¿REVIVE VENEZUELA?

El próximo 28 de julio puede convertirse en un hito en la historia del continente, y es que Venezuela tiene la preciosa y casi irrepetible oportunidad de regresar a la vida como Nación Libre y Soberana. Me refiero al hecho de que su pueblo, hasta ahora vejado y oprimido por una tiranía mediocre, puede ponerse de pie y, en una demostración de grandeza y valentía como las hay muy pocas en nuestro adolorido continente, imponer su voluntad en las urnas votando a favor de la mujer que está a nada de hundir en el fango la cabeza del tirano: María Corina Machado. 

Ella no puede ser elegida porque ha sido víctima de todo tipo de bloqueos urdidos por la maquinaria del gobierno para impedir su caminar hacia la Presidencia, pero aún así, con todo lo que ha sufrido, incluida su retención ilegal, no ha cesado en su empeño por más de una década de liderar el movimiento de oposición que finalmente está a punto de “tumbar” la dictadura por la vía más digna, la más grande, la más meritoria, que es la del voto popular. Ella, decimos, no puede ser la persona elegida, a pesar que es su derecho constitucional, pero como le sobra casta para entender que su movimiento no se detiene y que hoy se desborda en las calles, las plazas y las veredas de todo el país, en torrentes de ciudadanos que gritan a todo pulmón que la horrible noche de la tiranía está a punto de terminar. “No hay momento que no llegue ni tiempo que no termine”, dicen los sabios, y para Machado y su pueblo el momento de elegir un futuro mejor ya llegó, así como termina para Venezuela el tiempo de la opresión y la desesperanza. Que Maduro y sus lacayos se vayan para su casa, o que hagan maletas para donde crean que pueden estar seguros, porque no habrá lugar en el mundo en donde no se topen con un venezolano que quiera hacerles cuentas.   Tendrán que buscar la protección de los aliados en Rusia y en Irán, tal vez, porque no habrá guarida que valga, ni siquiera la cárcel.  Envidiarán Maduro y sus amigotes la vida tranquila de los burros de la Ìle de Rè.

Esto de apropiarse del poder siempre termina siendo mal negocio. Ninguno de los personajes que han caído en esa práctica ha gozado, que yo recuerde, de buena vejez. Todos han terminado muy mal, y si no lo tenemos presente podemos repasar cómo terminaron algunos muy conocidos:  Lenin, muerto en 1924 a causa del atentado de Fanya Kaplán (1918); Hittler, suicidio junto con su esposa Eva Braun en Berlín (1945); Mussolini, fusilado con su amante Claretta Petasci en 1945; Stalin, derrame cerebral en su Dacha de Kuntsevo (1953); Nicolae Ceaușescu, derrocado y ejecutado junto con su esposa Elena (1989). También hay casos destacados en América Latina:  Cuba: Fulgencio Batista (1952- 1959) – Derrocado por la Revolución de Fidel Castro en 1959, muere en el exilio en 1973.  Venezuela: Marcos Pérez (1952-1958) Derrocado y llevado a prisión. Exiliado, muere en España en 2001.  Paraguay: Alfredo Strossner (1954-1989) Derrocado y en el exilio, muere en Brasil en el 2006.  Chile: Augusto Pinochet (1974- 1990) Muere en Chile después de 16 años de retiro forzado del Poder mediante el Plebiscito de 1990. Argentina: Jorge Rafael Videla (1976-1981) Condenado formalmente por genocidio, finalmente muere sobre un inodoro en la cárcel de Marcos Paz – Argentina – en 2013. Panamá: Manuel Antonio Noriega (1983-1989) Capturado por tropas norteamericanas, pasó 17 años de presidio en Miami condenado por narcotráfico y lavado de dinero; murió bajo presidio y enfermo en Panamá en 2017.    Venezuela: Hugo Chávez (1999-2013) Se diría que el caso de Hugo Chávez se sale del patrón, porque sí ostentaba la investidura de Presidente, aunque también terminó instalado en el Poder mediante reelecciones que se presumen fraudulentas; murió enfermo y en soledad en 2013.

Venezuela, pues, se acerca como nunca a la posibilidad de acabar de tajo con la ignominia de dos gobiernos represivos que, por más de dos décadas, han llevado el país al desastre económico y a una diáspora de tamaño colosal, con efectos muy complicados en todo el continente. Si alguien abriga duda de lo que sufre el continente cuando uno cualquiera de sus países se viene abajo, aquí Venezuela nos da una señal inequívoca de lo que llega a suceder. Esa experiencia no se puede repetir.

El valor más grande en todo esto está en la evidencia de lo que un pueblo es capaz de hacer cuando se une en torno a un ideal superior, cual es el de recuperar la posibilidad de vivir dignamente y en libertad, sin la opresión y desgaste que representan los gobiernos autoritarios, arbitrarios en casi todas sus actuaciones y en todo caso corruptos en extremo. No hay razón para que prevalezcan situaciones como las que vive Venezuela. El pueblo, en todo su poder, puede asumir el control, y a ello llama Machado con su potente expresión ¡¡NO MÁS!! No hay fuerza superior que la de un pueblo decidido a cambiar el curso de las cosas.

Detrás de esta movilización que ya inunda las calles, lo que viene es muy importante, porque ahora es imperiosa la obligación de aclarar para todos los hombres y mujeres de todas las edades y condiciones “qué es lo que se quiere lograr”. No se trata sólo de “tumbar una dictadura”, que además ya tiene quebrantadas sus bases debido a la torpeza con que se han manejado por años los asuntos de Estado, con efectos nefastos en la vida de los venezolanos, sino trazar una ruta de recomposición y de cambio en la que todos, desde la primera mujer hasta la última, desde el primer hombre hasta el último, tienen una obligación sagrada con su país. Nadie puede faltar en esa cita.  Nadie se va a quedar por fuera de esa obligación, comenzando por quienes tuvieron algo que ver, consciente o inconscientemente, en el desastre que puede terminar el 28. Machado y su equipo saben del desafío que representa el deber de vincularlos a todos, porque el futuro de Venezuela es para todos.  

Y Corina Yoris, la mujer que recibe el “testigo” para la elección del 28, sabe de la inmensidad del compromiso que tiene con su pueblo, pero ha de saber también que puede respirar tranquila cuando tiene la confianza y respaldo de todos los ciudadanos libres del continente.

 

Arturo Moncaleano Archila

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