UN COMEDIANTE EN PALACIO…

Para quienes tenemos el privilegio de haber vivido la década del 70, no resulta nada nuevo el que se introduzca en Palacio un personaje que, por lo que dice o lo que hace, despierta en los ciudadanos sorpresa, desconcierto, confusión, fastidio, rechazo, o hilaridad en última instancia. Si, en efecto, puede haber casos en los que se escucha algo tan absurdo que lo único que se puede hacer es reír, o quizás “llorar a carcajadas”, como en la obra de Juan de Dios Peza.[i] 

 

¡Goyeneche a la presidencia de Colombia!

Gabriel Antonio Goyeneche, fue un personaje muy reconocido en Colombia. Era bastante familiar en el ambiente universitario, primero por su conducta casi permanentemente errante, buscando quien la comprara sus panfletos con “su propuesta de Gobierno” para cuando fuese elegido Presidente, pero también por su incisivo trabajo de convencimiento para que sus interlocutores escucharan sus propuestas y le invitaran un tinto, o algo de comer. Esa era su rutina y así se gastó la mayor parte de su vida. Se dice que apareció en Bogotá en los años 20 habiendo migrado desde la población de Socha, en Boyacá, donde nació, y se enquistó en el entorno universitario, en donde se supone que cursaba estudios de Derecho. No andaba bien de su mente, quizás debido a secuelas que le dejó la gripe de 1918, pero aun así se le veía sano y cuerdo, de otro modo difícilmente hubiera ingresado a la universidad.  Era en todo caso un personaje inofensivo, pintoresco quizás, que se complacía en hacerse reconocer como “Doctor” aunque no se sabe que haya terminado sus estudios. Siempre andaba con una maleta llena de papeles y libros – de leyes, tal vez- y nunca tuvo inconvenientes para promover su candidatura presidencial en el recinto de la Universidad Nacional, en donde procuraba recolectar fondos, aunque también se lo veía por el centro de la ciudad, en la plaza de Bolívar y la plazoleta del Rosario, compitiendo en presencia con el Fundador de la ciudad y el Libertador de la Gran Colombia. Era muy bien conocido en los cafés del centro de la Bogotá y en ningún lugar le trataban mal, al contrario, le atendían bien y parecía siempre que acababa de comer algo, a juzgar por las migajas que se alcanzaban a verse sobre las solapas de su desvencijado vestido.

Nadie ignoraba la insensatez de sus propuestas, pero gozaba del aprecio entre los estudiantes, de modo tal que hubo siempre quienes accedieron a sacrificar su voto para hacerle sentir un poco mejor, seguros como estaban que jamás llegaría a la Presidencia. Así es que, con la ayuda de alguien, una o varias personas cada vez, llegó a postularse para Presidente en seis oportunidades, con la certeza de que sus propuestas, que según se afirma llegaron a ser del orden de 4.000, eran buenas. La primera vez lo hizo en 1958 cuando rondaba los 72 años de edad.

 

Sus Propuestas[ii]

Gabriel A. Goyeneche fue el primer y único hombre que ha hablado de:

Ø  Pavimentar el Río Magdalena, para facilitar el transporte en Colombia.

Ø  Construir un tren entre Leticia y Barranquilla.

Ø  Construir un techo gigante para proteger a Bogotá de la lluvia, o bombardear las nubes que se acerquen a la ciudad.

Ø  Convertir los ríos de Colombia en Aguardiente, echándoles anís. ​

Ø  Reducir la pobreza induciendo a la comunidad a que done un peso a un vecino por día. 

Ø  Convertir la chicha en champaña.

Ø  Construir las carreteras en bajada para ahorrar combustible.

Ø  Proteger el Canal de Panamá con un inmenso paraguas metálico como protección contra un eventual bombardeo.

Goyeneche era, pues, el candidato fijo de los estudiantes. Se postuló seis veces y en todas, salvo en la última, obtuvo votos, especialmente en el escrutinio de 1966, en el que ocupó el tercer lugar después de Lleras Restrepo (Liberal- Frente Nacional) y Jaramillo Giraldo (ANAPO). En las elecciones de 1970, las últimas en las que pudo hacerse contar antes de su muerte en 1978, obtuvo 33 votos, hecho que le valió para pronunciar un famoso discurso: “33 votos son una cábala. 33 años tenía Jesucristo cuando murió en la cruz. Esto quiere decir que los grandes días están por llegar”.

 

¿Un comediante en palacio?

