Comienzo por confesar que esta columna está escrita desde junio del año pasado, pero que por mera precaución la tenía archivada porque tenía en alguna parte de mí la esperanza de que las cosas pudieran componerse y que el Gobierno del Pacto Histórico encontrara una ruta prudente para conducir los asuntos de gobierno en un país tan adolorido, tan agitado, tan castigado y maltrecho como el nuestro. Pero ¡ay!, me equivoqué, y por eso decidí recuperar este escrito ante la inocultable evidencia de que las cosas se ponen peores cada vez. Pareciera que, por macabra jugada de la vida, “el país marchara bajo la batuta de alguien que ignora, o neglige, qué clase de país le corresponde gobernar”. Tal como hemos dicho en repetidas oportunidades, el Presidente “gobierna” para darse gusto en lo que quiere hacer, según su capricho y su forma dogmática de entender las cosas, pero no para conducir el país por senderos de soluciones claras, concretas y viables que le permitan “navegar seguro” hacia un futuro promisorio, ojalá rebosante en justicia y equidad.
Pero no, no es así, por donde quiera que se da una mirada objetiva y profunda se encuentran inconsistencias que llevan al pánico. Así es, pánico con respecto a lo que puede pasar en lo que resta de este Gobierno, y lo que será necesario hacer para reconstruir el país una vez se marche para su casa. Por si acaso alguien duda de lo dicho, daremos una mirada simple por algunos escenarios de la vida nacional: la Salud Pública.
El caos en la Salud
Otra vez, después de muchos años, pero de verdad muchos, vuelve a verse en Instituciones Prestadoras de Salud, que por largo tiempo prestaron servicios aceptables, es decir oportunos, completos y tal vez satisfactorios, respuestas como: “ya no podemos prestarle servicios, su EPS ya no tiene contrato con nosotros, comuníquese con ellos”; o tal vez haya respuestas de otro orden como que “ya no podemos proveer sus medicamentos”; o acaso que “su medicamento está agotado, vuelva el otro mes”. Y aún hay que esperar disculpas como que “el sistema no ha girado recursos; la deuda del sistema nos asfixia”, etcétera, aparte de tantas otras afirmaciones que pueden ser asimilables.
“Para el usuario de a pie que llega hasta la ventanilla, esta realidad puede dejarle paralizado, por decir lo menos, siendo tal la gravedad del anuncio. Él podrá mirar en redondo hacia todas partes tratando de identificar su salvación ante situación tan incómoda, porque ya la persona que le atendió tras el vidrio le cerró toda posibilidad de diálogo con solo decir: “!!Siguiente!! Al no ver actitud de apoyo en ninguna otra ventanilla, optará por el único recurso que le queda que es hablar con el vigilante. Este personaje tan particular, pero en cualquier caso ajeno a la institución, podrá quizás orientarle con el teléfono a donde debe llamar, o acaso con lo que debe hacer, y además facilitarle media hoja de papel y un bolígrafo por si quiere redactar una queja, misma que debe depositar en un buzón que se halla en la puerta de salida. Así, nada más con eso, despacha al paciente para su casa. Esta persona, abrumada ante el fracaso de su cita médica, regresa a su hogar asolada ante dos certezas: una, que no pudo adelantar nada con respecto a su dolencia de varios años; y dos, que ya no tiene institución de salud y de seguro tendrá que buscar la forma de reiniciar en otra el proceso que ya había logrado adelantar por varios años.” [i]
Así, de ese modo, ilustramos la odisea que se avecina para un número no imaginado de usuarios de nuestras ciudades, pueblos y territorios que se enfrentarán al anuncio de la intervención y desmonte de su entidad prestadora de salud (EPS), con la subsecuente cancelación de los contratos que permitían prestarle servicios y su consiguiente traslado a otra entidad. En esa simple señal se puede identificar el tremendo problema social que se viene encima ligado al desmonte del sistema de las EPS y la necesaria transferencia de usuarios por todo el sistema, así como de qué orden es el pánico creado desde el momento en que el Gobierno se vino lanza en ristre contra las EPS con la convicción temeraria de que se estaban “robando” el dinero de la salud.
En efecto, cuando el Gobierno Nacional habló de la reforma a la Salud, se centró con legítima razón en el problema de los recursos fiscales que bajo la tutela de las EPS “estaban tomando destinos distintos a los de la salud del pueblo, y en cambio estaban engrosando las arcas de los propietarios de las EPS, detrás de quienes está siempre un Banco.” Se dio a entender que los recursos de la salud pública, que suman una billonada, con B de Billones, “se estaban perdiendo en manos de las empresas prestadoras delos servicios a la salud”, una afirmación de alto calibre que esa necesario demostrar con estudios muy serios y contraloría forense. No obstante, fue suficiente para asentar la premisa que defiende este Gobierno de que “los recursos de la Nación pueden llegar directamente a las IPS, es decir a los Hospitales y Centros Médicos, sin la intermediación de los “ricos” de las EPS y los bancos”.
