Colombia comenzará a enfrentar en un plazo de un poco más de un año una nueva campaña presidencial y, aunque para algunos entendidos es muy temprano, o prematuro, comenzar a presentar cartas, dado que el proceso puede ser fatigante y terminar “quemando” la imagen de los candidatos, para otros ya es el tiempo de que los pretendientes comiencen a mostrarse con el fin de que el país de a pie pueda empezar a considerar su posición y centre su atención sobre lo que dicen y hacen los personajes que llegarían a merecer su voto. En ambos casos hay suficiente razón, sin embargo, mientras nos detenemos a ver que ambas posturas ofrecen algunos matices interesantes, nos vamos a encontrar con que ya hay un actor que se está moviendo activamente y sabe con certeza que puede generar algunas tendencias. Esta tercera pieza e movimiento le agrega a la campaña una dinámica especial porque se trata de nadie menos que del propio Presidente en ejercicio, quien anda por ahí haciendo cosas que no le están prohibidas y que, así despierten alboroto nacional, brindan la expectativa de un alto rendimiento político. Veamos, mi querido amigo, cómo entender esto.
La Constitución no permite la reelección del Presidente. Para que eso sea posible se requiere de una cuidadosa reforma constitucional, y el Presidente, conocidos los lamentables resultados de sus iniciativas parlamentarias, no estará muy dispuesto a “quemarse” en semejante aventura frente a un Congreso que ya le demostró en dos legislaturas que no le camina en sus demenciales iniciativas. Le queda por consiguiente el desafío de pensar con extremo cuidado en su “candidato sucesor” y a la vez adalid de su “sueño Progresista”, sin revelarlo con demasiada anticipación, no sea que el país “opositor” le salga al paso con la intención de destruirlo. La cautela será, por consiguiente, su mejor aliada, mientras se van cocinando en los pasillos gubernamentales y las mesas de estrategia algunas opciones que, dicho sea de paso, el país no conoce aún. La tónica será mantener las opciones en reserva para que los nombres no se quemen anticipadamente, y tampoco los quemen los medios con las encuestas que siempre lanzan con anticipación. En esa misma tónica se seguirá avanzando en la tarea de configurar alianzas y formalizar uniones con todos los movimientos que comparten los ideales e intenciones de Gustavo Petro, a fin de contar al final con un candidato fuerte del Pacto que tenga suficiente tradición para pasar sin problema a segunda vuelta y asegurar para Petro – quiero decir para el petrismo, si es que existe- un segundo turno de gobierno. Y cuidado mi amigo que ese candidato puede ser una Mujer.
Bueno, pero puede ser que la intención sea “madrugar” con el candidato para que se muestre con tiempo en sus propuestas de gobierno y capture desde temprano la atención del público que sigue a Gustavo Petro y que confía en sus promesas. De esa clase de personas quedan muchas por ahí, y basta con que alguien salga a “la Plaza” con un discurso en nombre de Petro – obviamente se usará la marca del Pacto Histórico -, bien jugoso en promesas populistas, para que la gente refresque su confianza y decida su voto desde muy temprano. Esta estrategia suele ser muy efectiva en los territorios, en donde la presencia gubernamental es escasa y las soluciones de bienestar son nulas, por lo tanto, es mejor llegar temprano. Petro sabe eso de sobra y podrá maquinar de esa manera la campaña, haciendo uso de las ventajas que le da el ser el jefe de gobierno. ¿Si vas viendo cómo el Presidente entra en campaña?
Pues bien, mientras llega para todos los tiempos de poner en marcha efectiva la campaña del 2026, el Presidente ya lleva meses de trabajo, muy sutil, es cierto, pero efectivo. Veamos esto recordando algunos hechos del tiempo reciente. No vamos a enlistar todos los actos sintomáticos de lo que decimos porque puede resultar aburrido, pero aprovecharemos algunos para capturar la evidencia de que el Presidente ha descuidado la tarea de gobierno que le corresponde hacer y se está dedicando a aprovechar momentos estratégicos e intervenir en asuntos relevantes que le dan alta figuración en los medios y pueden tener para su propósito retornos políticos jugosos.
