En un país tan polarizado como Colombia, el reciente mensaje que en público envió la Ministra de Agricultura, Cecilia López, colega de Minas, Irene Vélez, ha generado una controversia que no es necesaria. Este episodio que podría servir para evidenciar la falta de unidad y coordinación dentro del gobierno Petro, puede tener consecuencias negativas en la gestión del gobierno. Lo realmente cierto es que, los miembros del gabinete deben trabajar en conjunto y tener una comunicación efectiva para lograr una gestión eficiente y coherente, pero es completamente valido, como pasa en cualquier empresa que existan diferencias y más, aun, cuando se conformó un gobierno con tan variados perfiles y diferentes formas de ver mundo.
En el contexto actual de la economía global, se hace evidente la necesidad de implementar estrategias que permitan a los países adaptarse a las nuevas realidades y enfrentar los desafíos que se presentan, como el alto desempleo, el crecimiento de la pobreza y las amenazas de crisis económicas. En este sentido, resulta difícil hablar de transición energética en Colombia si previamente no se ha resuelto la transformación del aparato productivo, tal como lo indica la Ministra de Agricultura del país.
En Colombia, es necesario realizar una transformación real del campo para poder hablar de una transición energética efectiva. No se puede hacer una transición energética al ritmo que lo hacen los países desarrollados, porque el campo colombiano presenta una serie de desafíos particulares, como por ejemplo, la falta de acceso a tecnología, la baja productividad y la falta de competitividad, que limitan el desarrollo del país y su capacidad de enfrentar los desafíos económicos globales.
La transformación del campo colombiano puede ser una estrategia efectiva para lograr una transición energética. Esto implica la modernización de las prácticas agrícolas, la implementación de tecnologías más eficientes y la promoción de la investigación y la innovación en el sector. Además, es importante promover la diversificación de la economía, reduciendo la dependencia del petróleo y del carbón, y fomentando el desarrollo de energías renovables y limpias.
Sin embargo, la transformación del campo y la implementación de una estrategia de transición energética no son tareas sencillas, ya que requieren de políticas públicas efectivas, inversiones a largo plazo y la participación activa de diversos actores, como el sector privado y la sociedad civil. Además, es necesario considerar los impactos sociales y ambientales de estas estrategias, y promover un desarrollo sostenible que tenga en cuenta la protección del medio ambiente y la equidad social.
Jose Armando Olmedo