REIVINDICANDO A FRANCISCO EL HOMBRE

En mi columna de hoy me referiré a un tema por supuesto mucho menos árido que los usuales, y sin duda generará discrepancias de otra índole y tal vez seguramente los que tienen la paciencia de leerme, no suponían que también constituye o figura entre mis predilecciones. Para un provinciano en imposible sustraerse a los intereses, pasiones y gustos que ella pueda engendrar. Me refiero a la música vallenata. En este caso me centraré en una cuestión que siempre será motivo de controversia, es precisamente el epicentro de la misma que, igualmente y en buena medida copa el área donde está ubicados los mantos carboníferos de los departamentos del Cesar y La Guajira. Las reflexiones que presentaré sucintamente constituyen algunos elementos de la investigación que estoy desarrollando en este momento.

Esa zona compartida y destinada a la extracción fósil es La Serranía del Perijá que jugó en el pasado de la comarca, dos roles fundamentales:  1) frenó el flujo migratorio proveniente de Centroamérica, y que se gestó en el periodo prehispánico, 2) pero a su vez contribuyó a la “formación de asentamientos humanos en el piedemonte y en el valle central de la Serranía”. (Simón Martínez 2018). El mismo Martínez añade que, “De hecho, hallazgos arqueológicos en las riberas de los ríos Cesar y Ranchería y en las estribaciones de la serranía revelan poblamientos durante el pleistoceno tardío y el holoceno temprano, que muestran al norte del actual Cesar como un corredor de paso y de dispersión de grupos migratorios en diferentes periodos de la historia”. Obviamente en este contexto orográfico en alguna proporción se dan cercanías con la Sierra Nevada De Santa Marta.

Tan es así lo anterior que, las dos zonas que poseen esa mágica condición de filones de juglares de la música vernácula nuestra; La Serranía de Los Brito” y la zona de La Jagua del Pilar y su entorno, son justamente las dos zonas de Región Caribe con las mayores cantidades de nacimientos hídricos, por ende, con innumerables sistemas ecológicos. La una ubicada en las estribaciones de la Sierra Nevada y la otra en la Serranía del Perijá, en cercanías del Cerro Pintao.

En las lacónicas meditaciones antepuestas podríamos descubrir las claves de los antecedentes cercanos, y de los ascendientes más directos de los habitantes que hoy pueblan los territorios mineros de ambas provincias. Algunos grupos migratorios de aquellas calendas pudieron desplazarse por las riberas del rio Cesar hacia el centro de lo que es hoy – la zona minera cesarence- y por las riberas del Ranchería hacia el Sur de la Guajira, en lo que es actualmente el epicentro de la minería del departamento peninsular- área del Cerrejón-,

Entablé la investigación a la que aludo arriba, aupado por el convencimiento de que el conspicuo galanero – Francisco Moscote- no ha recibido el merecido respaldo bibliográfico e investigativo de sus coterráneos, y ello ha incidido para que no se le haya tributado la dignidad merecida, como compensación reivindicatoria a la proeza de haber creado nada más y nada menos que la música vallenata. La epopeya de este señero juglar, impulsado por el embate, la obstinación y el talento natural del que fue investido por la naturaleza humana ha sido injustamente soslayada. Sin embargo, y afortunadamente, en honor a la verdad, durante el periplo de mi investigación me he topado con una literatura, amplia, diversa e inclusive fantástica sobre la vida y obra de este trovador sin par.

Aplicable a razones de lo que llaman algunos actos de prestidigitación académica, los responsables de tal ignominia con el Juglar Primario, generalmente han tenido su origen geográfico en el entorno del Valle de Upar. Valledupar no requiere de tales actos de prestidigitación académica en que han incurrido unos estudiosos de forma premeditada una parte, e inconsciente la otra, para ubicar hasta los orígenes más remotos de la música en su hábitat. Al Cesar lo que del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Suficiente tiene Valledupar con ser sede anual del Festival Folclórico más importante de Colombia (Impactos en la economía y la cultura, reconocimiento mundial), además, el Festival y la ciudad le han otorgado el patronímico al género.