Pero veamos algo importante primero. El Presidente ha cumplido ya dos años de gobierno y a estas alturas ya tiene que darse cuenta que su trabajo no está llegando a ningún resultado. Por donde quiera que se le mire, la gestión Petro está marcada de fracasos y críticas: Fracasos en su gestión legislativa, en razón de la resistencia en el Congreso para el trámite de sus reformas, algunas de las cuales, como la Tributaria, tendrían que surtir trámite de nuevo; fracasos en su gestión administrativa, mediada por la ocurrencia de gravísimos casos de corrupción como el de la UNGRID, con la escandalosa pérdida de dineros y la vinculación de legisladores amigos suyos en sobornos; fracaso en su relación con la Fuerza pública; fracaso en el ajuste al modelo de desarrollo y los Tratados de Libre Comercio, y desde allí las nuevas relaciones de entendimiento con la Banca Bilateral; fracaso en su propia propuesta de Paz Total, con una escalada asombrosa de violencia en los territorios y crecimiento del narcotráfico; fracaso en la política petrolera; fracaso en la lucha contra los cultivos ilícitos; fracaso en la lucha contra el desempleo; fracaso en la política industrial y empresarial. Sólo en esos campos claves, el de la seguridad en los territorios y el ajuste en el modelo económico para propiciar el desarrollo económico y social del país, el Presidente debería tener mucho que mostrar y podía estar concentrado en lograr resultados convincentes. Allí está el corazón de su tarea de Gobierno y de Jefe de Estado, no obstante, el país ve que pasan los días sin que haya “un cambio” en las tendencias, algo que se debía preocuparle en extremo puesto que fue ese el corazón de su propuesta de gobierno. El país le eligió para que liderara “el cambio” y hoy debe enfrentarse a la realidad de que no tiene mayor cosa que mostrar frente a un desempleo que sube, a unos precios de los alimentos que suben, a salarios reales que bajan, a índices de pobreza que suben, a indicadores de seguridad alimentaria que bajan. En fin, ¿de qué habla el Presidente cuando se presenta en el Congreso y otros escenarios a hablar de su Gobierno? En cambio, el día a día se llena de escándalos; metidas de pata; salidas en falso; actos de imprudencia; errores graves de diplomacia; afirmaciones falsas; desatinos de protocolo; incumplimientos de agenda; faltas de atención. La lista es grande, mi amigo, y sigue creciendo. Uno no espera que el Presidente sea un angelito en lo personal y su vida privada, ojalá así lo fuera, pero en la acción pública, es decir en la razón pura de su cargo como Jefe de Estado, uno esperaría que el tipo se esmere al máximo para hacer bien su trabajo y no avergonzar al país y al Buen Pueblo que representa.
Entonces, convencido él de que no tiene mayores méritos en su gestión de Gobierno, y que su aprobación por ese concepto no sube, busca otros escenarios en donde puede capturar publicidad y acaso algo de popularidad, estando seguro que, aunque esos actos generen tumulto y bullicio en los medios y las calles, le vienen bien porque le pueden representar réditos a la hora del debate electoral. Aquí es cuando se pone en marcha el candidato populista:
- Cuando sale a decir que es hora que “el pueblo vea su Selección Colombia” en otros estadios, no está pensando en mejorar su desempeño y rendimiento de la Selección sino en hacer uso de ella para su beneficio político. Las personas que lleguen a esos estadios con boletas baratas – si es que eso llegase a ser posible- no gritarán “Fuera Petro” sino “Viva Petro”, y muchas estarán dispuestas a marchar y votar por él cuando sea necesario. Olvida el Presidente que la Selección no es un bien público sobre el cual pueda intervenir.
- Cuando promueve una norma que establece y delega la función de “Autoridad Ambiental” en las comunidades indígenas para conseguir su apoyo en la protección de la Biodiversidad, pudo haber pensado más en la conveniencia de mostrar resultados convincentes en la Cumbre de la COP 16, por una parte, y por otra aumentar su popularidad frente a las propias comunidades organizadas y acaso disponer de su lealtad a la hora de “invitarles” a marchar y a votar por él cuando sea necesario.