La iniciativa de reforma del Sistema de Salud tomó camino firme hacia el Congreso con fuertes anuncios y recomendaciones de urgencia. Lo que sucedió al final ya lo sabemos. La reforma se hundió en la legislatura anterior y el Gobierno Nacional, herido ante evidente fracaso, se adelantó a afirmar que la Reforma se había hundido porque “la derecha”, – que así se les dice a los ricos del país, olvidando que entre los de la izquierda hay también personajes con escandalosa riqueza acumulada, de lo cual puede hablar mucho el Presidente Petro con escrituras y reportes de cuentas bancarias en su mano- , la derecha, dijo el Presidente, “se había atravesado en el camino.” El Presidente quedó debiendo una explicación mejor, porque la reforma se hundió debido a su pésima conceptualización y estructuración, tanto que no aguantó su paso por el Congreso. Al final, una idea que era muy buena, la de controlar la gestión y el destino de los recursos de la Nación para asegurar su mejor llegada a las instituciones que prestan el servicio directo, y la de mejorar progresivamente la estructura del sistema en el nivel subnacional y territorial, con beneficio directo para los más desprotegidos hoy, se quedó sin hacer.
Pero no hay que olvidar que el ánimo revanchista del Gobierno “del Cambio” es superior a la adversidad. Como quiera que estaba toreado, emprendió acciones de orden administrativo que desataron el pánico. Las EPS, que sin perjuicio de sus méritos y sin desconocimiento de sus fallas, han trabajado por años para llevar salud a los colombianos y colombianas, no vieron garantías suficientes para permanecer en el Sistema y sintieron quebrantada su confianza en el Gobierno Nacional, así es que prefirieron anunciar su retiro. Independientemente de lo que pueda pasar con ellas y el resultado de las investigaciones que correspondan, lo que está claro para el usuario que llega hasta la ventanilla y se siente rechazado es que el sistema se está desmoronando. ¿A qué horas y con qué competencia el Gobierno repondrá lo que se pierde con la salida de las EPS para que el sistema no se desbarate? ¿Podrá hacerlo? ¿Sabrá el agresivo Ministro de Salud todo lo que tiene que hacer?
Conservando esa misma línea de tozudez que anima al Gobierno “del Cambio”, la reforma volvió a entrar al Congreso para la legislatura 2025, pero esta vez asegurándose que las herramientas de presión y disuasión estuviesen mejor afiladas. El Ministro Benedetti llegó a las filas del Gobierno para reforzar al Presidente en esa tarea y ya logró resultados desde el momento en que consiguió cruzar la barrera de la Cámara de Representantes y va por la del Senado. ¿Qué se puede esperar? No hay buen ambiente en el Senado, eso lo sabe el país entero, y la reforma se puede caer definitivamente, pero ya el Presidente movió sus armas desde el momento en que pretende convocar a la Consulta Popular para aprobar sus reformas, convencido como está de que tiene las mayorías para ganar.
Se encuentra frente al peor error político de su carrera si pretende pasar por encima del Congreso y desconocer la autonomía e independencia de poderes que consagra la Constitución colombiana, la misma que él juró defender el 7 de agosto de 2022. Sin embargo, pareciera estar seguro de que puede gobernar por fuera de la Constitución, lo cual puede ser el error que le lleve al desastre, y en esa tragedia se arrastre el país entero. Pero, como ya hemos dicho, el Presidente no tiene oídos para eso, de allí que se haya atrevido a desafiar al país y las instituciones decretando un atravesado “día cívico” para que – según sus palabras- “el pueblo salga a las calles a defender sus derechos”. Sólo a un Presidente populista se le ocurre movilizar a la población con marchas y protestas para defender una tarea que no ha hecho, y de paso romper lo que él se figura como una barrera que le estorba para avanzar en su demencial propósito de reformar lo que existe. Negros nubarrones en el horizonte.
Mientras todo aquello ocurre, el Sistema parece que se desploma sólo con la amenaza de reforma y el efecto destructor del pánico. En efecto, desde el anuncio del Gobierno que se reformaría el papel que cumplirían las EPS dentro del Sistema de Salud, éstas han comenzado a recogerse, lo cual implicó que dieran pasos hacia la cancelación progresiva de contratos y la reducción de sus compromisos y responsabilidades operacionales, mientras se resuelve el futuro de la publicitada reforma y se aclara qué otras medidas tomará el Gobierno. La salida de las entidades y la transferencia de los usuarios será, por extensión, la expresión suprema del caos generado por el propio Gobierno. Por tal motivo, si queda dudosa la permanencia de las instituciones privadas como parte del Sistema, y acaso muchas intervenidas e investigadas, quedamos sin remedio ante la necesidad de imaginar cómo sería un sistema en el que el Gobierno sea el único operador y principal responsable de asegurar los contratos de servicios con infinidad de IPS de todo tipo para que “todos los usuarios en el territorio nacional tengan servicios oportunos, completos y satisfactorios.” ¿Será que el Gobierno “del Cambio” no entendió lo que tenía que hacer en beneficio del Sistema de Salud y del país? Parece que no, y una realidad, tan cruda como se ve venir, implica un frenazo y retroceso de por lo menos medio siglo.
Nuestro amigo, el usuario de a pie, madrugará mañana, o el otro mes, o el año que viene, con la ilusión llegar hasta su IPS para que le atiendan sus dolencias. ¿Se encontrará con la dura respuesta de que “no podemos prestarle servicios porque el gobierno no ha tramitado el contrato”? ¿O despacharán al paisano para su casa con la respuesta de que “no hay servicio porque el gobierno no ha girado recursos”? ¿A ese suplicio estamos abocados los usuarios de la Salud por la mera incompetencia del Gobierno?
Si esto se va aponer así, ¿para dónde cogemos?
[i] Composición realizada a partir de testimonio personal de usuario de la Salud. Entrevista a JTQ en Bogotá D.C, junio de 2024; reencuentro con el mismo entrevistado en Bogotá D.C febrero de 2025.