En Colombia pocos municipios de tamaño pequeño o mediano ostentan el privilegio de tener dos Plazas como referencia urbanística. San Juan del Cesar le puso el nombre de “Plaza de Bolívar” a la célula urbana que sirvió de génesis a su posterior trazado, el cual ha sido ponderado por propios y extraños como un ejemplo de organización territorial de una urbe que nació ordenada, con numerosas edificaciones de estilo republicano que se han enaltecido en sus calles ortogonales, las cuales le han conferido esa identidad de elegancia y tradición que tanto nos estimula el amor patriótico a los que nacimos en ese pueblo tan especial.
La otra Plaza importante del pueblo fue bautizada como “Plaza Santander” y sirve de asiento territorial a la manifestación cultural más reconocida del pueblo, como es su Festival Nacional de Compositores de Música Vallenata.
Ambos espacios tienen su propia identidad. La “Plaza de Bolívar” ha sido el asiento histórico de la representación política, religiosa y social del pueblo. Es el epicentro donde ha gravitado su historia y el punto de referencia de su devenir. Por lo tanto, no solo es patrimonio de los que allí residen, sino que constituye el sello indeleble de la identidad sanjuanera.
Este preámbulo es necesario para que cualquier lector comprenda la trascendencia que tiene la intervención de un espacio, que como pocos, representa el sentimiento colectivo de un pueblo. Los gobernantes tienen la obligación de usar la sindéresis al tomar sus decisiones. No es razonable que el concepto de elegancia se imponga con argumentos deleznables, arrasando con valores históricos de un tajo. Se ha vuelto una constante llamar “desarrollo” a la práctica de llenar de zonas duras el espacio público, que tanto margen de utilidad les genera a los gestores de ese “desarrollo”. Los ordenadores del gasto público han encontrado en la pavimentación de calles y en la construcción de parques la manera más rápida de pagar favores políticos y obtener beneficios económicos que afanosamente buscan al intentar restablecer el equilibrio financiero de sus aventuras electorales.
Un espejo para mirarnos lo tenemos a 50 kms de San Juan. La “Plaza Alfonso López” de Valledupar (en Valledupar casi todo se llama Alfonso López) fue intervenida por don Tuto Uhia, cuando fue Alcalde. El pavimento en mármol y le subió la temperatura ambiente al espacio más representativo del Valle. El actual gobernador del Cesar intenta construir un templo del vallenato en un lugar inapropiado, cuando la pobreza de su pueblo compite afanosamente con el Departamento del Choco.
En San Juan del Cesar se ha iniciado una cruzada para que nuestra Plaza insignia no sea arrasada por el desarrollo. Si los gobernantes logran salirse con la suya, nunca más podremos hacer caminatas en circunloquio por los andenes concéntricos de nuestra plaza, no volverán a darse las reuniones espontaneas en cualquiera de sus vértices cuando dos o más transeúntes se tropiecen y se pongan a intercambiar opiniones sobre las actividades del prójimo. Los sanjuaneros no quieren tomarse fotos con un letrero que diga “San Juan” al lado de un corazón rojo, porque casi todos los 1080 municipios de Colombia tienen estos corazones estereotipados. Los sanjuaneros quieren que su Plaza siga siendo original. Se puede mejorar, por supuesto. Pero por favor, no arrasen nuestra historia.
Orlando Cuello Gámez
Qué bueno que escriiban sobre todo lo que tiene San Juan de historia