UNA PAZ EN EL LIMBO

De crisis en crisis se han mantenido las negociaciones de paz del gobierno del presidente Gustavo Petro, que no logran alzar vuelo, tampoco convencer a los integrantes de la mesa y mucho menos a los colombianos que viven la escalada de la violencia en sus ciudades y municipios. Con más oscuros que claros en la mesa, persiste la duda sobre el futuro de la llamada “Paz Total”.

Cuando el ejecutivo reinició los diálogos de paz con el ELN y las disidencias de las FARC, renovamos las esperanzas de ver pronto el fin de casi seis décadas de conflicto armado. Sin embargo, las negociaciones del gobierno de izquierda no han tenido los resultados que esperábamos, en cambio, se han incrementado los desafíos para alcanzar la tan anhelada paz, que se hace esquiva con el pasar del tiempo.

Los desacuerdos en la mesa de diálogo, la falta de voluntad e hipocresía por parte de los actores armados, tienen al proceso en el limbo. En un reciente comunicado, el Comando Central del ELN cuestionó los «incumplimientos» del Gobierno, dejando en duda la continuidad de las negociaciones, lo insólito de todo este asunto es que nunca los colombianos hemos visto un interés genuino de paz, en estas negociaciones, por el contrario, estamos ante grupos que siguen encarnados en la violencia, el secuestro y todo tipo de violación de los derechos humanos.

La sistemática ola terrorista en departamentos del Valle del Cauca, Norte de Santander y Arauca, así como en Nariño y Chocó, son claras señales de guerra que confirman que no podíamos ser tan ingenuos al creer que hay voluntad de Paz por parte de grupos armados que anteriormente se alejaron de este precepto. Cada oficial, soldado, policía o civil muerto, cada atentado, cada mancha sobre nuestro ecosistema, cada afectación al Estado y cada día de sufrimiento social, entre otros aspectos que debemos erradicar de la faz del país, constituyen un golpe a la confianza de los colombianos en el proyecto de Paz Total.

En todas y cada una de las etapas que ha tenido y tiene la reconciliación nacional, hemos podido expresar nuestro acuerdo y desacuerdo con el proceso, y esta no será la excepción. Estos grupos que dicen pretender la paz, tienen que poner las cartas sobre la mesa y sincerarse con el país. Los colombianos estamos cansados de la doble moral negociadora en la que, por un lado, se habla de acabar con el conflicto y, por el otro, se atiza la hoguera de la guerra.

Además de la convicción de la paz para transformar el destino del país en medio de la convivencia armónica, la erradicación de la pobreza, la generación de equidad y aporte a la justicia social, que ha tenido en firme el actual Gobierno de Gustavo Petro y quienes hemos apoyado desde siempre esta búsqueda, necesitamos muestras de voluntad real por parte de los grupos. Hay que tomar decisiones sobre la continuidad o no de las mesas de diálogo.

 

José David Name Cardozo

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