En Colombia lamentablemente se encuentran más de 1 ‘000.000 de personas con un virus incurable, personas que desafortunadamente les tocará por todo el resto de su vida andar infectados, ya que no existe cura fabricada hasta el momento, y para los que no estamos infectados o no nos hemos dejado infectar, cuando por algún motivo se te acerque un enfermo lo recomendable por el momento hacer caso omiso, oídos sordos, y de inmediato buscar leer de fuentes confiables, verificar lo que dijeron en bibliotecas virtuales y documentos de memoria histórica e investigar de forma veraz y neutral, hasta el momento es la única opción probada que podría salvarnos del virus de la mentira y así evitar pasar toda la vida enfermo.
Con todo lo que está pasando en Colombia, los que desde la humildad hacemos oposición quisiéramos ir a lo más importante, la de hacer de manera urgente una petición científica, para que La Asociación Colombiana de Sociedades Científicas (ACSC) considerará la posibilidad de emprender un estudio serio, interdisciplinario y riguroso sobre el fenómeno del petrismo en Colombia.
A la luz inminente de los síntomas discursivos de los seguidor fanático de Gustavo Petro y en ese comportamiento defensivo obsesivo adverso a la realidad que los caracteriza a todos, queda claro que nos encontráramos ante una extendida pandemia de mitomanía colectiva: una patología anti-política en la cual la falsedad no solo se normaliza, sino que se institucionaliza dentro de un grupo de personas como método absurdo para complacer el liderazgo y la estrategia de poder de su Dios supremo, Gustavo Francisco Petro Urrego.
El caso del propio presidente es, sin duda, el más ilustrativo, lugar o cuerpo donde se reprodujo el virus y se extendió a sus fanáticos. La relación del Petrismo con la verdad se ha vuelto tan dislocada que su mitomanía parece haber alcanzado proporciones endémicas, con un efecto infeccioso de niveles nunca antes visto de un virus que se propaga como una pandemia moral. La mentira ha dejado de ser un recurso político para convertirse en un hábito estructural, todo un reflejo del gobierno mentiroso del Pacto Histórico.
Hay que recalcar que en toda la historia Colombia se encuentra llena de politiqueros mentirosos. Lo que todos hemos visto esos más de 3 años con Gustavo Petro y sus fanáticos rompió todas las barreras de la mentira, un seguro récord Guinness asegurado. Gustavo Petro desde la cúspide de la pirámide sabe ya que todo lo que diga y que cualquier mentira que se inventé será bien recibida y defendida por sus seguidores, es por esa razón que no piensa mucho al momento de crear tal mentira y soltarla, igual, sus fanáticos la domesticaran y la defenderán a capa y espada. El virus que está en lo más profundo de su alma ya es incurable…
Pero aquí el punto más importante no tiene por qué ser el embustero de Gustavo Petro, el enfoque de esta columna son sus seguidores incurables, que por su parte, replican la sintomatología con disciplina casi clínica: distorsionan hechos, justifican lo injustificable y desplazan constantemente la línea ética del debate público y político. Han sustituido la pasión por la obediencia, la razón por el dogma y a al Dios creador de todo lo que vemos, sentimos y presentamos por el nuevo Dios de la mentira “Gustavo Petro”
El argumento de que el fin justifica los medios es, desde la perspectiva coherente, un absurdo moral que destruye la legitimidad de cualquier proyecto político que pretenda presentarse como ético o transformador, es por allí donde base la verdadera razón del resultado de la última elección atípica, donde la consulta interna del movimiento político de la mentira solo logró obtener la difusa cifra de 2’753.738 con ayuda de votos prestados, 1’400.000 trabajadores del gobierno (directos e indirectos), engaños por programas de gobiernos y la compra de votos, con todo eso podríamos decir que el Petrismo cuenta a la fecha en todo el territorio con menos de 1’500.000 enfermos fanáticos infectados por el virus de mentira, la falacia, la tergiversación y el odio con el que Gustavo Petro enfermo sus almas.
Tal vez sea hora de que la ACSC, en conjunto con organizaciones de ciencias políticas y humanidades, examinen esta crisis de verdad que afecta la salud cívica de un gran sector del país, enfermedad extendida por todo el territorio y en todos los extractos. Porque más allá de lo ideológico, el petrismo no solo ha corrompido el lenguaje político, sino que ha hecho de la mentira el himno del petrismo: ha contaminado la ética pública, como una infección que amenaza la lucidez democrática y el pensamiento crítico de toda una nación.
Entre tanta mentira dentro del petrismo, uno se pregunta: ¿Qué le dirá un fanático padre a su hijo cuando le pregunté sobre la verdad de su Dios?
Será que ellos creen que su hijo nunca se dará cuenta que su Dios Gustavo Petro es adicto a las drogas y el alcohol, que fue incapaz de conservar su matrimonio con la primera dama Verónica Alcocer en sus cuatro años de gobierno, que sus hijos lo abandonaron, que metió a su hijo mayor en problemas de lavado de activos con dineros del narcotráfico, que tiene una enferma vida sexual donde se acuesta con travestis y prostitutas. Pero como si eso fuera poco, es de lejos el gobierno más corrupto, incapaz el inútil de toda la historia de este país.
Hay que estar enfermo para defender este gobierno. No existe otra explicación. Por qué a una nueva generación no se le puede dejar tremendo personaje como ídolo de nada, al contrario, Gustavo Francisco Petro Urrego debe ser referente de un adulto para decirle a su hijo que ese es el personaje que nunca debe ser, que nunca debe buscar ser.
Luis Alejandro Tovar