No se ve muy corriente el que los políticos acudan a la comedia para robustecer su carrera, pero si hay quienes tienen suficiente sentido del humor como para hacer bromas que les ayudan a romper barreras de entendimiento y cortar ambientes tensos. Bien por ellos porque pueden hacerse ver agradables frente a sus auditorios, aunque tras de ello haya algo de farsa.  De otra parte, se ha visto también el que los políticos finjan actitudes, engañen, manipulen, porque en ello puede estar el éxito de su mensaje y su permanencia en el poder. De allí que se afirme con cierta autoridad que los políticos deben ser actores capaces de convencer con su cuerpo, con su postura, sus manos, su mirada, su actitud en un todo, para que aquellos que reciben su mensaje no duden y puedan ser dominados. Mussolini, según se dice, era un maestro de la actuación, de allí su gusto por el Teatro, y lo mismo habría que decir de Hitler, maestro también a su modo, ambos reconocidos por la historia como excelentes dominadores de masas. Y podemos agregar un criollo que dominó de lejos esa técnica: Jorge Eliécer Gaitán, pero también otros no muy lejanos de nuestra casa, como lo fue Hugo Chávez y le sigue Nicolás Maduro. Son artistas de la palabra y maestros de la comedia.

Ya Maquiavelo había marcado una pauta varios siglos atrás cuando fue enfático en afirmar que un príncipe – entendamos un gobernante- “debe ser astuto en sus actos y mantenerse cerca a la doblez”, lo cual puede significar que tenga que mentir, o ir en contra de la verdad, o aparentar más allá de lo que es, por el simple propósito de mantener el poder.  Y agregaba que quizás el gobernante tenga necesidad de mostrar facetas que no son las suyas, hasta el extremo de ser temido mejor que amado, por si acaso llegara a ser necesario “hacer el mal”. Para ello se necesita prudencia – decía- pero también decisión para infundir miedo, incluso entre sus más cercanos, para que nadie se atreva a contradecir en su voluntad, y que “no tiemble su mano” cuando haya que deshacerse de ellos. E insistía en que un gobernante debe ser un experto en el arte de la guerra que no puede mostrar debilidad, porque –apuntaba- serán los vencidos quienes le profesarán lealtad, mas no aquellos benefactores que le han prestado servicios para llegar al poder, porque podrán ser ellos mismos quienes podrán, si quisieran, despojarle de él. En todo lo dicho se sustenta el postulado central de su pensamiento: el fin justifica los medios, es decir, que todo lo que se haga está bien si con ello se consigue conservar el poder. [iii]

Pues bien, me parece que, a medida que avanzan ustedes en la lectura del párrafo anterior, están viendo retratado un personaje que, por aquellas jugadas macabras de la vida, llegó a Palacio y se enquistó allí para darse la gran vida de “salvador y mesías” que tenía imaginada en su cabeza. Sabía que sus habilidades histriónicas le iban a servir, porque las tiene perfectamente probadas, y las va a seguir usando hasta que su proyecto henchido de vanidad esté satisfecho y se dé cuenta de que su comedia se ha cumplido. Por lo pronto, mientras eso sucede, se ha cubierto de poder y lo está disfrutando a pleno gusto, según su perspectiva, y ha traído a su fiesta una gruesa turba de servidores que disfrutan con él de una descomunal y vergonzosa francachela. El festín de despilfarro que ha montado con los dineros públicos no parece tener límite. Cada cierto día, mientras apenas amanece y el país calienta el café, se destapa un nuevo escándalo de corrupción que deja a todos pasmados y sumidos en la indignación. ¿Cómo es posible que esto esté pasando? – preguntan las gentes de a pie en las calles- y la respuesta duele como una patada en la cara: sí, en efecto está pasando, y parece un asunto de nunca acabar.

El comediante en mención se blinda como sea para permanecer en el poder, acudiendo al peor vicio que él mismo criticaba hasta la afonía cuando pasaba sus días en el Senado de la República: el de la repartición de los dineros públicos entre sus servidores. En eso de la “compra de voluntades” ha seguido al pie de la letra el manual de Maquiavelo, pero también se dio cuenta que podía servirse de la televisión y los medios para “aparentar frente a su pueblo”, es decir el que le sigue, esperando que sea ese mismo el que se alce en su defensa cuando sea necesario. Tremenda comedia la que ha montado. Populismo puro.

En desarrollo de su campaña por el Pacto Histórico, habló y convenció a medio país de que habría “un cambio” y ahora sabemos de qué hablaba en realidad. Para muy pocos fue visible el peligro brutal que se venía encima, por eso el voto en Blanco surgió como refugio, para tener al menos la tranquilidad de que no sería con su voto que se precipitaría el desastre.  Duele hasta la sangre el reconocer que había razón en ese temor. El famoso “cambio” se vino encima con total violencia reformadora, sin consideración y respeto, y la institucionalidad comenzó a venirse abajo. El Sistema de Salud se vino al piso, lo reconozca el Gobierno o no, siendo suficientes unos cuantos meses de cizaña gubernamental para que se destruyera lo que tomó décadas para establecer y poner a funcionar. Y por ese camino va la educación, y la estructura laboral, y el sistema pensional. El país es consciente que la industria dejó de crecer y el desempleo anda de fiesta, todo porque el “Gobierno del Cambio” resolvió irse contra el sector privado. Y en el terreno energético, en donde Ecopetrol sacaba la cara por el país, las cosas se pusieron como para llorar.