El rol primigenio, inventor y estructurador de los acordes que sentaron las bases que a su vez devinieron en la consolidación de la música de acordeón por parte del campesino guajiro e ínclito rapsoda Francisco Moscote Guerra, es uno de los asuntos cruciales y generadores de discrepancias de cierta amplitud. Tesis encontradas y hasta rencillas personales han sido contexto habitual desde que la melodía vallenata dio ese salto con pértiga, al trascender de la indiferencia y el desprecio de las aristocracias regionales de antaño hasta convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Lo que de ninguna forma es un asunto menor.

El origen de los cantos vallenatos, debe estudiarse por la época de la abolición ,de la esclavitud 1853, cuando ya libres, hombres que tenían la tradición musical de la cumbia y sus flautas llamadas de millo o cardón, empezaron a explotar sus posesiones e intercambiar en el puerto de Riohacha, productos como el palo brasil, el dividivi, los cueros, la carne en salazones, la manteca de cerdo, el bálsamo y la quina, que llegaban a vender allí sus productos e intercambiaron el acordeón, con los comerciantes judíos, llamados los arubanos; Ahí empieza la gesta musical de desconocidos trovadores, de origen humilde, campesinos que lograron iniciar una cultura musical autentica que coparía con el trascurso de los años, generar la leyenda de un músico inigualable en su melodía y en su rutina, que supo representar una disciplina frente a las flaquezas que aquejarían a los acordeoneros y trovadores, en la llamada Leyenda de Francisco El Hombre, que en su encuentro con El Maligno, le reza el credo al revés y lo derrota. recomiendo escuchar: “Cuando lo negro sea bello” (Cita reproducida del compositor vallenato, Adrián Villamizar).

Podría tratarse según pretenden algunos, de una cuestión intrascendente, y que lo sustancial es el sitial que ostenta hoy día el género musical vallenato. Es probable que tengan razón, aún más, teniendo en cuenta que las fronteras, los límites, son invención del hombre. En algún momento de la historia humana no había fronteras. Justamente en sus orígenes. En la actualidad los linderos, los mojones divisorios han dado lugar a abrumadoras tragedias, desde conflagraciones absurdas e inicuas, vadeando por conflictos de menor cuantía que igualmente y en no pocos casos han derivado en consecuencias insospechadas. Sin embargo, cada región “jala” para su lado.

GACM: El determinismo histórico-geográfico como escuela de análisis de las manifestaciones culturales inmateriales como la música y los cantares, no suele aclarar incógnitas profundas como el “por qué” ni el “Quién”, ni mucho menos resulta útil para producir consensos. La Epistemología Vallenata aún en ejercicio nos orienta hacia tres etnias y tres vertientes geográficas como tú lo mencionas. El determinismo histórico geográfico hará que quienes escriban desde el César nos remonten a los cantos de vaquería en las haciendas del centro del departamento y a la transformación de los bailes cantados a canciones y modos de versear (improvisar) amarradas a esas tonadas (‘la candela viva’). Quienes comenten desde la orilla derecha del río grande y al pie de Sierra se aferrarán a la transición entre el carrizo (gaita) y el acordeón, un sincretismo que se vivió por doquier en la llanura caribe pero que en dicha región fue bandera; igualmente sostendrán el importante aporte armónico que significó para este folclor, la elegante música caribeña de guitarras (el Son Cubano, La Guajira, El Bolero, las trovas Yucatecas, las Rondallas, etc) para afianzar el formato que los ‘cienagueros’ defienden con su vida y que fue uno de los grandes vehículos que encontraron los paseos y merengues de la Provincia para ser conocidos por doquier. Y el que escriba desde la margen izquierda del río Ranchería o desde las faldas de la serranía del Perijá en lo que antiguamente se conoció como Provincia de Padilla, se afirmarán en el poder del testimonio de los narradores orales (decimeros y versos de ‘cuatro palabras’) como el verdadero hacedor de cantares que luego se conocieron como “vallenatos”.

