SE BUSCA ANGUSTIOSAMENTE UN CANDIDATO A PRESIDENTE

Pero valdría la pena la pregunta de ¿Presidente de qué? O de ¿Presidente para qué?

Porque parece que no se piensa en nada diferente del objetivo de impedir un gobierno ‘continuista’, y en nada se estudia algo que sea por su contenido que se presenta como alternativa.

Porque el deterioro (sustituí la palabra degeneración) de la Política, con mayúscula y de la figura del Político en el sentido del diccionario de la lengua de «versado en las cosas del gobierno y negocios del Estado», ha llevado a que se pierda completamente el sentido de esta actividad.

Se tropieza uno con la dificultad de describir en términos de análisis político o de ciencia política el caos que hoy rige.

Hemos desaparecido la característica más importante del ser humano como ser social; es decir la capacidad que teníamos de crear un orden mediante procesos de interacción entre los miembros de una población para a través de unas estructuras y unas metodologías definir un manejo del futuro colectivo.

Esto supone la existencia de ideologías, de programas, de proyectos de agrupaciones o partidos políticos que los construyan, de líderes que los representen. Nada de eso se ve hoy.

No es nostalgia de la historia de Colombia cuando dos partidos principales y ocasionalmente algún tercero se disputaban el derecho a gobernar, es decir a adelantar la ideología que defendían con sus propuestas y programas. Es angustia de entender que nada, o más exactamente nadie, puede llenar la capacidad de lo que requiere un país, y más un país como el nuestro, para salir adelante.

De hecho, es lamentable que se piense que depende de una persona la suerte de un Estado y de su población. Y hasta cierto punto un oxímoron, una contradicción en los términos el pensar que se puede elegir un Mesías, de que sea por escogencia popular que se encuentra quien tenga un carácter de un ser superior.

Hoy sin partidos, sin propuestas y sin programas cualquiera puede ser candidato o precandidato a Presidente. Aparecen -y desaparecen- nombres de los que casi nadie tiene referencia alguna. Difícil saber quién se puede aliar con quien, o más exactamente pareciera que cualquier alianza es posible porque ya no solo se cimienta en la esperanza de acceder al poder, sino en el impedir que un candidato ‘progresista’ lo logre.

Son un montón las piezas del rompecabezas pero es más que complicado armarlo porque son de juegos diferentes. Los ‘opinadores’ (medios, analistas, influencers) se desgastan ubicando ‘derechas’, ‘centro derechas’, ‘centro’, ‘outsiders’, etc., cuando ninguno tiene ubicación diferente de ‘en contra de’.

Es más: se minimiza u olvida la relevancia que tienen las elecciones parlamentarias. Ni siquiera parece haber interés en preguntar con quien se espera gobernar; ningún ‘candidato’ cuenta con liderazgo sobre aspirantes a la Cámara y al Senado para implementar eventuales proyectos, cuando esto será no solo lo determinante para quien salga elegido sino también para la elección misma.

Nada más expresivo del despropósito al cual se puede llegar que el descaro de buscar la unión entre Cesar Gaviria y Álvaro Uribe: descaro porque es revelar la afinidad que existe entre los dos, muy en contraste con lo que supone suceder entre los ‘partidos’ que representan; y despropósito porque muestra hasta qué punto se puede llegar con un propósito negativo, puesto que es alrededor de su temor u odio hacia lo que podría ser un triunfo de un candidato ‘petrista’ lo que permite presentar ese acercamiento.

Juan Manuel López Caballero

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