En una de las columnas que Gabriel García Márquez publicaba en El Heraldo con el seudónimo de Septimus se preguntaba con nostalgia por la suerte de Nina una joven pueblerina que pasaba por las calles de su pueblo vendiendo animalitos de caramelo enganchados de un palo. De este colgaban peces, gallos, cerdos y hasta estrellas. Toda esa fauna almibarada para la época en que se publicó la columna, en mayo de 1952, había desaparecido y esa doble ausencia, la de Nina y su zoológico de almíbar, le hicieron pensar al escritor que se las había tragado la tierra. Era, escribió Gabo, como “si ni la una ni la otra hubieran existido nunca… como si hubieran sido apenas una imagen de pura fantasía”.
Los animalitos de caramelo volverán a aparecer, como muchos otros temas prefigurados en sus columnas de La Jirafa, en Cien años de soledad asociados a la figura de Úrsula Iguarán que, como su estirpe, provenía de Riohacha. Esta mujer primordial se hallaba dotada de una indómita energía que consagró a la fabricación de animalitos de caramelo, pudines, merengues y bizcochuelos los cuales se distribuían por los acuosos caminos de Macondo. La ruta de los caramelos define en consecuencia los confines del territorio. También le sirven al autor para marcar el tiempo, señalar la adopción de cambios tecnológicos como la adquisición de un horno y la ocurrencia de calamidades sociales como la propagación de la peste del insomnio. García Márquez nos cuenta que “los niños y adultos chupaban encantados los deliciosos gallitos verdes del insomnio, los exquisitos peces rosados del insomnio y los tiernos caballitos amarillos del insomnio de modo que el alba del lunes sorprendió despierto a todo el pueblo”
Esa industria doméstica de los dulces será la base de la prosperidad de los Buendía y esta se expande a la sociedad local. Provino inesperadamente del caramelo vulgar preparado por Úrsula y no del oro magnífico que perseverantemente buscaban los hombres de la familia en el laboratorio de alquimia. Como ocurrió en todo el ámbito del Caribe la elaboración de “dulces finos” no menoscababa la posición social de Úrsula ni la de su familia ante los habitantes de Macondo. Sin embargo, la llegada de Fernanda del Carpio del gélido páramo determinó el destino de la familia. Ella trajo consigo un ambiente de estiramiento en la mesa haciendo del acto de comer algo semejante a una misa mayor. El negocio de repostería y animalitos de caramelo, que se mantiene por voluntad de Úrsula, fue considerado “una actividad indigna, y no tardó en liquidarlo”
Mientras observo la delicada transparencia de un animalito de caramelo elaborado hace pocos días en moldes antiguos traídos desde Aruba pienso en que un caramelo en forma de animal puede ser en el ámbito del Caribe una de las formas más simples de preparar un dulce pues solo se requiere de agua, azúcar, colorantes y unas gotas de limón. Aunque ellos también están hechos de recuperadas memorias de la infancia, de representaciones del mundo, de relatos de antiguos viajes de las goletas de Riohacha a las Islas de los Gigantes y de evocadores pasajes de grandes novelas.
Weildler Guerra Curvelo
Me gustó tanto está lectura que la leí hasta el final, que buenas letras, felicitaciones.