos para otros, y en todo caso todos debatibles. Pero parece haber primado la idea de que lo que importa no es lo que hoy se presenta sino lo que sigue, pero solo en relación a quién seguirá en 2026.

No hay ni siquiera claridad sobre si el propósito es ralentizar el proceso de cambio, entendiéndose por esto el reconocimiento de la necesidad del mismo, pero no en la forma que se está adelantando, o si es buscar una reivindicación de un gobierno de derecha, o salir de los extremismos proponiendo una coalición de ‘neutrales’ para adelantar un gobierno de centro.

Pierde interés el presente y todo se reduce a estrategias en función de ganar ese cargo…

El aspecto ideológico sobre el cual convergen las oposiciones se reduce a impedir cualquier idea que tenga olor ‘progresista’. Y en cuanto a proyecto el único parece ser hacer que el país esté tan mal (o por lo menos que mediáticamente se presente así) que los ciudadanos deseen deshacerse de Petro y de cualquier posibilidad de que continúe alguna forma de gobierno asociado con el actual.

Para esto el argumento de que se requieren consensos, o que no se consulta con quienes están dedicados a ‘cuestionar’, permite justificar el impedir cualquier cambio, sea éste positivo o negativo. Basta decir que solo hay retórica o exceso de ideología para descalificar unas medidas sin evaluar su contenido o su eventual validez.

No se tiene en cuenta que las leyes suponen ser de vigencia para el futuro y se estudian los proyectos -o se combaten- como si solo fueran hechas para que las maneje Petro, y/o se asume que la intención de reelegirse entra dentro del cálculo al proponerlas.

En realidad, al no mencionar ni debatir presentando una propuesta alternativa de gobierno que contenga una orientación ideológica y un programa concreto lo que sucede es que se le hace el juego al mismo Petro pues le permite ser el vocero de la defensa de todo lo que se debe mejorar, mientras la oposición -o sea los opositores-  se limitan a la función de impedir, pero no hacen nada para construir una alternativa sobre la cual controvertir.

Existe una multitud de candidatos o precandidatos dispersos que ven como problema el ponerse de acuerdo en un candidato porque ese es el camino para salir del ‘riesgo’ Petro; pero con consensos alrededor de un nombre, o con la expectativa que tienen la mayoría de ganar el premio de ser ‘el que diga Uribe’ (como pasó con Duque), solo muestran o han mostrado las ganas de llegar al poder, pero sin que nada ofrezcan al votante como proyecto futuro.

Juan Manuel López Caballero

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