- Cuando interviene en la Universidad Nacional para restituir la legitimidad en la elección de un Rector, pensaría en la necesidad de fortalecer la institucionalidad universitaria, pero pudo pensar también en ganar popularidad frente a los estudiantes y garantizar su apoyo a la hora de marchar y votar por él. El nombramiento de un Ministro de Educación de “Primera Línea” no tiene una intencionalidad propiamente académica.
- Y cuando se presenta en la Plaza de Bolívar para enriquecer – o adornar, piensa él-alguna efeméride sindical o popular, ¿no está pensando en mostrarse y aprovechar la oportunidad de echarse un discurso potente y bien explosivo con el cual sepa que reverdece la confianza de sus seguidores y se asegura su lealtad para el momento indicado? De seguro que allí no habla de su obra de gobierno ni de cifras pertinentes que necesita saber el país, sino de temas que no tienen nada que ver pero que despiertan pasión y euforia, que es un arte que el Presidente domina a la perfección.
- Cuando asiste a los conciertos en Bogotá, que además lo ha hecho varias veces, ¿no estará pensando en mostrarse cercano a la juventud para recaudar algunas voluntades útiles a la hora de requerir apoyo? Seguramente, aparte que podrá echarse su par de “porros” sin que ninguno de los presentes le haga reparos por ello.
- Y se mete en los espectáculos privados –como sería el caso del giro de Rigo en Medellín, en días pasados – ¿para qué? Para mostrarse cercano, sin que le importe mucho que con ello se gane una silbatina que de todas maneras le da publicidad. Es decir que el estratega que le busca esos eventos para su agenda sabe que los medios y las redes se ocuparán de darle rating, no importa que sea con silbatina o con gritos de “fuera Petro”.
- Y se mantiene activo en su cuenta de X hablando de cuanto asunto se pone a su alcance, que no propiamente asuntos de Gobierno, porque siente que es su deber opinar de todo, así “meta la pata”. ¿Por qué? ¿Con qué propósito? No veo ninguno distinto del de crear “hinchada”, que viene a ser todo un colectivo que sin mayor análisis y razonamiento se declara a su favor y le camina de modo incondicional.
- Por eso es que se mete en cuanta pelea internacional existe. Él tiene que meterse en el lío de Ucrania, y opinar de la guerra en Gaza, y tomar acciones contra Israel, u opinar de las elecciones en los Estados Unidos, como si tuvieran éstas salidas en público algún efecto favorable para el país, pero es distinto para él porque le da algún tipo de publicidad local e internacional. El hombre se siente muy cómodo en ese plan y no le importa si con ello se arrastra el nombre y la buena fama del país y del pueblo que representa.
- Se le ocurrió, por ejemplo, que el Gobierno puede comprar la hoja de coca para acabar con el tema del narcotráfico, sin haber hecho aún consideraciones de las consecuencias nefastas que puede acarrear con esa propuesta, unida al ofrecimiento de legalizar los cultivos. La estampida de nuevos cultivos puede ser colosal, mientras da la sensación de que al Presidente sólo le interesa ganar popularidad estratégica frente a los inmensos contingentes de cultivadores de coca que podrían comenzar a participar en esta iniciativa, los mismos que, llegado el caso, saldrían sin problema a respaldar al Presidente en lo que sea menester. No se ha dado a conocer – que se sepa- cómo estaría organizado semejante esquema de operación, en cambio sí se habló de la parte populista de la propuesta con la que espera engrosar su fanaticada.
- Y viene repartiendo con juicio por el país varios miles de hectáreas de tierra para cumplir con su promesa frente a la población campesina de hacer “reforma agraria”[i], pero le habla al país de un modelo ajustado de producción que asegure a los campesinos la realización de sus cosechas y el éxito económico y sostenible del ejercicio. Pareciera que ello no importa porque la promesa de la tierra ya está cumplida y el “vitrinazo” del Presidente ya quedó registrado en la memoria de todos.
