Decidí escribir este artículo, para confesarles a ustedes un deseo personal que siempre he tenido con respecto al tema de administración pública departamental. Aparte de ser un deseo, es un anhelo interno que por muchos años me ha causado una curiosidad profunda; ese sueño consiste en ver a La Guajira gobernada por una mujer y que además ella sea de origen puramente Wayüü. Que sea hablante del idioma ancestral y conocedora de una mezcla amplia de atributos propios (culturales, gastronómicos, políticos, socioeconómicos) y necesarios para administrar la cosa pública. Creo que esta persona debe ser una mezcla de muchas cosas, pues este deseo que tengo es fundado en mí porque nací de las entrañas de una mujer Wayüü.
Mi madre en mi infancia y adolescencia lo fue todo para mí, cubrió también los espacios de padre y en medio de tantas vicisitudes, supo manejar el tema financiero del hogar con una gran responsabilidad y versatilidad, criando y educando a cuatro hijos en situaciones difíciles. Pienso que, así como una mujer puede hacerlo a lo micro, también puede hacerlo a lo macro. Más adelante en este artículo seguiré explicándoles otras razones más profundas del por qué creo que nuestro próximo gobernante debe ser una mujer.
Las mujeres en este Departamento siempre han debutado haciendo historia. En las últimas elecciones del milenio anterior, celebradas el 29 de octubre de 2000, fue la primera vez que una mujer se lanzó a la gobernación de La Guajira, Marta Lubo enfrentó a dos hombres y aunque obtuvo una buena votación, fue la que menos votos sacó de los 3 candidatos. Pasaron quince años para que otra mujer, afrodescendiente, postulara su nombre al primer cargo del departamento, y fue cuando los Guajiros elegimos a Oneida Pinto con una votación histórica para que gobernara durante el cuatrienio 2016-2020. Nadie, ni siquiera un hombre había podido alcanzar una votación tan elevada como la que se logró en ese entonces, desafortunadamente nos quedamos con las ganas de saber cómo iba a ser esa administración, por eso no pierdo la esperanza que el deseo interno que llevo conmigo desde hace mucho tiempo, algún día se convierta en realidad y que no sea solo eso, sino que ese gobierno sea histórico; también en su manera de administrar el tema público, para nadie es un secreto la situación socioeconómica tan difícil por la que históricamente está pasando la Guajira, la muerte de los niños Wayüü, las dificultades que ha tenido el Programa de Alimentación Escolar (PAE), las dilaciones de la sentencia T-302, la aplicación de los recursos públicos en obras que no son prioridad en el tema social del departamento, los problemas de infraestructura educativa en la zona rural y la pobreza en aumento.
Cabe destacar que, desde el 27 de octubre de 1991, fecha en que tuvo lugar la primera elección de gobernadores en Colombia, en nuestro departamento ninguna mujer wayüü ha sido candidata a la gobernación.
Siento de fondo que en el tema administrativo y político hace falta la mano solidaria, carismática y comprensiva de una mujer, por otro lado, también percibo una deuda histórica de la Nación y del Departamento hacia un pueblo indígena como el Wayuu, el más numeroso de Colombia. Entiendo que en algunos aspectos la cosmovisión del wayüü se torna un tanto ultra conservadora y lo aparta de aquello a lo que la civilización occidental le llama: mejoramiento de la calidad de vida. Que de cierta forma son aspectos propios de nuestra Constitución Política de 1991 en la que se estipula a la dignidad del ser humano como lo más importante que compone el Estado colombiano. Pero también debemos entender que existe algo muy importante dentro de la cosmovisión wayüü que hace parte de su aspecto socio-político, y éste es el matriarcado, pues para el indígena wayüü, la mujer es sinónimo de organización, de establecer el orden de las cosas y eso es precisamente lo que yo creo que necesita el Departamento, una mujer que lo organice e imponga orden.
Otras de las cualidades que debería tener esta mujer es que no sea objeto de investigaciones disciplinarias, fiscales o penales, pues pienso que no sería para nada conveniente una situación similar. Confío mucho en las mujeres y en su capacidad para sortear situaciones difíciles sacando de ellas el mejor provecho, la mujer tiene una condición biológica para la administración de los bienes y ese talento lo sabe fusionar a la perfección con la solidaridad, ellas tienen un gran potencial que solo son capaces de descubrir cuando se atreven, tal vez el hecho de que en el escenario Departamental las mujeres no tengan presencia continua, es porque les ha tocado luchar con aspectos atávicos relacionados con el machismo, aspecto social que afortunadamente ya observo bastante desgastado y que ha ocasionado la incursión de las féminas en el área política, además del respaldo de normas jurídicas y electorales que convalidan tal resurgir.
