LA CORRUPCIÓN, UN DESAFÍO POR VENCER

Tenía días de no escribir y entre tantas cosas por decir, pensaba en el tema político, pero me asaltaba la duda frente a la avalancha de polarización ideológica que invade el país, y pensé que hablar de lo mismo aburriría a los lectores. Pero bueno, no puedo evadir nuestra realidad en este tiempo, y daremos una mirada a la corrupción.

Los hechos de corrupción protagonizan las primeras planas de medios de comunicación y las reacciones de los ciudadanos reflejan cada vez más la indignación colectiva.

La palabra corrupción proviene del latín corruptio que es la acción y efecto de destruir. Además de indagar acerca de la etimología de la palabra, me preguntaba cuál sería el primer caso de corrupción que haya sido documentado, pero me fue muy difícil saberlo, porque la historia establece hechos de corrupción desde antes de Cristo.

Lo que sí es cierto, es que la corrupción pública, desde la antigüedad, siempre ha sido señalada y mal vista. Los Romanos, referentes históricos, tenían un concepto diferente de la política, donde lo más importante era el honor. Para llegar a la cumbre el candidato tenía que tener currículo: haber ocupado cargos importantes, tener una educación y proceder de una buena familia, pero además, tenían que tener patrimonio ya que debía presentar una fianza al principio del mandato y cuando éste finalizaba se hacían las cuentas, si se había enriquecido debía devolverlo todo; en caso de corrupción habían dos penas muy severas, una era el exilio y la otra era el suicidio, esta última considerada la más recomendable porque por lo menos le permitía mantener el honor, pero en la antigua Roma existía una doble moral, se diferenciaba claramente la esfera pública de la privada, desviar los recursos públicos era una práctica reprobable, pero en los negocios particulares se hacían lo de la vista gorda (Sabino Perea Yebenes).

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, porque la corrupción no debe verse desde el comportamiento público sino desde integralidad social.

Paradójicamente, la corrupción también ha tenido sus defensores, no los corruptos, sino pensadores, quienes aseguran que la corrupción es beneficiosa para la sociedad, El politólogo Samuel P. Huntington aseguraba que “la corrupción puede ser considerada un factor de modernización y de progreso económico, permitiendo, por ejemplo, un recambio social a favor de clases emergentes dispuestas a desbancar el obstruccionismo de las viejas élites, agilizando procesos burocráticos y seleccionando a los principales actores del mercado a fin de que surjan aquellos que invierten de forma decidida, incluso sobornando, en sus proyectos empresariales”. En el siglo XVII, Bernard de Mandeville, en su Fábula de las abejas, sostenía que “un gobierno corrupto produce riqueza y ocasiones ventajosas para todos. El egoísmo y las pasiones que se derivan de él constituyen el impulso del bienestar, mientras que las virtudes del hombre honesto inhiben por lo general el progreso civil.

Inclusive, Santo Tomás Moro, dijo alguna vez que “si el honor fuere rentable, todos serían honorables”. Con esto no quiero justificar ni decir que la corrupción sea un mal necesario, sino por el contrario, revivir una letra muerta de nuestra constitución, en la que se establece que Colombia es un Estado Social de derecho y que es necesario reconocer que esta práctica deteriora los valores morales de la sociedad y que los ciudadanos no podemos tener doble moral cuando concluyen que: “no nos preocupa la corrupción siempre que no me perjudique a nivel personal”, porque cuando un político roba o comete algún acto de corrupción decimos lo peor de este individuo, pero luego presumimos de haber evadido pagar, por ejemplo, un impuesto.

Si aceptamos la regla de un sistema ilegal, porque la micro corrupción siempre ha ido de la mano de la macroscópica, nos llevará a normalizar lo que hoy nos escandaliza y que apenas era un chiste siglos atrás, así como en algún momento en La Guajira normalizamos el contrabando.

Lo cierto es que la corrupción no es un hecho exclusivo de la política, es una inclinación del corazón y la mente humana, la cual se decide alimentar o no, un desafío que tenemos por vencer.

Misael Arturo Velásquez Granadillo

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