Expreso públicamente lo que sentí al leer El fracaso de la república de Weimar, del periodista Volker Ullrich, de un gran rigor investigativo y respaldo bibliográfico como pocos. Excelente para los periodistas investigadores. “Todo lo que existía en Alemania fuera del partido nacionalsocialista -concluyó Francois-Poncet a principios de julio de 1933- fue destruido, dispersado, disuelto, anexado o absorbido”, se lee en la página 373 del libro. La descripción de ese gran periodo de desajustes post primera guerra mundial, hasta entonces llamada la gran guerra, el sentimiento de humillación que sintió Alemania se fue cocinando a fuego lento.
Comparando la situación de Colombia en el actual periodo preelectoral, da una sensación extraña en la piel de estar viviendo algo parecido con fuerzas que quieren acabar con la República. Los alemanes y el mundo entero subestimaron a Hitler, el guía (Führer) que alcanzó a ser canciller después de tener a varios aduladores y propagandistas las 24 horas instigando para acabar con todo lo que se puedo haber construido después del pacto de Versalles; concluyo, en mi modesta forma de ver la historia, que se desestimó la capacidad de rabia de un pueblo. ¿Cuánto tiempo necesitó Hitler para acabar con el orden de una constitución de derechos? Como cirujano experto, duró 5 meses disecando plano por plano el contexto jurídico que le daba vida a una república que pudo evitar la segunda gran conflagración. Fueron suspendiendo, poco a poco, la libertad personal, de expresión, de prensa, de asociacion y de reunión. Los secretos postales y telefónicos (hoy correos electrónicos, WhatsApp y computadores), así como las confiscaciones y las unificaciones de las regiones forzadas. ¿Exagero con lo que viene pasando en Colombia? Posiblemente estemos anestesiados y anósmicos, pero cuando me aparto un poco del alud de las redes y la gritería de estas y de los precandidatos, noto signos y síntomas parecidos a ese periodo de 1918 a 1933 en nuestra región.
Una izquierda disciplinada, maquinista y que consigue engañar a sus huestes como si todo lo desastroso de este desgobierno fuera inventado por la oposición. ¿Hay tiempo para enderezar? Sí. Hubo un instante del libro que el lobo asomaba sin disimulo sus colmillos, el comité nacional de creencias judías alemanas respondió: “¡Esperar en calma!”. Es posible que necesitásemos calma, pero no indiferencia ante las fauces de quien sigue ideologías de un siglo superado y que fracasó, muestra de eso el “momento del derrumbe del muro de Berlín”.
Las elecciones del 2026 son tan importantes que tantos candidatos sin partidos, otros por espontánea liberalidad, creen ser poseedores de la solución que necesita el país. Sean serios y muestren con transparencia cómo van a gobernar: egos inflamados no van a sacar adelante este país. Una selección contra el daño petrista es urgente. Elecciones 2026, sí.
Orlando Bustillo Pareja

