RIOHACHA: EL RETO DE CONSTRUIR VISIÓN DE CIUDAD

El historiador Benjamín Ezpeleta afirma que, en 1538, un grupo de perleros de Cubagua en Venezuela, adinerados españoles e indígenas, se asentaron en lo que hoy conocemos como el Cabo de la Vela, con el propósito de explotar los ricos yacimientos perleros de la región. No obstante, la falta de agua y los incesantes ataques de corsarios y piratas antillanos los obligaron en 1545 a emprender una larga travesía que los llevó a desembocadura del Río Ranchería, lugar que bautizaron como Nuestra Señora de los Remedios del Río de la Hacha.

Tras su colonización, Riohacha emergió como una próspera villa perlera, atrayendo no solo a comerciantes y aventureros, sino también a corsarios y piratas ansiosos por saquear sus riquezas. Uno de los asaltos más documentados fue el perpetrado por Francis Drake en 1595.

Este célebre pirata inglés encontró la villa prácticamente desierta; los riohacheros, advertidos de su llegada, habían escondido sus bienes en los montes cercanos y abandonado la zona temporalmente. La decisión del gobernador Francisco Manso de Contreras de no negociar con los invasores ingleses llevó a Drake a retirarse, no sin antes incendiar todo a su paso en un acto de represalia y frustración.

Este episodio es uno de los muchos ataques que, junto con el agotamiento de los yacimientos perleros, llevaron a Riohacha a un período de decadencia. A finales del siglo XVI, la villa presentaba un aspecto sombrío y primitivo. Este panorama desolador contrasta con el vibrante comienzo de Riohacha y sirve como un testimonio de su capacidad para enfrentar y superar adversidades.

A medida que avanzaba el siglo XIX, Riohacha comenzó a experimentar un notable cambio demográfico y económico gracias a la llegada de comerciantes extranjeros que se integraron activamente en el dinámico mercado local. Este período marcó también la entrada de una ola diversa de inmigrantes que, atraídos por las oportunidades de comercio y negocio, eligieron Riohacha como su puerta de entrada a la región.

Entre ellos, destacaron los judíos sefarditas procedentes de Curazao, junto con italianos, franceses y un significativo número de árabes, incluyendo sirios, libaneses y palestinos, así como otros provenientes de diferentes partes del mundo.

Esta mezcla de culturas y orígenes no solo enriqueció el tejido social de Riohacha, sino que también propulsó su economía, transformando la ciudad en un vibrante centro de intercambio cultural y comercial en la provincia de Padilla. La presencia de estos grupos, cada uno aportando sus propias prácticas comerciales y culturales, contribuyó significativamente a la configuración de una comunidad única y cosmopolita en La Guajira.

Hoy, casi cinco siglos después, Riohacha enfrenta desafíos modernos que, aunque distintos, requieren la misma resiliencia y adaptabilidad demostradas por nuestros antepasados. Debemos encontrar inspiración en nuestro pasado para forjar un futuro prometedor, asegurando que Riohacha no solo sobreviva y siga siendo proyectado como un pueblo pequeño y atrasado en comparación a las ciudades capitales del caribe colombiano.

En la actualidad, la ciudad lucha contra el caos urbano, calles inundadas de basura y un centro histórico que se deteriora gradualmente, evocando imágenes de aquella villa desolada y devastada tras los repetidos ataques de piratas. En aras de cambiar este panorama de la ciudad, aparecen obras como el puente del Riito, que a pesar de su construcción, lo que ha generado es controversia al demostrar que es un proyecto incapaz de catalizar una transformación de ciudad.

Lo más preocupante es la falta de una visión clara para el futuro de Riohacha, donde predomina un enfoque reactivo, centrado en resolver crisis inmediatas más que en fomentar un desarrollo sostenible. Aunque el plan de desarrollo está en proceso de aprobación y el gobierno apenas ha superado los primeros 100 días, se ha discutido poco y se sabe aún menos sobre la planificación a largo plazo.

Se abona el esfuerzo de la administración por resolver los problemas asociados con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), que debería ser la piedra angular para construir una visión a largo plazo basada en un uso adecuado del suelo.

La lista de proyectos necesarios para Riohacha parece interminable, y es complicado determinar un punto de partida. Basándonos en diversos diagnósticos que existen de la ciudad, es crucial trazar un plan que incluya metas y estrategias específicas para temas críticos que requieren atención a largo plazo, como son el desarrollo económico, la infraestructura, la vivienda y la movilidad, entre otros.

Este enfoque no solo aborda las necesidades inmediatas, sino que también establecería las bases para un futuro próspero y ordenado para Riohacha, asegurando que la planificación urbana y las políticas públicas vayan de la mano hacia un progreso real. Está claro que Riohacha es la entrada a La Guajira, pero si la ciudad capital no arranca difícilmente lo hará el departamento.

En este momento crucial para Riohacha, el alcalde y su equipo deben promover un ambiente de colaboración y compromiso. Es fundamental dedicarse a lograr la ejecución efectiva de proyectos que respondan a las necesidades reales de la ciudadanía.

La colaboración entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil es esencial para maximizar los recursos y mejorar la implementación de los proyectos. Es hora de actuar con determinación para asegurar un futuro prometedor para Riohacha, que honre nuestro pasado próspero y atraiga inversión.

 

Luis Guillermo Baquero

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