- Y se metió esta semana con el Partido Liberal. Le hubiera ido mejor con una manada de hipopótamos, porque pensó que podía colocar en la cúpula del partido sus alfiles petristas, como el exministro Velasco, hasta ahora intocado por su actuación en el escándalo de la UNGRID, para disponer luego del partido Liberal en la tramoya política que debe armar en el Congreso para lograr las reformas que no han conseguido superar hasta ahora la supuesta barrera de la oposición.
Ahora ya tienes, amigo, una idea de cómo un Presidente en campaña se torna en un tipo pesado, incómodo y en cierta forma peligroso, dado que en el afán de conseguir “victorias” que puedan representar a la larga buenos resultados electorales, podrá intentar acciones que rebasan incluso su autoridad presidencial y le ponen fuera de la Constitución. De otra manera ¿Cómo explicas que siga insistiendo en salvar proyectos de reforma que “ya se cayeron”, o que logre aprobaciones mal hechas que rayan en el límite de la inconstitucionalidad, o que se haga el desentendido con relación “al cambio” que prometió en su campaña y no esté encima de la ejecución del Plan de Desarrollo que le corresponde ejecutar? No ves un Presidente gobernando a fondo sino más bien un Presidente en campaña; no ves alguien más preocupado de trabajar con sus equipos de gobierno para avanzar en diseños cuidadosos de los proyectos para asegurar resultados, sino más bien un caudillo desbordado en su tarea de atraer adeptos. Ya ves cómo se subió en el podio como el campeón “de la reforma agraria” por encima de sus antecesores, lo cual ha de producir en él enorme satisfacción y orgullo, sabiendo, sin embargo, que está por hacerse el ajuste del modelo productivo del país, que lleva décadas al garete y que no se resuelve con la sola entrega de tierras. A pesar de cualquier cosa, el hombre ya pretende recaudar resultados electorales con lo que hace.
A un Presidente así no le importa generar conflictos al interior de los otros poderes del Estado porque se siente superior. De otra manera, ¿Cómo explicas que trate de manipular la Justicia y las Cortes, y proponga además la elección popular de jueces? ¿O que trate de manipular la Procuraduría y las demás autoridades de control? ¿Y qué piensas de que trate de manipular los Partidos? ¿Y qué decir de la intromisión diaria en los asuntos de Bogotá, incomodando gravemente la gestión del Alcalde Mayor? Eso lo hace todo el tiempo sin medir las consecuencias de “debilitamiento institucional” o “desinstitucionalización” que se producen cuando alguien en su posición de Primer Mandatario genera interferencias entre accionares que se suponen independientes. No se preocupa por los daños y enredos constitucionales que provoque con su capricho demencial de cambiar todo, de donde puede configurarse una herencia de problemas que costará trabajo corregir cuando finalmente se vaya en agosto del 2026. Podrías llegar quizás a la conclusión de que el Presidente no sabe lo que está haciendo, o que no sabe para qué fue elegido y qué le corresponde hacer allí en su cargo, pero te digo que sí lo sabe, y lo sabe bien, solo que su ambición desbordada está por encima de ello, de allí que actúe como lo hace, con el anhelo secreto de perpetuarse en el Poder. La mala noticia para él es que no podrá hacerlo porque la Constitución se lo prohíbe, pero sí que tratará de dejar un legado que quizás pueda manipular a su entero gusto y conveniencia. Tal vez haya días en los que se sueña dueño de este país y por lo tanto autorizado para hacer lo que le venga en gana, así es que se despierta decidido a hacer lo necesario para imponer sus caprichos, sin darse cuenta que lo que hace es destruir en vez de construir. A eso le lleva su soberbia y su evidente vanidad personal, que son conductas aberrantes que se colocan casi siempre por encima de la prudencia y la buena razón.
Un Presidente en campaña no es bueno, parece que lo tenemos claro, aunque un Presidente populista es peor, ya entendimos por qué. Ahora, de uno que sea ambas cosas, ¡líbranos Señor!
[i] Su gobierno acumula más 1,2 Millones de hectáreas formalizadas, cuatro veces más que durante el gobierno de Santos y ya hoy por encima de lo logrado en el gobierno de Duque. Fuente: https://www.presidencia.gov.co