En medio de semejante caos – algunos prefieren que diga despelote- ¿qué país se le va a entregar al próximo Gobierno?

El amigo comediante anda en lo suyo y pasa el día haciendo propuestas que parecen traídas de la Luna, si acaso no son versiones mejoradas de la lista de Goyeneche, con sentidas disculpas para el ilustre político, o juzguen  ustedes si tiene sentido proponer cosas como éstas : i) un tren elevado de Buenaventura a Barranquilla, algo comparable con el tren desde Leticia, o la mencionada marquesina sobre Bogotá; ii) un barco hospital para el Amazonas , sin tomar en cuenta las enormes exigencias y costos que tiene la sola operación del barco, algo comparable a la pavimentación del Magdalena, o a construir todas las carreteras del país en bajada; iii) traer gas de Panamá por los cables de energía, como si se tratara de una tarabita, comparable  en demencia  a eso  de mezclar anís en los ríos para tener aguardiente para todos; iv) reemplazar el ingreso de las exportaciones de hidrocarburos por el turismo y las exportaciones de aguacate,  propuesta  comparable a convertir la chicha en champaña; v) contratar una billonada en paneles solares para los hogares de estratos 1,2 y 3 del Chocó y del país, comparable a las marquesinas sobre Bogotá y sobre el Canal de Panamá.

Cuando el finado Goyeneche hacía sus propuestas nadie se reía, al contrario, quienes llegamos a escucharlas algún día bajábamos la cabeza y le concedíamos la gracia de pensar un poco en el asunto, al menos para medir el grado de dificultad. Cuando el Presidente Petro hace las suyas el país puede temblar porque ya se sabe que, si llegara a hacerlas, no sólo abocaría al país al problema del costo sideral de cada una, lo cual es inaceptable en tiempos de crisis económica,  sino el riesgo de que los dineros públicos  vayan a parar a los bolsillos de  congresistas, burócratas y contratistas corruptos que le siguen el juego al Presidente, como ya se vio en el caso de la UNGRD y el famoso  contrato de los carrotanques del agua para La Guajira. ¿Cuántas veces se va a repetir esa misma maroma? ¿Lo quieren hacer ahora con el tren del Magdalena entre La Dorada y Chiriguaná?  ¿O quizás con el barco hospital del Amazonas? ¿O tal vez con los paneles solares para los hogares más pobres?  Ahora se entiende que la propuesta del “cambio” se desvió para dirigir cataratas de dineros hacia jugosos contratos que se arman detrás de cada propuesta del Gobierno, que viene a ser el camino más deshonesto para “agradecer favores” a quienes pudieron estar detrás del financiamiento de la campaña del Pacto Histórico.  

Afortunadamente le queda al país el buen humor. Este es un pueblo capaz de reír en medio del llanto, como dijera el poeta Peza, y el Presidente le hace el grande favor de hacerle reír en medio del desastre que vive. Esa parte del entretenimiento no estaba prevista en su propuesta de “cambio”, pero la apreciamos, porque le da al pueblo algún motivo para reír en medio del llanto que produce ver el país en manos de fuerzas irregulares fuera de la ley, con la economía en caída libre, sin empleo y con un panorama de servicios públicos en crisis.  Se sabe que ninguna de esas ideas desbordadas e incoherentes, por más serio y seguro que se muestre el Presidente, podrán hacerse en condiciones normales, pero el sólo hecho de sugerirlas arranca una sonrisa burlesca en el corazón de los colombianos. 

Las cosas cambiarán cuando el Presidente se dé cuenta que los gastos absurdos que propone y el despilfarro rampante de los recursos del Estado lo asumen los colombianos, no él Para poder costear cualquiera de esos caprichos se puede requerir de décadas de ahorro fiscal, y son los ciudadanos de a pie, no los burócratas del Estado, quienes aportan cada billete a partir de su trabajo y su sacrificio de día tras día. No hay que jugar con eso, Presidente, recuerde que son billetes que tienen sangre de su pueblo. 

 

Arturo Moncaleano Archila

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[i] PEZA Juan de D.  “Reír llorando” Literatura Hispanoamericana. (…) https://fisicartes.wordpress.com/2022/02/20/reir-llorando-juan-de-dios-peza/ 

[ii] https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Antonio_Goyeneche

[iii] Maquiavelo Nicolás de. El Príncipe (1999) Copyright www.elaleph.com. De http://www.edu.ar

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