Hechos Capitulo 12
La noche antes de ser sometido a juicio, Pedro dormía sujetado con dos cadenas entre dos soldados. Otros hacían guardia junto a la puerta de la prisión. De repente, una luz intensa iluminó la celda y un ángel del Señor se puso frente a Pedro. El ángel lo golpeó en el costado para despertarlo y le dijo: «¡Rápido! ¡Levántate!». Y las cadenas cayeron de sus muñecas. Después, el ángel le dijo: «Vístete y ponte tus sandalias». Pedro lo hizo, y el ángel le ordenó: «Ahora ponte tu abrigo y sígueme». Así que Pedro salió de la celda y siguió al ángel, pero todo el tiempo pensaba que era una visión; no se daba cuenta de que en verdad eso estaba sucediendo. Pasaron el primer puesto de guardia y luego el segundo y llegaron a la puerta de hierro que lleva a la ciudad, y esta puerta se abrió por sí sola frente a ellos. De esta manera cruzaron la puerta y empezaron a caminar por la calle, y de pronto el ángel lo dejó. Finalmente, Pedro volvió en sí. «¡De veras es cierto! —dijo—. ¡El Señor envió a su ángel y me salvó de Herodes y de lo que los líderes judíos[a] tenían pensado hacerme!».
En este capítulo, los Apóstoles estaban sufriendo persecución por causa de su obediencia a Dios. Por un lado, Santiago había sido asesinado y por otro Pedro fue encarcelado con una alta probabilidad de correr la misma suerte. Sin embargo, una vez más Dios hace su obra extraordinaria y envía un ángel a libertarlo. Me impresiona mucho que dice el texto que Pedro dormía sujetado con dos cadenas entre dos soldados.
¿Quién en su sano juicio puede dormir encadenado? ¿Sabiendo que al día siguiente lo van a someter a juicio y probablemente sería condenado a muerte?, no había ninguna posibilidad de escapar de esas cadenas y de la custodia de los soldados. No obstante, cuando se trata de Dios no hay cadena, no hay cárcel y no hay condena que detenga su gran poder.
Estamos en un mundo donde la gente vive encadenada, al dolor, al resentimiento, al enojo y otras cosas que roban la posibilidad de disfrutar de la libertad que Dios no da por medio de su Hijo. Algunos conscientemente reconocen que necesitan a Dios, pero desafortunadamente prefieren seguir encadenados que soltar los grilletes. Lo único que necesitamos para ser libres es tomar la decisión de seguir las instrucciones de Dios. Pedro, obedeció al ángel al pie de la letra, aunque en su mente divagaba entre la realidad y la alucinación, no estaba seguro si lo que estaba viviendo era cierto o no (porque era increíble lo que le estaba sucediendo); aun así, siguió caminando hasta que quedó libre completamente.
Este es un ejemplo. Del gran poder de Dios para libertar nuestra mente, alma y cuerpo de cualquier cosa que quiera cautivarnos, pero nosotros optamos por alejarnos de él y culparlo de todo lo que nos sucede. Y en su infinita bondad Dios nos ha dado libre albedrio, El no obliga a nadie, porque la supremacía de su amor se detiene en dónde comienza la libertad de nuestro corazón, y su amor no fuerza jamás.
Por esto, si hoy estamos viviendo una vida desdichada y paupérrima, no debemos buscar culpables afuera, dado que la mayoría de veces somos responsables de lo que nos acontece. Dios ha querido arrancar nuestros grilletes, pero insistimos en volver a usarlos; solo nosotros tenemos el poder de decidir ser libres.
Pedro dormía encadenado y custodiado, tenía tal nivel de libertad en su mente y corazón que esto no le preocupaba, no le impedía descansar. A cambio, nosotros vivimos preocupados y cargados por cosas que no podemos cambiar, resolver o evitar. Nos frustramos cuando las cosas no salen de acuerdo a nuestro pensamiento.
No así Pedro, él confiaba en los planes de Dios para su vida y en su cuidado, y ni si quiera el hecho de estar tan cerca de la muerte lo hizo renegar de creer o servir a Dios. El estaba seguro que Dios no hace nada a medias, el Ángel no solo hizo caer las cadenas, sino que lo acompañó, pasaron dos puestos de guardia, y luego la puerta principal, pero el Ángel no lo dejó allí, lo acompañó a caminar y cuando supo que ya estaba a salvó lo dejó.
Dios no solo rompe nuestras cadenas, sino que nos sana, restaura y nos pone a salvo para que sigamos viviendo. Necesitamos determinarnos a creer, necesitamos levantarnos como Pedro, ponernos el calzado, el abrigo y caminar, avanzar, dejar atrás todo lo que no nos permite vivir sin titubear; porque muchas veces es más fácil dudar de Dios y de sus planes de bien. Imagino a Pedro pensando “esto es una locura”, pero ni así se detuvo, no tuvo miedo, simplemente confió en el plan de Dios, sabía que su vida no terminaría allí, no en ese momento, no por un capricho de Herodes.
No dejes que “Herodes” defina tu destino, no dejes que te robe las ganas de vivir, no dejes que te separe del único que tiene el poder de rescatarte y ponerte a salvo.
Todos tenemos algún grillete, alguna cárcel de la cual salir, y tal vez lo que Dios está usando para liberarnos hoy, sea esa persona difícil o esa situación incomprensible, más adelante nos llevará a caer en la cuenta y a decir como Pedro: “Verdaderamente Dios me salvó de ese Herodes”