Recuerdo en una ocasión haberle preguntado a mi madre si ella en algún momento de su niñez o juventud pensó tener la valentía y capacidad para criar a 4 hijos, ella me comentaba en ese momento que jamás se le pasó por su mente tal hazaña, esa respuesta me llevo a confirmar lo que siempre he pensado de las mujeres respecto a su enorme capacidad para solventar vicisitudes. Ellas pueden lograr lo que se les antoje siempre que se lo propongan, porque dentro de ellas reside un poder que se desborda cuando las circunstancias lo exigen.
La participación de la mujer en la política a nivel nacional ha sido un tanto escasa. Todo inició con el derecho al voto de la mujer en Colombia, que fue aprobado el 25 de agosto de 1954 a través del acto legislativo No. 3 de la Asamblea Nacional Constituyente bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, lo que se consolidó como un gran triunfo para el género femenino, aunque ese momento no fue escenario de elecciones.
Luego, con la Ley 51 de 1981, Colombia adopta la convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de la Asamblea General de las Naciones Unidas, indicando la voluntad política de reconocer y fortalecer el enfoque de género y la eliminación de todas formas de discriminación contra la mujer, posteriormente, con el decreto 1398 de julio 3 de 1990, la Ley 51 de 1981, es desarrollada y reglamentada definiendo las pautas de política pública en cuanto a la implementación del acuerdo resultado de la Convención. Es así como en el artículo 6º, establece la no discriminación para participar en la vida política y pública del país, en especial para votar en las elecciones y ser elegible para todos los organismos públicos y privados, formular y ejecutar políticas gubernamentales, ocupar cargos y ejercer funciones públicas, participar en organizaciones o asociaciones gubernamentales o no, que se ocupen de la vida pública y privada del país. Representar al país en el plano nacional e internacional, y consiguientes reformar normativas que poco a poco han ido dándole más oportunidades para su integración al sector político y público que obviamente ha sido necesario para la construcción de una nación más inclusiva.
Volviendo a nuestro Departamento y analizando la participación de las mujeres en el tema político podemos encontrar un escenario con disparidad entre la participación en la elección y la participación como candidatas teniendo baja intervención en el escenario para alcalde o gobernación, cabe recordar que son estos espacios los más trascendentales para llevar desarrollo social a Municipios y Departamento, por ser esas posiciones desde donde ejecutan y administran grandes cantidades de recursos públicos. De la misma manera podemos analizar la participación de la mujer indígena, la cual pertenece a una densidad demográfica alta que alcanza casi la mitad de la totalidad poblacional de la Guajira. Tal vez dicha disparidad anteriormente mencionada tenga sus cimientos en lo cronológico pues la participación con el voto data desde la década del 50 y la participación para ser elegible fue en la década del 90.
En este artículo no hablo de la preparación académica y del conocimiento del tema administrativo. Porque en la Guajira ¡hemos probado de todo! el gobernante que tiene grandes títulos académicos, el gobernante que no tiene grandes títulos académicos, el «que dice que será el mejor», el gobernante carismático, el que tiene mucha familia y el que no.
La conclusión que le saco a todo esto, es que lo más importante para realizar una politica social eficiente o un buen gobierno es la buena actitud, la buena fe, esas son las características que determinan a una mujer.
No dudo en asegurar que nuestra sociedad estaría más avanzada si a principios del siglo pasado la mujer hubiera estado incluida en ambos temas, de momento nos toca luchar con esta realidad al estar ad portas de un nuevo año electoral. Para quienes habitamos La Guajira no estaría mal entrar a reflexionar sobre la capacidad administrativa de las mujeres para conducir el Departamento; particularmente espero que esa persona, la cual describí en este artículo, esté en las próximas elecciones y ojalá sea temerosa del Dios Todopoderoso en quien creo firmemente es el creador de la humanidad, una gobernadora así es lo que necesita nuestro Departamento, esperemos a ver que nos traerá este próximo 2023.
Luís Antonio Gómez Peñalver