Tendrá algún sentido decir que el Vallenato es Guajiro o Magdalenense cuando los límites geográficos de su época de gestación no son los mismos y así como muchos se resisten a entender que ‘vallenato’ no es un gentilicio de Valledupar, otros quizás entendemos que si afirman a esta música se origina en el Magdalena, nos suena a que solo desde Ciénaga hasta Plato pueden sacar pecho.

Y todos tendrán la razón y todos dirán con fecha y lugar que el acordeón llegó primero a sus tierras y también será cierto que, si envés de acordeón hubiese llegado un violín, nada le hubiese impedido a Alejo decir que aquel instrumento también tenía el alma suya. La sugerencia melódica del violín hubiese sido algo diferente para el músico popular y en parte la cadencia interpretativa, aunque los ritmos de subdivisión binaria (paseo y son) y ternaria (puya y merengue) igual se hubiesen dado, tal vez con otro estilo y nombre e igual se hubiesen bailado. La intención de ‘ripiar’ al instrumento, violín, arpa o el que fuera, el de mostrarse en plaza pública, el de exhibirse como gallo de pelea, de enamorar y de enfrentar al maligno eran inatajables según fueron todos los factores – ahora sí- determinantes de la historia.

Podríamos estar de acuerdo aquí con varias de las aseveraciones de Villamizar en torno a la inocuidad del origen primigenio de la música, pero desafortunadamente no es una confabulación deleznable, de poca monta. Estamos en frente a la delimitación geográfica, cultural, de la música folclórica cuya fuerza llena de orgullo a una región, a un entorno, pero mucho más aun al lugar exacto, al sitio donde están ubicadas las coordenadas precisas de su origen.

Usted no le podría decir a un argentino que le sea impasible, que no importa donde nació Maradona, o a un brasileño que es indiferente el sitio exacto donde vino al mundo Edson Arantes Do Nascimento (Pelé). No consolaría ni satisfaría el ego de los ciudadanos de esos países afirmando que ambos son ciudadanos de Suramérica. Mucho menos consolaría a los ciudadanos De Villa Fiorito (Barrio bonaerense donde nació el genial zurdo), diciendo que el “Pibe” es bonaerense. Los oriundos de la población de Tres Corazones, Minas Gerais (Estado brasileño al que pertenece el 10 por antonomasia), consideran a Edson Arantes Do Nascimento, su patrimonio, antes que ciudadano “mineiro” o “Geralista”.

Igual ocurre definitivamente con la paternidad y delimitación territorial de los orígenes, los momentos primigenios de la música vallenata. Ello se ha tornado en asunto de honor, de ahí la disputa por probar aquella, en varias regiones geográficamente cercanas, pero culturalmente un tanto disimiles y en esa disputa, y en aras de sustentar las tesis también se dirime por ejemplo si el vallenato nace de las “colitas” o de las “piquerías”. Su nacimiento derivado de las unas o de las otras produce un hilo conductor, y aún más si se demuestra lo uno o lo otro se puede dar pie para demostrar un origen regional o geográfico distinto.

De cualquier forma, el lugar adonde se originó es un asunto ante el cual es imposible permanecer ajeno, flemático. Es una cuestión de tal consecuencia, que proponer la indolencia de su origen o la neutralidad ante el mismo, no es sensato, no es lógico. Todos sin excepción nos enorgullecemos de los logros de los coterráneos y es falso y lleno de cierto dejo de simulación, afirmar que no importa dónde nació, adonde se cimentó, donde se construyó semejante legado cultural que hoy día trasciende fronteras. No en vano algunos investigadores han acudido a los previamente enunciados “actos de prestidigitación académica para diluir la imagen y la importancia de Francisco el Hombre” buscando premeditadamente redirigir la línea ancestral de la música vallenata hacia los lugares de nacimiento. De la misma razón que lo hacemos nosotros. ¿Quién tendrá la razón?

José Luis Arredondo Mejía

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