Dios nos creó a su imagen y semejanza, (es algo que hemos oído durante toda la vida) y dentro de ese diseño original nos dotó con la capacidad de soñar y no me refiero solo al hecho de dormir y tener sueños, sino a eso que nos motiva a levantarnos todos los días.
Esta capacidad está íntimamente ligada con la fe, dado que cuando tenemos sueños, objetivos, metas o como le queramos llamar, aunque estemos viviendo en un escenario distinto al deseado, seguimos creyendo que podemos alcanzar algo mucho mejor y en ese punto es donde nos alineamos con los pensamientos y planes de Dios, porque Él es el mayor estratega y facilitador de sueños de la humanidad. Entonces, la fe nos posibilita el creer en los sueños de Dios para nosotros, nos da la voluntad para confiar y ampliar nuestra capacidad de soñar, de crear, e imaginar.
En ese sentido, cuando somos niños nuestra capacidad de soñar, proyectarnos hacia el futuro o imaginarnos las cosas, es mucho más predominante. Sin embargo, a medida que crecemos y atravesamos experiencias esta capacidad va disminuyendo o incluso puede desaparecer por completo. Los niños tienen un alma que espera, y llevan un anhelo en su corazón, se va a dormir todos los días con la esperanza que eso que esperan se haga realidad a la mañana siguiente.
En este proceso los padres tienen un rol fundamental, ya que ellos tienen la oportunidad de estimular esos sueños o cercenarlos. Por ejemplo, José tuvo sueños, que luego le contó a su padre, la reacción de este es la típica reacción que muchos tenemos cuando escuchamos los sueños de nuestros hijos, nos parecen ilusos, locos o pretenciosos. Sin embargo, en el caso de José, El no dejo de creer que su propósito en la vida era mucho más que ser un prisionero o un esclavo, aunque no entendía lo que estaba viviendo, sabía que eso lo llevaría a cumplir su destino.
Hablar de sueños, nos debe llevar a pensar no solo en el hecho de recrear alguna imagen o historia en nuestro inconsciente, sino al hecho de vivir con un propósito. Cuando perdemos esta capacidad, corremos un gran riesgo, por que dejamos que nos lleve la corriente de la vida, y en consecuencia tomamos decisiones que nos dañan y alejan de ese propósito. Cuando no tenemos metas. Objetivos o sueños claros o definidos, dejamos que la vida nos lleve como un barco a la deriva y por eso vivimos con una constante insatisfacción; transitamos este mundo con sueños rotos, sin expectativas, motivaciones, ni esperanzas. Es algo perturbador, pero recordemos que la palabra de Dios enseña que el enemigo vino a robar, matar y destruir (Juan 10:10); y algo que ciertamente está destruyendo y matando son nuestros sueños, talvez con algo que ocurrió en nuestra niñez (perdidas, abusos, abandono), o con alguna cosa por la que nos esforzamos y nunca llegó; talvez a través de un proceso de divorcio, viudez, enfermedad, fracaso financiero, o con alguna promesa u oración que no ha tenido respuesta aún; o tal vez porque nuestros padres no estimularon ni creyeron en nuestros sueños, posiblemente la vida nos atravesó por situaciones que rompieron esos sueños y anularon nuestra capacidad de soñar; cualquiera que haya sido la razón, el enemigo la ha aprovechado, quiere jugar con nuestra mente y envolvernos en mentiras para que abandonemos nuestros sueños.
Es posible que hayamos vivido mucho tiempo sin darnos cuenta que habíamos perdido nuestra capacidad de soñar, los afanes de la vida, las responsabilidades y compromisos, la urgencia de las circunstancias, nos hicieron perder de vista lo importante. Por eso, detengámonos hoy a pensar, ¿estamos viviendo acaso por inercia? ¿Hemos estado viviendo el sueño de otro? ¿Cuál es nuestro sueño? Tal vez es eso que dejamos botado a mitad del camino, algo por lo que trabajamos intensamente y como no lo logramos, lo echamos al olvido. Dios nuestro buen padre hoy quiere restaurar nuestra capacidad de soñar, y que volvamos a tener esperanza, es tiempo de iniciar de nuevo tomados de la mano de Dios.
“El Señor les dijo: —Si ustedes tienen fe del tamaño de un grano de mostaza, podrán decirle a este árbol: “Levántate de ahí y plántate en el mar” y el árbol les obedecerá.”
Lucas 17:6 PDT
Dios ha dispuesto todo para facilitar nuestros sueños, esos que El mismo ha depositado en nuestro corazón desde niños, tal vez no los recordemos, por eso debemos pedirle al espíritu santo que traiga a nuestra memoria eso con lo que soñábamos o que nos de nuevos sueños, Efesios 3:20 dice: Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros. Entonces Dios hará cosas más grandes de las que podemos soñar o imaginar.
Debemos atrevernos a seguir soñando y creyendo aun si las circunstancias no están a nuestro favor, debemos mantenernos firmes en oración, con plena confianza porque la fe obra precisamente sobre los imposibles, Jeremías 32:27 Yo soy el Señor, Dios de todos los pueblos del mundo. ¿Hay algo demasiado difícil para mí?
José no se amedrentó por las circunstancias adversas, sino que caminó por encima de ellas y siguió orando, siguió creyéndole a Dios, trabajando para El, siguiendo sus consejos, hasta que vio el cumplimiento de esos sueños.
Tenemos un gran padre, que nos respalda, aunque lo que soñemos parezca locura, dispone de todas las cosas para que sea realidad y testifiquemos a otros que no hay nada imposible de lograr. No hay límites, solo es preciso sentarnos con nuestro padre, presentarle esos proyectos, objetivos y metas, analizar con él las posibilidades y esperar en él las mejores estrategias.
En Juan 11:40 Jesús respondió: —¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? En este pasaje les hablaba a Marta y María, quienes acababan de perder a su hermano Lázaro y Jesús hizo lo imposible, levantándolo de los muertos. Así de grande es el poder de aquel que hoy nos dice atrévete a soñar porque yo mismo voy contigo.
La vida indiscutiblemente nos enfrentará a situaciones desfavorables, donde las opciones suelen ser desalentadoras, sin embargo, hoy recordamos y atesoramos esta promesa que no fue solo para Marta y María, si creemos veremos su gloria. ¿Solo pregúntate cuando eras niña a quien acudías cuando un juguete se rompía? ¿Cuándo algo no te funcionaba? Estoy segura que ibas donde Papa… haz lo mismo hoy y entrégale tus sueños rotos a tu Padre celestial, que está dispuesto a reparar y restaurar lo que tú no puedes. Dice el Salmo 147:3 que El “restaura a los de corazón quebrantado y cubre con vendas sus heridas”.
Dios no mantiene a la distancia lo que está roto, sino que pone sus manos sobre ello, lo repara y devuelve la esperanza.